Fulcanelli escribió dos libros muy famosos: "El misterio de las catedrales"y "Las moradas filosofales".
Los manuscritos fueron entregados por este misterioso personaje a su discípulo Canseliet. Estos dos manuscritos fueron publicados, no así otro titulado “Finis Gloriae Mundi” que también le fue entregado a Canseliet.
Han pasado varios siglos y aún el misterio persiste respecto a quién se ocultaba tras este seudónimo. De él se ignoran todos los datos biográficos, el nombre, estado civil, su condición, el día y lugar de nacimiento... Todo es muy misterioso...
La entidad que se llamó Fulcanelli en estos momentos no está encarnada. Es un ser del plano 5º, subnivel 7º, grado que incluso tenía cuando encarnó en el siglo XVI.
Tenía una sabiduría tremenda, había estudiado mucho el poder del pensamiento. Su decodificador mental funcionaba al 100 % de su eficacia. Podía incluso hacer foco sobre algunos objetos para influir sobre ellos. Yo no llamaría a esto poder, sino más bien don. Fulcanelli tenía muchos dones. Investigaba sobre el alargamiento de la vida humana haciendo foco sobre sus células.
No tenía algún conocimiento sobre el genoma porque en el siglo XVI se ignoraba el tema. Pero Fulcanelli sí sabía que modificando algunos patrones de su organismo físico las personas podían llegar a sanar sus enfermedades.
Él se las arregló para atender a algunos enfermos, obviamente sin permitir que esto trascendiera, y llegó a sanar con su don mental a quienes tenían problemas físicos reales.
La verdadera Alquimia fue desfigurada por leyendas provenientes de Bretaña. Bretaña hablaba de la Piedra filosofal, de la transformación del plomo en oro y todas esas cosas.
El plomo se puede transformar en oro a través de transmutar sus moléculas. No hablaban de transformar, por ejemplo, el hierro en oro, el cobre en oro, sino el plomo en oro...uya que el oro y el plomo tienen un peso específico muy parecido.
Científicamente sí se ha logrado transformar el plomo en oro...se ha logrado a través de la radiación, pero el proceso es tan costoso que no tiene ninguna utilidad económica.
Hace siglos atrás, hablar de transformar el plomo en oro, aun siendo dos materiales muy similares en peso atómico, era algo casi impensable.
Los alquimistas eran personas de una tremenda intuición. En esa época no existían los conocimientos químicos que hay ahora, no se sabía nada de la tabla periódica de elementos, ni de todas esas cosas.
Pero la verdadera Alquimia, la de Fulcanelli y otros, no era la de la transformación de los metales en oro, sino la de la transformación espiritual.
Es la Alquimia de los magos, de los verdaderos magos espirituales, de transformar el espíritu del Error en un espíritu de Luz.
Se ha hablado que Fulcanelli podría ser el mismo Canseliet...pero no lo era Canseliet ya que éste era su discípulo. Hubo muchas personas que fueron también espíritus de Luz que acompañaron y colaboraron con Fulcanelli, en esa vida y en otras anteriores.
Tras el nombre Fulcanelli se ocultaba un ser encarnado que lo único que buscaba era el transmutar a las almas.
Lo que es cierto es que Canseliet era su discípulo y que Fulcanelli le entregó los manuscritos...pero los manuscritos originales se perdieron.
Los libros El misterio de las catedrales y Las moradas filosofales que muchos hemos leído son manuscritos apócrifos.
En esa época el papel no era de buena calidad y las páginas se pusieron amarillas. Además, no había medios para conservarlos como los hay ahora. Diversos autores que a través del tiempo estudiaron los originales para pasarlos en limpio fueron transformándolos a su gusto..
Los originales simplemente los tiraron; lo poco que ha llegado hasta esta época se encuentra desvirtuado por las interpolaciones.
Fulcanelli era un personaje muy conocido, pero prefirió guardar el anonimato porque en esa época la Alquimia estaba considerada como charlatanería.
Fulcanelli necesitaba conservar su prestigio en razón de la altísima función que tenía y si hubiera dado a conocer sus estudios se hubiera seguramente granjeado muchos enemigos y su misión se le hubiera dificultado o resultado imposible.
Tras el nombre Fulcanelli se ocultaba la personalidad más relevante del siglo XVI, e incluso su nombre figura entre los 100 personajes más importantes del segundo milenio. Una de sus frases pasó a la historia: “París bien vale una misa”. Murió asesinado por un fanático al final de la primera década del siglo XVII.
En el prólogo de Canseliet a la obra de Fulcanelli “El misterio de las catedrales”, en uno de sus párrafos, dice: “Hace ya tiempo que el autor de este libro no está entre nosotros... deploro, ¡ay!, que desapareciera tan pronto... Mi maestro... desapareció al sonar la hora fatídica, cuando se produjo la Señal. ¿Y quién se atrevería a sustraerse a la Ley? Yo mismo, a pesar del desgarro de una separación dolorosa, pero inevitable...”.
Esas palabras se refieren exactamente a la trágica muerte de Fulcanelli.