Yo he estado en Marte.

Realidad OVNI, relatos, abducciones, incidentes ovni, paleocontactos, los casos más famosos, encuentros cercanos.

Moderador: Arkantos

Yo he estado en Marte.

Notapor EBE » Jue Dic 16, 2004 8:58 pm

Hola :D, que tal compañeros gusto en poder saludarlos de nuevo, les mando una parte de una libro que tengo y que estoy transcribiendo para poder compartirlo con todos uds. ya que seria casi imposible que pudieran ancontrarlo en la web asi que decidí pasarlo a su forma electronica. La tercera edición del libro se termino de imprimir en 1977 asi que creo que nadie lo ha hecho antes.

Pequeña reseña
El libro trata sobre un grupo de cientificos que tienen un campamento de investigacion en medio de una selva, despues ellos empiezan a observar ovnis sobrevolando cerca de ellos y deciden hacer señales luminosas y sonoras para llamar su atención, despues de varios esfuerzos sin resultados, un día sucede lo tan esperado para ellos y tienen contacto fisico con los tripulantes de la nave (marcianos). Tiempo despues, ya habiendo interactuado en varias ocaciones con ellos son invitados algunos de los cientificos a tomar un largo viaje a conocer el planeta rojo y a sus habitantes.
Segun el autor esto es un relato veridico, la verdad yo la primera vez que lo lei me parecio real, aunque aun ahora tengo cierta creencia en este suceso.


PROLOGO

Querido lector:

Usted seguro se extrañará: primero del titulo de este libro. Al acceder a la solicitud de reedición, me veo en la obligación de consignar algunas declaraciones.

Hasta ahora me he limitado a señalar que este relato es la cristalización de una fantasía novelesca, de ciencia ficción, pero hoy puedo afirmar que en esta narración no se relata nada ficticio y rectifico mis declaraciones en el sentido de lo que aquí relatado no es mas que una condensación, un resumen, una pálida imagen de un acontecimiento histórico, cuya realidad proyecta consecuencias desconcertantes.

Considero muy necesario enfatizar sobre la veracidad del presente relato.

El fin que persigo no es el de que usted me crea, sería una insensatez esperarlo y soy el primero en reconocerlo. Usted opinará lo que más le convenga y naturalmente, lo que alcance el límite de su discernimiento.

Puede tomar este relato como novela divertida, como narración de una bella ilusión; en fin, como mejor le plazca. Pero antes de definir su opinión examine con sinceridad y cordura estas cuestiones:

¿ Se atrevería usted a asegurar que entre los millones de astros, con sus respectivos miles de millones de planetas diseminados en infinidad de galaxias, sóolo nuestro planeta, que es uno de los más insignificantes, es el único habitado por seres racionales ?

Y si no es el único habitado,, ¿ se atrevería usted a jurar que los habitantes de este pobre planeta somos los más adelantados del Universo ?

En este nuestro planeta-manicomio, lo que llamamos adelanto científico está en relación con el dinero disponible. ¿ Cree usted que el talento y la ciencia se puedan calibrar sólo con dinero ?

¿ Esta usted convencido que todos los científicos de la Tierra se han agrupado al servicio de dos naciones ? ¿ Y cree que las pagan esos servicios sean las naciones más cuerdas ?

¿ Cómo califica usted a un pueblo que puede derrochar miles de millones de dólares para explorar el espacio y no puede gastar algunos para robustecer los diques de ríos, con el fin de salvar a sus ciudades de desastrosas inundaciones ?

¿ Será verdaderamente sabio un gobierno que desangra a su pueblo con el mismo utópico objeto y no puede ni siquiera producir el trigo para el pan que el mismo pueblo necesita ?

¿ Y que opinaría usted si llegara a comprobar que estas insensateces no persiguen otro in que una barata y vulgar competencia publicitaria ?

Si usted está conforme con estas comedias seudo-científicas no debe molestarse para leer una sola página de este libro; y si son muchos los que piensan como usted, yo me declaro avergonzado de sentirme inquilino de un planeta que va revistiendo cada día más el carácter de manicomio.

Pero, por fortuna, no es así.
Son muchos los sabios que pueblan la Tierra.
Son muchos los sabios que no venden a ideologías políticas.
Son muchos los sabios que no se prestan a la teatralidad.
Son muchos los sabios que no se venden por un sueldo.
Son muchos los sabios que dedican sus esfuerzos para el bien de la humanidad, que desechan las infames estacadas de las fronteras; que tienen corazón suficiente para albergar sentimientos para todos, y no sólo para los reclusos de las separos que han crucificado al Dios universal para instalar los ídolos de barro de patrias mezquinas, que han impuesto como ley el odio hacia el vecino y como deber, su asesinato.

Son muchos los sabios que ven en la guerra el estigma infamante, que hace el habitante de la Tierra el ser más repugnante entre los seres que habitan los miles de millones de planetas de nuestro maravilloso Universo.

Y, por fortuna, estos sabios son mucho más doctos; y sus esfuerzos han sido compensados abundantemente por la ciencia, por la naturaleza y por Dios.

Hay un cúmulo tan grande de pruebas que respaldan mi rotunda afirmación, que creo del todo superfluo presentar ulteriores demostraciones.

Estos buenos amigos del género humano han confirmado ya sus éxitos con un lugar tal de pruebas que son más que suficientes para convencer al más ciego de los ciegos. Claro está que jamás podrán convencer al que usa ojos para no ver.

No hay rincón de la Tierra que no haya recibido la demostración de un poderío de insospechados alcances, prenda patente de que todos en la Tierra están locos; de que los cuerdos cuentan ya con protección poderosa.

Siga la ciencia venal jugando sus macabras comedias, pero puede estar segura de que alguien le marcará el alto.

La humanidad cuenta ya con fuerzas superiores para su protección; y son fuerzas, querido lector, capaces de poner en cintura los desmanes de cualquier loco.

Afortunadamente también este poder está protegido con el máximo secreto, secreto inviolable.

Esta es la potencia más desconcertante, desconcertante para los enemigos de la paz, absoluta garantía para los amigos de la humanidad.

Cuando usted vea uno de estos fenómenos cruzar por los cielos, salude al mejor de sus amigos.

Y aquí me veo precisado a formular una declaración más.

El problema más serio para nuestros científicos es el resplandor que estas vertiginosas máquinas no pueden disimular y que revela la portentosa energía de que van dotadas. Pero este problema ya se está en camino de resolverse; y es posible que al llegar a sus manos este libro, estos ángeles protectores puedan visitar todos os rincones de la Tierra, ya completamente inobservados y capaces de descargar el más tremendo castigo sobre los que pretenden forjar una nueva guerra.





