Moderador: Arkantos
Muchísimo se ha escrito sobre el fabuloso, enigmático, misterioso Conde Saint Germain, el 'hombre maravilla' que llenó el escenario europeo en los siglos XVII y XVIII.
Los archivos oficiales, papeles de estado y asuntos extranjeros de toda Europa, contienen copiosas menciones del 'conde' y después de su desaparición, surgieron numerosas novelas y 'memorias'; las primeras inspiradas por el prodigioso personaje, entre las cuales se destacan como más famosas, "Zanoni" de Bulwer Lytton, "El conde de Montecristo" de Dumas padre y "La Pimpinela escarlata", de la baronesa Orczy.
Al conde lo rodeaban dos corrientes, una de celos y envidia porque gozaba de la confianza y la admiración de reyes, sabios y estadistas más destacados de Europa. La otra corriente, de profundo respeto y afecto en la cual participaban las órdenes esotéricas, las sociedades secretas y las sectas ocultistas de todas partes. La primera corriente procuraba hundirle, encarcelarle y desterrarle a donde fuera llegando, tildándolo de traidor cuando más, de charlatán cuando menos. Sin embargo jamás fue sorprendido en la más leve traición, a la confianza que era depositada en él ni sus 'grandes riquezas', fueron jamás extraídas de aquellos con quien establecía contacto.
Todo esfuerzo para investigar la fuente de sus recursos resultó infructuoso. No utilizaba ni bancos ni banqueros; sin embargo, se movía en una esfera de crédito ilimitado, que jamás fue puesto en dudas por otros, ni abusado por él mismo.
Los intentos por apresarlo fracasaron siempre. El conde se deslizaba y desaparecía misteriosamente, para reaparecer de inmediato en un país diferente.
Los escritos que surgieron más tarde y que aun existen, no logran explicar una sóla palabra de los enigmas y misterios tocantes al conde, ya que todo está basado en conjeturas, suposiciones, opiniones de la conciencia humana, sin un ápice de conocimientos esotéricos o espirituales.
La verdad sencilla respecto al conde Saint Germain es que era un iluminado, un adepto, un enviado especial de la jerarquía Blanca para cumplir múltiples misiones con numerosísimas obligaciones.
La historia repite a ciegas que nació el 26 de mayo de 1696, hijo del último soberado de Transilvania, Ferencz II Rakoczi y la Princesa Carlota Amadea de Hesse Rheinfels, en el castillo Rakoczi de los Montes Carpatos.
Perseguido por Carlos VI quién lo destronó, Ferencz II quiso proteger a su hijo el Príncipe Rakoczi y después de haber hecho circular la falsa noticia de la muerte del pequeño, lo envió a sus dependencias de Florencia, al cuidado de Gian Gastone, el último de los Médicis.
El Príncipe era un mozo muy inteligente y adelantado espiritualmente.
A los catorce años se destacó en el movimiento francmasónico italiano, durante el tiempo en que seguía estudios en la Universidad de Siena. Su padre era un patriota muy querido por su pueblo; fue desterrado en Rodostó, Turquía, donde fue rodeado por una pequeña corte hasta que murió en 1735. El Príncipe acudió al lecho de muerte de su padre y luego fue enviado por el Sultán en misión diplomática a Transilvania.
Poco se sabe sobre el Príncipe durante esos años. La historia húngara no lo trata con simpatía cuando lo llama "hijo de una alemana, que nunca vivió en Hungría, que creció alejado de la tradición Rakoczi, como un extraño en el pueblo de su padre", y en ese mismo año acusa (por segunda vez), su "muerte temprana".
En los mismos momentos en que muere Ferencz II, su hijo el Príncipe Rakoczi es visto en Holanda, estableciendo contacto con Sir Loane, Rosacruz prominente y Presidente de la Royal Society en Londres. Cuando el Sultán
lo está utilizando en Turquía, el Príncipe es huésped del Shah de Persia.
El Príncipe "muere" históricamente, públicamente, un año después de su padre, cuando los acontecimientos lo iban tal vez a atar a una vida oficial en Hungría y apenas "muere" en Turquía o en Transilvania, aparece en Escocia donde vive misteriosamente hasta el año 1745.
De allí se traslada a Alemania y Austria con misiones industriales, de donde sale a estudiar alquimia en la India. No vuelve a aparecer hasta el año 1758, donde establece contacto con el mariscal Belle Isle del ejército francés, pero en todos estos años ha actuado bajo los nombres de Marqués de Montferrat, conde Bellamare, Caballero Schoenig...
Por la magnificencia de sus joyas se le juzgaba inmensamente rico, se rumoreaba el crédito ilimitado que gozaba en todos los bancos del mundo y se cuchicheaba el lujo fastuoso en que vivía. Se aseguraba que ostentaba dos valets de pie y cuatro lacayos uniformados, en color tabaco con galones de oro.
Se comentaba su gran colección de casacas que cambiaba a menudo y hacían eco sus botones, yuntas, relojes, sortijas, cadenas; se citaba un ópalo monstruoso y un extraordinario zafiro blanco del tamaño de un huevo, lo mismo que la variedad de sus diamantes, el tamaño, color y perfección de cada uno. Sin embargo, cosa extraña, nadie podía jamás jactarse de haber sido recibido en la casa del conde.
Frecuentaba las fiestas pero jamás lo vio nadie comer ni beber.
El conde Saint Germain presentaba la invariable compostura, la conducta, el refinamiento y la cultura que caracteriza a los nobles de rango y educación.
Daba la impresión de haber viajado por el mundo entero y sobre todo.
En Londres en la casa Walsh de Catherine Street en 1740, el conde publicó varias composiciones musicales. Conocemos sólo una, un aria de su pequeña opera "L'Inconstanza Dalusa" (la pérfida inconstancia), compuesta en el estilo rococó del siglo XVIII, muy bonita, muy florida.
Vamos a aclarar de una vez la razón del nombre que escogió este adepto, para figurar en aquella misión. Por supuesto, no cabe duda alguna que para que un hombre inteligente pudiera introducirse en la corte más brillante de Europa, le era indispensable un bonito nombre y título nobiliario, francés con preferencia y auténtico. Esto último tenía que ser a prueba de investigaciones. Corre el dato de que los dominios de Ferencz Rakoczi en Italia se llamaban "de San Germán". No podemos asegurarlo ni tampoco comprobarlo, pero algo de eso hay sin duda.
Comes Sanctus Germanitas
Habla en el idioma esotérico de todas las órdenes. Es Comes Comito o Comitor, un alto grado francmasónico; Sanctus le habla a las religiones cristianas y Germanitas o fraternidad, es la consigna de todos los ocultistas.
Al introducirse en la masonería francesa, donde inició a Diderot, anunció que era "el más antiguo de todos los masones", por no decir que había sido el propio fundador de la Órden...
Saint Germain no tuvo necesidad de elegir otro nombre para continuar en sus misiones para los humanos, ya que paulatinamente ese nombre se iba transfornado de acuerdo con el cambio de las conciencias espirituales, de miembro de la Hermandad Blanca a Hermano Mayor.
Si estas enseñanzas contradijeran en algo la interpretación tradicional de las cosas, entonces que la tradición actualice su información
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