Moderador: Arkantos
La alquimia, a nuestro entender, podría ser uno de los más importantes residuos de una ciencia, de una técnica y de una filosofía pertenecientes a una civilización desaparecida. Lo que hemos descubierto en la alquimia, a la luz del saber contemporáneo, no nos invita a pensar que una técnica tan sutil, complicada y precisa, puede ser producto de una «revelación divina» caída del cielo. Y no es que rechacemos toda idea de revelación. Pero jamás hemos visto, al estudiar los santos y los grandes místicos, que Dios hable a los hombres empleando el lenguaje de la técnica: «Coloca tu crisol bajo la luz polarizada, hijo mío. Limpia las escorias con agua tridestilada.»
Tampoco creemos que la técnica alquimista haya podido desarrollarse a tientas, a base de ínfimos trucos de ignorante o de fantasías de maníaco del crisol, hasta llegar a lo que bien puede llamarse una desintegración atómica. Más bien nos inclinamos a creer que en la alquimia existen restos de una ciencia desaparecida, difíciles de comprender y de utilizar, a falta de texto. Partiendo de estos residuos, forzosamente tuvo que haber tanteo, pero en una dirección determinada. Hubo también abundancia de interpretaciones técnicas, morales, religiosas. Hubo, en fin, para los detentadores de aquellos restos, la imperiosa necesidad de guardar el secreto.
Pensamos que nuestra civilización, al alcanzar un saber que es tal vez el mismo de otra civilización precedente, pero en otras condiciones y con otro estado de espíritu, debería tener el mayor interés en interrogar en serio a la antigüedad para acelerar su propia progresión.
Por último, pensamos esto: el alquimista, al final de su «trabajo» sobre la materia advierte, según la leyenda, que se opera en él mismo una especie de transmutación. Lo que ocurre en su crisol, ocurre también en su conciencia o en su alma. Hay un cambio de estado. Todos los textos tradicionales insisten en ello y evocan el momento en que se cumple la «Gran Obra» y en que el alquimista se convierte en «hombre despierto». Nos parece que estos viejos textos describen de esta manera el término de todo conocimiento real de las leyes de la materia y de la energía, comprendido el conocimiento técnico. Nuestra civilización se precipita hacia la obtención de tal conocimiento. No nos parece absurdo pensar que los hombres están llamados, en un porvenir relativamente próximo, a «cambiar de estado», como el alquimista legendario, a sufrir alguna transmutación. A menos que nuestra civilización no perezca por entero antes de alcanzar el fin, como acaso han desaparecido otras civilizaciones. Pero aun así, en nuestro último segundo de lucidez, no debemos desesperar, sino pensar que, si la aventura del espíritu se repite, es cada vez en un grado más alto de la espiral. Lo único que haríamos sería dejar a otros milenios el trabajo de llevar esta aventura hasta su punto final, hasta el centro inmóvil, y desapareceríamos llenos de esperanza.
SHADOW BLACK escribió:Tambien he oído hablar de los 4 elementos fundamentales de los alquimistas: fuego, tierra, aire y agua.
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