ACLARACION

Sean han hecho posibles los maravillosos adelantos científicos que aquí se describen, merced al sacrificio personal de numerosos intelectuales que sólo a ello han dedicado sus esfuerzos. Se deben en gran parte sus logros al aporte económico de personas rectas y sanas que en esta forma han dado al bien de la humanidad el tributo más grande que registran los siglos. Reseñamos entre ellas al maestro e iniciador Guillermo Marconi que con los principios científicos sobre los que nos basamos, asignó un fuerte legado.

Dos ex reyes ya difuntos, un ex rey, vivo aún, dos reyes gobernantes, un ex presidente de América Latina, tres magnates de la industria americana, cuatro ingleses, el fundador de la República Italiana, dos magnates árabes del petróleo y varios acaudalados sudamericanos.

La forma maravillosa con que se ha guardado el secreto ha contribuido más que nada al éxito. En homenaje a estas personas hacemos las revelaciones siguientes: para rendirles justicia e influir a la enervada humanidad la esperanza que tanto necesita.

Rendimos, asimismo, gracias sinceras al gobierno y pueblo que han permitido la organización de nuestra institución, amparándola y escudándola.



¡ ATENCION, LECTORES !

Los últimos cinco años de la vida de Marconi fueron los de su más intensa investigación científica.

Esa investigación se concentraba sobre el estudio de la energía solar. Esas fueron también las investigaciones más rigurosamente guardadas en secreto.

Sus discípulos guardaron la reserva y organizaron intensa y sistemáticamente las investigaciones. Si los resultados de esas investigaciones, logrados hasta hoy, fueran detalladamente conocidos, la importancia de las armas atómicas sería reducidísima.

¿ Nunca se han hecho estas preguntas ?

“ ¿ Quiénes fueron los más allegados discípulos de Marconi ? ”

“ ¿ Dónde están ? “

Principios axiomáticos de Marconi que merecen estudiarse

“ Las mismas leyes que gobiernan la armonía entre el Sol y sus planetas son las que rigen las relaciones entre el núcleo y los componentes del átomo. “

“ El átomo es parte de una célula o una molécula, ésta es parte de un cuerpo. La Vía Láctea no es mas que una molécula en la inmensa grandiosidad de un cuerpo celeste; el Sistema Solar es uno de sus átomos. “

“ Sabe mucho más del átomo el astrónomo que conoce las relaciones del Sistema Solar, que el físico. “

“ Puede obtenerse más energía de un rayo de sol que de todos los átomos de la materia. “

“ A donde llega un rayo de sol puede llegar el hombre. “

“ La desintegración del átomo es una locura científica y sus consecuencias catastróficas. “

“ La naturaleza es como Dios que se complace en revelarse a quien la busca con amor. “

“ Si hay algo, que sí es realmente imposible, es poder negar a Dios. “



ADVERTENCIA

Prevenimos a nuestros lectores que en este relato nos vemos precisados a hacer ciertas reticencias, a las que nos obligan secretos que aún creemos prematuro revelar.

Se harán en este libro revelaciones que podríamos calificar de sensacionales y las hacemos por la convicción de que podrán deducirse de ellas consecuencias útiles.

Otro fin que se persigue es de inducir a la reflexión a alnas potencias y particularmente a algunos sabios que encauzan sus recursos, energías y conocimientos por un derrotero que tan sólo puede conducir a nuestro planeta a un seguro desastre.

El Universo encierra tantas maravillas, un recurso tan ilimitado de energías que para el escrutador sin prejuicios, las sorpresas de cada instante son abrumadoras. Al comenzar la reseña de los acontecimientos que aquí relatamos queremos ante todo rendir homenaje al Ser supremo, autor del Universo.

Es imposible, es absurdo lograr un progreso cierto, en el campo de la ciencia, sin reconocer la unidad en el Universo y analogía en todo cuanto existe. El simple hecho de existir nos hace en algo semejantes a todos y a todo, miembros de la comunidad maravillosa que es el Universo. Hay analogía entre el grano de polvo y el astro más grande del espacio; entre el ser dotado del más rudimentario hálito de vida y el hombre.

Son tan perfectas, tan exactas, tan inmutables las leyes que rigen este imperio de maravillas que su gobernante no puede tener parangón con nada de esa materia, por bella, por grande, por perfecta que sea.

A ese Supremo gobernante, que todo cuanto tiene inteligencia nombra “Dios”, el incondicional tributo de nuestro humilde reconocimiento.










UN POCO DE HISTORIA

Un grupo de personas, profundamente adentradas en los secretos de las ciencias físicas, reunidas en un lugar secreto de una selva sudamericana, forman una comunidad, dedicada únicamente a la investigación científica. Libres de todo compromiso con gobiernos o potencias, disponen sin embargo de un respaldo económico ilimitado que ha permitido un avance sin obstáculos con el logro de resultados asombrosos y prácticos que se participarán a la humanidad poco a poco, en la medida que esto convenga.

Tras larga deliberación se acordó entre todos dar a conocer en este libro la existencia de esta institución científica, sus fines, sus principios y algunos de sus logros para alivio de la humanidad contra la tensión nerviosa y el espanto producidos por los que se dedican, no a la reconstrucción sino a la desintegración de la naturaleza y lo que es peor, para fines exclusivamente destructores.

Enviamos una seria advertencia a ciertos gobiernos que agotan las energías de sus pueblos con el fin único de aumentar el poder de destrucción y aniquilamiento. Tenemos medios incomparablemente superiores, medios sencillísimos, que no requieren grandes contingentes humanos ni complicados procedimientos, por los cuales, sin embargo, podemos inutilizar sus intentos y si así lo quisiéramos, infligirles daños horrendos.

La armonía del espacio, la maravillosa gravitación universal de los astros son regidas por una energía inmensa, controlada por leyes sapientísimas. El estudio profundo de ellas nos ha permitido conocer algo de dichas fuerzas universales y aprovecharlas para nuestros fines.

Una prueba de ello son las apariciones de ciertos aparatos misteriosos observados ya por algunos en distintas partes del cielo, cuyo reconocimiento sin embargo no hemos permitido. Jugamos en el cielo con esas máquinas y hemos ya establecido contacto con otros mundos.

Esas apariciones son mensajes de paz, pero, lo recalcamos, podrían ser terribles castigos para los enemigos de la humanidad. El odio y la venganza tienen separados a los hombres y los mantienen en amenaza constante. Dos núcleos de investigación, uno en oriente y otro en occidente, marchan en ruinosa competencia proyectando sobre la Tierra la sombra macabra de la muerte. Dos opuestas ideologías desorientan las inteligencias, pero la Tierra será de los pacificos y nosotros somos sus aliados.

Servirá de alivio a los hombres de buena voluntad el saber que entre esos dos nubarrones se interpone este rayo de esperanza, que no busca el aniquilamiento sino la reconstrucción, la comunicación con la infinidad de seres que habitan otros planetas del sistema solar y los planetas de otros mundos; y esto es ya un hecho consumado.

Noventa y ocho hombres, provenientes de seis naciones europeas, son los que forman esta institución de sabios que dedican cuanto pueden y saben en provecho de la humanidad, con la juramentada decisión de encaminar sus descubrimientos exclusivamente al bien.

Tres principios básicos dan unión a esta comunidad:
1.- Una sola religión: Dios, infinito y sapientísimo arquitecto del Universo.
2.- Una sola patria: La Tierra.
3.- Un solo fin: Hacer nuestros aliados a los habitantes de otros planetas del
Sistema solar.
El maestro, el guía científico de este movimiento es Guillermo Marconi, cuyas investigaciones, la mayor parte desconocidas, han marcado el derrotero que hasta aquí hemos seguido.

Marconi, con sus descubrimientos, unió a todos los habitantes de la Tierra y prefirió la muerte antes que divulgar asombrosos hallazgos científicos que en esos momentos históricos habrían sido instrumentos de destrucción. Pero Marconi tuvo amigos íntimos, copartícipes de sus trabajos, de sus teorías y proyectos; y los sueños del maestro se están cristalizando.

Quien esto escribe tuvo el honor de visitar a Marconi en Génova, en su barco estudio, poco después de haber él iluminado desde allí la ciudad de Sydney. Me acompañaban en esa visita cuatro estudiosos alemanes. Nuestro objeto era obtener explicaciones del maestro de cómo podía dominarse la corriente eléctrica hasta dirigirla alrededor de la Tierra y hacerla detenerse en un punto determinado. Marconi afirmó desconocer propiamente lo que es la electricidad en sí, pero que podían comprobarse efectos que denunciaban mucha analogía entre todos los astros, un equilibrio tan perfecto; y particularmente creía, que lo que nosotros conocemos por electricidad, parecía no ser más que una chispa de la energía solar, rústicamente aprisionada por nosotros y siendo el Sol el centro irradiador de la misma, bien podía ser esa energía un vehículo para cualquier punto del espacio dominado por él mismo.

Estas ideas, confirmadas por ulteriores estudiosos y experimentos de Marconi fueron la base sobre la cual cimentamos nuestras investigaciones. Si esta energía que nosotros llamamos eléctrica, señorea el Universo difundiendo vida, luz y calor, ¿Por qué no podría aprovechársela como medio transmisor? ¿No podría guiarse cualquier vehículo como se dirigen las ondas sonoras en la radio? De ser esto posible el hombre podría llegar a donde quiera que llegue un rayo de Sol.

Convencidos de tener entre nosotros un vasto panorama que explorar, nos dedicamos a una ardua labor de investigación sobre la energía solar y sobre su posible aprovechamiento.

Intercambiando nuestras observaciones, fue aumentando el número de investigadores adhiriéndose a nuestras teorías eminentes aficionados. Los últimos asombros descubrimientos de Marconi confirmaron más y más nuestra fe en la teoría. La muerte del maestro y la Segunda Guerra Mundial cimentaron nuestros propósitos.

Convencidos que los habitantes de otros mundos están distantes pero no separados de nosotros, nos entregamos a la obsesionante tarea de convertir en vehículo la energía solar y tratar de comunicarnos con los seres distantes. Descartamos por tanto como errónea y peligrosa la desintegración del átomo, por parecernos además absurdo poder salir del alcance de la Tierra con las solas fuerzas terrestres.

Integrosé una sociedad, resolvimos organizarnos en un verdadero instituto. Nuestras ideas hallaron rápida aceptación y abundaron los medios materiales que permitieron levantar la grandiosa obra con los resultados que veremos.

Surgió rápidamente una verdadera ciudad científica, oculta en el corazón de la selva y con sus instalaciones casi todas subterráneas. Los trabajos impulsados con celeridad, dieron en el campo de la investigación resultados inesperados. De esos resultados, aquí, parsimoniosamente narraremos algunos.

El único fin de estas revelaciones es el de tranquilizar a la humanidad y disminuir el pánico provocado por ciertas apariciones, como los llamados platillos voladores y otros fenómenos.

Se ha tenido hasta ahora en máximo secreto y en su parte esencial, seguirá guardándose esta labor para evitar los abusos que de ello podrían derivarse.



LA ENERGIA SOLAR

Ya en el año de 1946 teníamos construido un poderoso receptor o colector de energía solar.

La energía eléctrica es una serie de vibraciones, lo que constituye la existencia, vida y movimiento de toda la materia. Esa vibración general tiene un centro de emanación; esa fuente de nuestro sistema emana del Sol.
Nosotros logramos obtener esa energía indirectamente, provocando la irritación de la materia, que acumula así y devuelve las moléculas del misterioso fluido que llamamos electricidad. Obtenemos así la energía solar por reflejo de la materia. ¿No podríamos obtener la misma energía directamente de la fuente, sin la excitación de la materia?
La existencia es movimiento. Todo cuanto existe, vibra: las moléculas y las células en los cuerpos y los átomos en la molécula; y cuanta energía encierra un átomo de la materia ya lo sabemos. Las moléculas de un rayo de Sol aprisionan más energía que todos los átomos de la materia. ¿No podríamos acumular esa energía de un modo tan sencillo como lo hace una nube, por ejemplo? ¿No lograremos con esa energía neutralizar la energía qué libera una reacción atómica? Se puede y próximamente los experimentadores de la bomba átomica tendrán una buena sorpresa, pues estamos preparados para convertir sus reacciones en el juego más inofensivo.
Toda energía molecular produce además un determinado número de vibraciones. Los metales, los metaloides, gases, líquidos y toda célula tienen su reacción peculiar y pueden ser afectados por distinta manifestación del misterioso fluido eléctrico. Pueden afectarse e inclusive destruirse, el sistema óseo, muscular, cartilaginoso, el compuesto medular y la masa encefálica. ¿Qué podría significar una descarga que afectara, por ejemplo, los cerebros de una concentración de soldados?
Todo esto está comprobado, confirmado por numerosos experimentos. Esta institución tiene ya en sus manos una fuerza de potencia insospechada con la cual podrían causarse desastrosos efectos como podría neutralizarse un cataclismo atónico.
El primer paso se encaminó a lograr, no la producción, sino la captación y concentración de energía solar. Luego el estudio de sus diversas manifestaciones para determinar sus aplicaciones.
Ya en el año de 1946, como dijimos, se tenía preparado ese poderoso colector y condensador de energía solar. Un aparato de suma sencillez. Esta máquina, además de acumular energía, la convierte en fuerza impulsora de sí misma. Puede inclusive desencadenar sobre cualquier objetivo una reacción mucho más poderosa que la que descargan las nubes con el rayo.
Seguía el problema de control y dirección del prodigioso aparato. Su gobierno a control remoto era ya cosa resuelta. Al parecer, más difícil era conseguir su control sin influencia externa; y este problema quedó al fin solucionado a satisfacción.
Se logró así una poderosa unidad, con alimentación continua de energía, no alterada en ningún lugar del espacio por influencias externas; unidad que concentra el mismo tiempo una potencia tremenda de acción externa.
En cuanto a velocidad no existen problemas mayores: Admite la velocidad que pueda resistir la robustez de su construcción. La forma esférica es más efectiva para la acumulación de energía, para su dirección, movimiento y resistencia son preferibles la forma fusiforme y la de disco.





LAS NAVES

Ya en 1952 se realizaron con éxito excursiones sobre todos los mares y continentes de la Tierra. La nave, que así la llamaremos, construida de una aleación especialísima, apta para resistir cualquier presión y velocidad, está formada de dos cámaras completamente aisladas entre sí. La exterior es separada de la interior por un vacío absoluto. La interior constituye la cabina con todos los instrumentos y comodidades necesarias, acondicionamiento de aire, presión, etc. El vacío entre las dos cámaras constituye un enorme acumulador de energía, la cual es captada por la superficie externa cuya efectividad se hace más eficiente debido a su forma completamente esférica.
Las dos cámaras van unidas sólidamente entre sí por soportes de vidrio, que constituyen otras tantas ventanillas, permitiendo desde el interior una visión perfecta para todas partes. Los dos puntos opuestos de la esfera, digamos norte y sur, terminan en dos torrecillas salientes dotadas de sendas y turbinas accionadas por electricidad, las cuales suministran el movimiento impulsor por cualquier dirección, que puede variarse instantáneamente. En el interior del eje, que atraviesa como diámetro la esfera y une las dos turbinas, está el periscopio que culmina en dos poderosísimos lentes, como remate de las torrecillas.
Los otros dos puntos, digamos este y oeste, están dotados de dos antenas magnéticas salientes que gobiernan su dirección lateral por un control que, neutralizando una u otra antena, inclina instantáneamente la nave del lado opuesto. La visibilidad desde el interior es perfecta, en la superficie de navegación por las numerosas mirillas externas y a grandes profundidades por los lentes del potente periscopio.

La cámara interna del aparato puede iluminarse al arbitrio. La parte externa se presenta con brillante luminosidad durante el día; en l noche toma un color rojizo a carga moderada y marcada brillantez al entrar la nave en actividad.

Un dispositivo especial permite aplicar cámaras fotográficas en el eje del periscopio. Hasta aquí la descripción que podemos permitirnos de la nave, que constituye el modelo ideal para viajes ultraterrestres.

Para mayores proporciones al aparato reclama una forma fusiforme, más resistente si bien un poco más lenta en movimiento. Para tamaño gigante es preferible la forma de disco; el primer disco construido y aún en servicio, mide 36 metros de diámetro horizontal y 11 de diámetro vertical.

La seguridad de navegación es completa por la liviandad del aparato y la falta de máquinas vibratorias. Acciona silenciosamente, fuera de un ligero zumbido al comenzar a accionar las turbinas, el cual desaparece en absoluto en alta velocidad por superar la barrera dl sonido. En regiones ultra atmosféricas trabaja por simple imantación energética y esto es lo que constituye la maravilla del aparato.
Cualquier posición o inclinación que tome la parte exterior de la nave no altera la posición de la cabina interior que siempre permanece horizontal.
El movimiento de estos aparatos no puede propiamente llamarse vuelo, de modo que al hablar de ello diremos que se trasladan o trasportan.
Son numerosísimos los viajes que se han efectuado por todas las latitudes y longitudes, viajes de prueba y de reconocimiento; en algunos de estos viajes las naves fueron observadas desde tierra. Podemos decir que tenemos escudriñada la Tierra y sobre todo ciertos territorios. Conocemos las principales instalaciones del mundo, particularmente las eléctricas atómicas, pues aún a grandes distancias son delatadas por sensibilísimos aparatos magnéticos de las naves, guardando en nuestro poder asombrosos documentos fotográficos.



Nuestras naves interplanetarias, perfeccionadas por los técnicos marcianos y
que efectuaron el viaje a Marte el 12 de Octubre de 1956.
A.- Turbinas de elevación. B.- Lentes de periscopio. C.- Turbinas de traslación




LA ESPERADA VISITA

Ya desde 1950 teníamos certeza de ser visitados por aparatos de algún otro planeta y deduciendo de nuestros progresos, llegamos a la absoluta certeza de ellos. La Tierra era sometida a un examen por habitantes de otro mundo y todo demostraba que sus intenciones eran amistosas, pero al mismo tiempo parecían no atreverse a tomar contacto y había para ellos serios motivos.
Resolvimos pues llamar su atención. Sus naves debían ser muy semejantes a las proyectadas por nosotros; lo indicaba su modo de proceder. Al notar sus apariciones iniciamos el lanzamiento de poderosas señales luminosas y sonoras de onda corta. No tuvimos respuesta al principio pero teníamos la certeza de no haber sido escuchados y vistos, pues las extrañas naves repetían sus visitas.
A fines de 1955 recibimos señales ciertas de respuesta. Dispusimos en nuestro pequeño campo de pruebas toda clase de señales para invitar a un aterrizaje. El 16 de diciembre del mismo año, a las cinco de la tarde con inmensa alegría nuestra, una formación de cinco aparatos hizo su aparición sobre nosotros y casi inmediatamente el primero de la formación hizo contacto con la tierra mientras los otros cuatro volvieron a elevarse, manteniéndose a poca distancia e igual altura.
La máquina que emanaba un brillo fosforescente, fue opacándose rápidamente y en breves instantes se trocó en un color indefinido tendiente a marrón claro.
Lo primero que saltó a nuestra vista fue que la extraña máquina, completamente esférica, no era de superficie lisa, sino toda erizada de puntas, de unas seis pulgadas de largo, de un metal brillantísimo; además no estaba provista de turbinas como las nuestras, sino que una banda ecuatorial de superficie lisa y de unos 60 centímetros de ancho que podía girar en ambos sentidos.
La esfera mediría unos 6.50 metros de diámetro. Otra sorpresa grande para nosotros y fue impresión unánime, la certeza de que esos aparatos visitantes disponían de una base en la Tierra. ¿En qué parte? No podíamos tener la menos sospecha, ni era del caso indagarlo por el momento, pero cada vez que aparecían no venían de otro mundo y la base desde luego debía estar bien equipada.
Prestamente nos acercamos al aparato y abriéndose una puertecilla lateral descendieron por ella cuatro personas que nos saludaron con inclinación de la cabeza y dieron paso inmediatamente al último de ellos que saltó a la vista ser el jefe.
Nuestra primera impresión fue la de hallarnos ante personas superiores a nosotros. Su estatura era un poco superior a la mediana nuestra; medirían un metro y ochenta y cinco centímetros.
El color de la piel, blanco pronunciadamente rosado, pelo corto de un rubio claro y ojos de un celeste claro, sin ninguna señal de barba en el rostro, con un traje que daba la impresión de se de una sola pieza y algo semejante a un overall de hule, que los protegía de los pies a la cabeza, inclusive las manos terminando sus mangas en forma de guantes. No llevaban zapatos, el mismo traje terminaba en forma de botas con una capa más gruesa bajo los pies. Una especie de cofia adherida al mismo traje y del mismo material les cubría la cabezas que descubrieron inmediatamente dejando caer para atrás las cofias. Pies y manos resaltaban mas pequeños y finos en proporción a los nuestros. La frente espaciosa y más alta que la nuestra. El aspecto general, hermoso e imponente

El primer contacto relevó inmediatamente amistad y simpatía por ambas partes. Les invitamos a pasar a uno de nuestros estudios, equipado el objeto con toda clase de mapas celestes en particular del sistema planetario solar, inclusive un globo de Marte.
La dificultad de comunicación quedo resuelta en parte por un sorprendente aparato que reflejando las ondas eléctricas provocadas por nuestros cerebros les revelaba nuestras ideas que acompañadas por indicaciones en mapas y globos eran bastantes sencillas.

¿Provenían del planeta Marte?
¿Habían venido otras veces?
¿Estaba totalmente poblado el planeta Marte?
¿Convendrían en establecer contacto con nosotros?
¿Podrían indicarnos la construcción de sus aparatos?
¿Por qué fuerza eran impulsados?

Sus respuestas fueron rápidas y a pesar de ser transmitidas solo por señales pudimos entenderla bien. Otra sorpresa, si bien no la expresaron era que resultaba claro por su modo de hacer las señales, no ser la primera vez que se relacionaban con nuestros semejantes.
Venían de Marte que ellos llaman “Loga”. Habían venido varias veces y trazaron en el mapa del Sistema Solar la trayectoria seguida para llegar a la Tierra (llamada por ellos “Dogue”) pasando y haciendo escala en la luna (“Minu”) en donde ellos tenían bases.
Su planeta que de aquí en adelante llamaremos también nosotros Loga, estaba más habitado que la Tierra.
Respecto a nuestros globos representando a Loga, resultó claro parecerles una puerilidad. Deseaban realmente y estaban dispuestos a darnos cuanta información quisiéramos respecto del suyo.
Estaban prontos a darnos cuantos detalles quisiéramos de sus naves y deseaban vividamente conocer las nuestras. Ellos se valían únicamente de la energía solar.
Estábamos satisfechos, su máquina receptora de ondas cerebrales les revelaba nuestra sinceridad, el deseo vehemente de relaciones amistosas y el fin único de servir al pacífico mejoramiento de los habitantes de nuestro planeta.
Ofrecimos luego un refrigerio, que aceptaron gustosos. Nos invitaron seguidamente a inspeccionar su nave cuya sencillez y comodidad nos asombró. La cámara del personal ocupaba apenas una cuarta parte del volumen total del aparato.
Había mucha semejanza con algunas de las nuestras, exceptuando quizá la mayor sencillez en sus controles. En lugar de turbinas para el arranque inicial, estaba dotado de la banda giratoria ecuatorial que le permitía tomar impulso vertical suavemente.
Acto seguido los llevamos a nuestro estudio taller para que examinaran nuestro último aparato, con el cual estábamos dispuestos a corresponder la visita. Mostraron vivo interés en todos los detalles.
Expresaron satisfacción y manifestaron ser posible la realización de nuestro viaje. Trataron de hacernos algunas indicaciones de reformas. Aprovechamos entonces para invitarlos a quedarse con nosotros a lo cual contestaron con una franca aceptación, asegurándonos que regresarían para ello.
Los acompañamos a su nave a la cual entraron con una última señal clara de “Hasta luego”. Cerróse herméticamente la puerta. El aparato comenzó a iluminarse exteriormente y se elevó. Inmediatamente se unieron en formación los otros cuatro y se alejaron rápidamente.
La entrevista había tenido más éxito del que podíamos esperar. Habría colaboración y entendimiento. Nos dimos a la tarea de preparar un sistema especial de señales luminosas y sonoras para lograrlo mejor. Por lo demás no debía ser difícil coordinar una lengua para mutua comprensión oral.
Por las pocas palabras que entre sí se habían cruzado podíamos deducir que su lenguaje era desprovisto de consonantes ásperas, guturales y vocales nasales o aspiradas, pudiéndose encuadrar fácilmente en nuestro grupo de idiomas neolatinos y especialmente italiano y español, o sea, consonante y vocales de pronunciación clara y líquida, hachas más suave por sus dentaduras de piezas más pequeñas y unidas que el común de las nuestras.



SEGUNDA VISITA

Nuestro objeto en este libro no es el de detenernos en detalles de nuestros estudios y trabajos sino de relatar nuestras relaciones con los habitantes de Marte.
Nuestros colegas de Marte habían demostrado sincera voluntad de cooperación y nos dimos a la inmediata tarea de realizar los últimos preparativos para traspasar la órbita de nuestras barreras terrestres.
Las naves no presentaban problemas respecto a la velocidad y dirección. Los problemas que hoy debían resolverse eran los relativos a la resistencia al recalentamiento por el roce inevitable con los elementos atmosféricos y estratosféricos.
En ambos sentidos habíamos dado pasos muy avanzados. Respecto a lo primero se planeó una nave de triple coraza con dos cámaras aisladoras de vacío absoluto. El segundo problema lo resolvería un elemento que debería ser conductor perfecto de la electricidad al mismo tiempo que dotado de extraordinaria resistencia al calor.
Se logró para la coraza externa una aleación que podía resistir 6,000 grados de calor en circunstancias corrientes y que cargado de electricidad se convertiría de una resistencia sin límites, convirtiéndose casi en energía sólida, que al aumentar la velocidad aumentaría al mismo tiempo el poder de concentración energética.
Las puntas de que estaba erizada la nave marciana nos encaminaron a la solución de varios problemas. Exactamente en mes después de la primera, recibimos la segunda visita de los mensajeros de Marte que esta vez se presentaron con seis máquinas, cinco de las cuales eran iguales a las primeras y la última de proporciones mucho mayores y en forma de disco o trompo muy achatado.

Podríamos dividir este aparato en cinco secciones. La central de diámetro mayor, dos secciones, superior e inferior a la centra que formaban una unidad compacta y sólida y las dos secciones, la extrema superior y la extrema inferior, móviles o sea giratorias, como dos turbinas pudiendo girar ambas en el mismo sentido o en sentido opuesto; dotando así a la nave de impulso de ascensión o de descenso.
En los cuatro extremos opuestos de la banda central estaban dispuestas cuatro turbinas de proporciones inferiores a las primeras dos, al accionar las cuales la enorme nave tomaría la dirección deseada.
La gigantesca nave era seductora y desde luego demostraba ser de una enorme potencia. Su diámetro máximo mediría unos sesenta metros, su altura máxima en cambio tendría unos dieciocho metros.

Descendieron tres personas de cada una de las primeras cinco naves, quienes acudieron a rodear el disco. En seguida abriéndose dos compuertas por las cuales descendieron veintiocho hombres. El jefe que nos visitara la primera vez, acompañado por otros dos, adelántose hacia nosotros, nos brindó amable reverencia que nosotros emocionados imitamos atreviéndonos a ofrecer un efusivo apretón de manos que fue cordialmente correspondido. Nos guió seguidamente el enorme disco, indicándonos un abundante equipo destinado a nuestro campamento, a donde podría ser depositado. Señalando el lugar y con la ayuda de nuestros hombres se procedió al desembarque. Desocupada la nave e invitados por ellos practicamos una inspección en su interior. Saltaba a la vista la formidable robustez de su construcción, hecha sin embargo con materiales livianísimos.
No nos entretuvimos en esa inspección, pues la nave iba a permanecer allí con sus tripulantes que comprendían mecánicos, dos médicos, tres físicos, dos astrónomos, especialistas en ciencias políticas y religiosas, dos expertos en alimentación y tres técnicos que se dedicarían exclusivamente a la interpretación y adaptación del idioma.
En nuestro campamento se hablaban 22 idiomas, ninguno de ellos sin embargo resultaba de utilidad práctica para el caso, pues, a pesar de que el idioma de los visitantes tenía en fonética bastante semejanza con las lenguas neolatinas, ninguna semejanza prestaba en lo demás. Quien esto escribe por poseer el dominio de 6 idiomas, integró la comisión que se encargaría de la interpretación y de establecer una posible coordinación de lenguaje para mutua facilidad de entendimiento.
Depositados equipos y equipajes, todo el personal visitante se reunió en dos grupos, 15 personas a la izquierda y 28 a la derecha del jefe, quien hizo la presentación de los segundos que permanecerían entre nosotros y refiriéndose a su planeta hizo entrega a nuestro jefe de un documento.
Extrajo de un rollo de oro finísimo una hoja, de treinta por treinta centímetros de brillante metal blanco del espesor de un papel nuestro corriente; la hoja metálica llevaba grabada en relieve con letras de oro, una inscripción encabezada a manera de escudo por un grabado, también en relieve, representando el Sistema Planetario Solar. Dos meses después teníamos la traducción exacta del contenido.



LOGA
Hermano universal del espacio inmenso
Rinde homenaje y amistad a

DOGUE
En el deseo vehemente de unir a los seres todos,
Que viven en un solo espíritu, en el espíritu infinito
para la gloria y paz eternas.






La firma la constituía un sello grabado en relieve, representando un globo de Marte; el cual signo era exclusivo privilegio del jefe supremo. Se nos enviaba pues un mensaje especial en nombre de todos los habitantes del planeta, del cual se desprendían fantásticos conceptos.
¿Vivirían en perfecta unión, en hermandad universal los habitantes de Marte y de los otros mundos?
¿Serían dirigidos o gobernados por un solo jefe?
¿Serían todos guiados por un solo principio religioso?
¿No existen discriminaciones de razas?
¿No existen en las cartografías de Marte las insulsas líneas llamadas fronteras, que marcan e imponen el odio entre sus habitantes?

Si esto fuera así: ¡Qué papel más triste desempeñaría la Tierra en el consorcio de los mundos! ¡Qué negro su panorama! ¿No sería nuestro planeta un salvaje rebelde en la armonía universal? Advertimos categóricamente que todos nosotros, dedicados sinceramente a la investigación estamos hondamente imbuidos de la idea de la divinidad y del principio religioso universal. Las abrumadoras reflexiones a las que nos inducía todo cuanto estaba ocurriendo, confirmaron más y más nuestros sentimientos.
Terminando el breve acto, el personal que iba a permanecer en tierra correspondió al jefe y a sus acompañantes el saludo, levantando recto el brazo derecho hacia arriba, pasándolo luego hacia el frente vertical al cuerpo, para tornarlo paralelo al mismo hacia abajo.
Interpretamos el saludo como señalamiento al astro de procedencia, juramento de fidelidad y obediencia incondicional. El mismo saludo nos dirigió el jefe a nosotros, secundando por todos ellos y nosotros instintivamente, a una, lo correspondimos. Se encaminaron luego a sus naves abordándolas inmediatamente. El jefe, que abordó por último su nave, nos saludó nuevamente y ocupó su puesto. Los aparatos se elevaron uno por uno y desaparecieron a grande altura dirigiéndose hacia occidente.
No regresarían a Marte, estábamos seguros, sino a su campamento terrestre: ¿A que parte de la Tierra? No lo sabíamos aún.
Los marcianos que quedaron, se dirigieron a su disco pues pasarían a bordo las primeras noches y parte del día para su ambientación y adaptación. A los cuatro días ocuparon definitivamente el edificio a ellos destinado y previamente acondicionado.
El objeto obvio de su visita era una mutua comunicación y el intercambio mutuo de conocimientos científicos, técnicos y culturales.
Cada comisión se dio inmediatamente a su tarea con el mayor ahínco, siendo las más ardua, al principio, la que tuve el honor de presidir y dedicada al lenguaje.
Diez días más tarde ya poseía nuestra comisión una idea clara del nuevo idioma y sus principales acepciones. Guiados por un programa bien definido nos circunscribimos a los esencialmente necesarios para el mutuo entendimiento en el desarrollo del mismo programa que era bien preciso.

Objetivos primordiales:
1.- Adaptar nuestros aparatos para el viaje proyectado.
2.- Intercambio de los conocimientos geográficos de ambos planetas.
3.- Intercambio de conocimientos cosmográficos del Sistema Solar.
4.- Estudio de la constitución física del cuerpo humano para su adaptación en los medios planetarios.


Seguire transcribiendo el libro y publicando aqui las sucesivas partes hasta que acompleten la historia.

In Lakesh.

Última edición por Arkantos el Mar Jun 24, 2008 6:40 pm, editado 3 veces en total
Razón: A pedido de los foristas se ha agregado enlace de descarga permanente al libro.
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Notapor JULIUS » Sab Dic 18, 2004 11:23 am

Gracias por la información EBE.... puede ser muy interesante, pero tras leer lo que ya has traducido 8cosa de verdad admirable y por demás generosa por tu parte), creo que lo pondré en la colección 'Clásicos Disney'.

No te enfades por favor..... pero es que viendo lo que se pone, solo puedo decir 'feliz Navidad'.

Saludos, y eso a todos...FELIIIIZZZ NAVIDAAAAAAD.
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Notapor EBE » Sab Dic 18, 2004 1:27 pm

Para nada, yo se que solo es una novela de Ciencia ficción, aunque el lector diga que fue un hecho real, a lo mejor y si quien sabe.

Feliz Navidad, recuerden el verdadero jubilo de estas fiestas.
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Notapor JULIUS » Sab Dic 18, 2004 1:37 pm

Gracias EBE!!!

Pero yo diría algo más: necesitamos de una fecha en nuestra 'agenda vital' para acordarnos de que no estamos solos y en el fondo NOS QUEREMOS!!!'.

Un abrazo.
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Yo he estado en Marte

Notapor Evil_Khalid » Sab Ene 08, 2005 8:53 pm

La realidad es que Yo he estado en Marte es simplemente una exitosa novela de Ciencia Ficción de Narciso Genovese y no hay que verla como algo más.
Los Dioses Mayores y los Demonios temen por mi Inmortalidad desde que la robé hace años. No estoy del lado del bien ni del mal, sólo busco el bienestar de los demás, soy un guerrero solitario con un lado oscuro y frío.
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Notapor Maor » Dom Ene 09, 2005 8:22 am

lo que he leido hasta ahora me ha dejado bastante contento por lo demas. hasta ahora no he leido el relatro completo, pero los axiomas de Marconi me parecen extremadamente acertrados. voy a darle unas vueltas al asunto y emitir una opinion final
Liria dijo religiosamente:
"...como tampoco necesito pruebas para saber que los platillos volantes son de fabricación terrestre.Tampoco necesito pruebas para saber que otras naves desconocidas son tambien de fabricación terrestre..."
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Notapor EBE » Lun Ene 10, 2005 1:33 pm

aun no termino de transcribir el libro, pero en cuanto este listo, les mando el archivo en word al que me lo pida, yo les avizare cuando este terminado.

Saludos.
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Notapor EBE » Mar Ene 18, 2005 1:55 pm

aki esta la segunda continuacion del libro, (hasta aqui llevo escrito la mitad del libro) las partes que faltan hacen referencia a el planeta Marte, su geografia, los deportes, agricultura, ciencia e industria, politica y vida social, la mujer, medicina, religion y el idioma.

De igual forma que cuando este todo listo se los puedo pasar a formato word con los dibujos escaneados que tiene el libro.


La energía solar puede convertirse en un sin número de aplicaciones análogamente a lo que nosotros hacemos con la electricidad que, al fin, es la misma cosa. Los marcianos hacen uso casi exclusivamente de esa energía, cuya acumulación obtienen de un modo maravilloso de los rayos solares.
Es sorprendente la solidez, estado compacto y enorme capacidad de acumulación que adquieren ciertos elementos metálicos al ser tratados, en estado líquido durante la fundición, por el voltaje elevado de electricidad que deja el metal casi en estado híbrido con asombrosa sensibilidad a la energía. Así fueron reformándose las corazas de nuestras naves.
Buenas sorpresas recibimos en asuntos geográficos, pues mientras ellos conocían la Tierra casi tan bien como nosotros, en cambio, nada sabíamos de Marte. Poseían de la Tierra mapas muy detallados, lo que indicaba que se había llevado a cabo una seria exploración de la misma. Era cierto y nos enteramos de datos sorprendentes.
Los marcianos estaban explorando sistemáticamente nuestro planeta desde el tiempo de la Primera Guerra Mundial, habiendo llegado por primera vez en agosto de 1917.1 Su primer viaje, realizado con cuatro naves había sido fatal por que sólo dos pudieron regresar, pero con suficientes experiencias para los siguientes. Hasta mayo de 1936 se realizó la segunda expedición con éxito completo.
Repetidas veces se habían percibido señales en Marte cuando Marconi en sus experimentos lanzaba poderosas ondas dirigidas a otros planetas, los viajes a la Tierra se multiplicaron. La última guerra mundial, de la cual se dieron cuenta cabal, los disuadió de buscar un entendimiento; había demasiado desacuerdo, demasiada saña, demasiado odio entre los hombres. ¿Serían tergiversadas sus buenas intenciones? Al término de la guerra se reanudaron sus viajes de exploración.
Por cierto que en una de esos viajes había ocurrido un serio incidente al no poder evitar a tiempo el demasiado acercamiento de un aparato terrestre, el cual, provocando una tremenda descarga eléctrica, literalmente se pulverizó.

1 Nos referimos aquí a sus visitas y expediciones sistemáticas, porque sus visitas eventuales a nuestro planeta, como demostraremos ampliamente en nuestro segundo libro “MARTE Y NOSOTROS” datan de más de dos mil años.

Lo anterior nos confirma que si conocían la Tierra, la Tierra sin embargo no era confiable. Unos treinta marcianos habían sido depositados en tierra, haciéndolo en diversas partes. Un marciano confundido en una gran ciudad, puede pasar desapercibido. Así es como se conoce en Marte a Washington, Nueva Cork, Roma, Londres, Paris y se conoce algo de sus idiomas.
Persiguiéndose por ellos siempre el fin de un entendimiento, trataron esos visitantes de captar una clara idea del estado psicológico de la humanidad. El cuadro sin embargo siempre se presentó oscuro. Más tarde, llegando nosotros a Marte, nos dimos cuenta exacta de los conceptos que se habían formado y los consignaremos fielmente. Por el momento sólo declararemos que gozan de óptima reputación ante ellos los norteamericanos y las naciones del pacto del Atlántico, por sinceras en sus intenciones. No confían en el asiático y menos en Rusia que constituyen según ellos el peligro más grave para nuestra pacífica prosperidad.
Por eso nos costó lograr convencerlos a establecer contacto con nosotros. Pero ya habíamos comprendido y perseguíamos el mismo objetivo.
Cosmográficamente pudimos hacer un mejor aporte, si bien aventajan en mucho sus instrumentos de observación, mucho más perfectos y porque varios planetas y ellos conocen tres más que nosotros, habían recibido su visita. También la Luna que para ellos era una escala de rutina, nos reservaba sorpresas.
Respecto a la adaptación vital de unos y otros no se presentaban problemas mayores como nosotros suponíamos. En Marte la temperatura es muy inferior a la medida terrestre, sin embargo hay muchas regiones terrestres habitadas con temperaturas muy parecidas a la medida del planeta amigo. La temperatura media en Marte podría corresponder a la nuestra de diez grados centígrados, sin embargo, por diversas razones de orden atmosférico y geológico, los efectos no son idénticos. Sobre los habitantes de Marte nuestro clima es oprimente por su atmósfera más pesada.
Los terrícolas en cambio experimentarían en Marte la sensación de quien se halla a una altura de seis mil metros sobre el nivel del mar.
Estando ubicados nuestros estudios en una región andina a cuatro mil metros sobre el nivel del mar y a una temperatura media de dos grados centígrados, se comprenderá la fácil adaptación de los marcianos.
Una permanencia larga en regiones menos elevadas o a nivel del mar causara trastornos en el organismo de los marcianos por la subida presión atmosférica, al igual que sufriríamos nosotros en regiones elevadas de Marte por la razón inversa.
Las enormes variantes durante el trayecto serían salvadas por una conveniente adaptación del interior de las naves, prescindiendo por completo de los absurdos equipos personales como los que se estilan en las naves supersónicas corrientes. Mediante una conveniente adaptación del interior contaríamos durante todo el viaje con oxigeno, temperatura y presión adecuados.

La alimentación no constituiría un serio problema. Los marcianos traían consigo una fuerte reserva alimenticia en forma de comprimidos, fabricados casi todos de cereales, muchos de los cuales se cultivan allá. Sin embargo poco uso tuvieron que hacer de esas reservas pues nuestra alimentación resultó para ellos muy satisfactoria, lo mismo que para nosotros resultaba efectivo y altamente eficaz su régimen.



¡ATENCIÓN, HABITANTES DE LA TIERRA!

Era realmente sincero el interés de los marcianos en el establecimiento de las relaciones sólidas con nosotros, prodigando además sus conocimientos técnicos y científicos sin ninguna reserva, revelando un celo semejante al de apóstoles de un credo. Estaban convencidos de que, de la semejanza entre los dos planetas y entre los habitantes de los mismos, podrían deducirse, por una ley universal, analogías y semejanza entre todos los planetas y sus habitantes, tenidas en cuenta las diferencias accidentales en unos y otros. Y como en un mismo planeta hay partes de él y de sus habitantes más desarrolladas que otras, así habría en el universo mundos y planetas más perfeccionados que otros. Las diversas circunstancias de ubicación, distancia, influencia, etc., del centro energético, el Sol es nuestro caso, son un factor de suma importancia en el mayor o menor grado de desarrollo en cada caso. Eran inimaginables las consecuencias que podrían deducirse del hallazgo de leyes exactas al respecto. Nosotros comprendimos claramente los móviles y aspiraciones de los marcianos; son seres sumamente adelantados científicamente y al mismo tiempo poseídos de un alto espíritu idealista, misioneros de una idea universal.
La formación y constitución de los mundos dan a sus sistemas teórico, filosófico, científico y religioso una cohesión de solidez granítica, de conclusiones claras, sólidamente fundadas, que dirigen la investigación por un camino bien determinado.
El Universo entero (nuestro macrocosmos), es una realidad bien definida. Sus componentes son, asimismo, realidades tan definidas como lo son las diversas partes de esos componentes.
Las leyes exactas que gobiernan y singularizan el átomo de cada molécula y la célula de cada organismo y los organismos de cada cuerpo son idénticas a las que en el espacio relacionan el satélite con el planeta, el planeta con el astro y el astro con el Universo.
La ley constitutiva del microcosmos, el átomo, es la que constituye el macrocosmos, el Universo. ¿Cómo podrá llegar la humanidad a la resolución certera de tantos problemas que le obstruyen el paso a la luz, mientras para unos el mundo tiene un origen, para otros es muy distinto? El principio moral es diverso en varios. Para unos Dios es realidad, para otros, ficción. En la misma investigación científica, los principios de partida son distintos. Esto no producirá más que un caos del cual la humanidad no logrará nunca resultados de avance real.
En Marte se logró el establecimiento de principios bien definidos, verdades inmutables y no tergiversadas; eso los ha conducido al grado de perfección que los enaltece. Sí un mismo principio, sostenido por unos es rechazado por otros relegará forzosamente a unos u otros al error; conducirá rápidamente a unos hacia la verdad y sumirá a otros en mayor confusión.
En la Tierra, divagamos aún en absurdas elucubraciones respecto al origen de la materia y de la vida. ¿Cómo podremos dar un paso positivo hacia la determinación de ciertos principios, la positividad de ciertas leyes y tras esos básicos baluartes avanzar con firmeza si lo que hoy tenemos como seguro pedestal resulta mañana deleznable y es suplantado por otra teoría a su vez incierta?
¿Cómo podremos establecer principios religiosos, científicos y ni aun políticos y sociales si fijamos como base de nuestro mundo una absurda teoría de evolución materialista? ¿Ha producido una causa inferior efectos superiores alguna vez? Y aun en el campo de la experiencia, ni los elementos primarios han dado un paso no digamos al perfeccionamiento, peor ni siquiera a una mínima transmutación. Jamás el oro se ha trocado en plata, ni el hierro en plomo, ni el hidrógeno en oxígeno. Mucho menos se han hallado vestigios del cambio de un mineral en vegetal, del vegetal en animal, o del irracional en ser inteligente. Pero ni de una especie a otra se ha logrado el paso y los esfuerzos en ese intento han dado por resultado únicamente pequeñas variantes o monstruos accidentales. Y si no lo ha logrado la ciencia con todos sus esfuerzos. ¿Cómo lo habrá podido efectuar la naturaleza que en su estado primario el evolucionista la considera materia ciega e ignorante?
Si la ciencia procediera en su ascenso partiendo de un principio axiomático y gradualmente avanzara a un segundo paso que fijara inconmovible base para un tercero tendríamos en la escala del progreso peldaños firmes que conducirían a una meta de alcances indefinidos. Pero si el primer peldaño de esa escala descansa en falso, todos serán elucubraciones faltas de lógica y sentido.

Ocurre con frecuencia a la humanidad lo que al cirujano en el campo de la medicina. Una operación quirúrgica, basada en un falso diagnóstico concluirá en una herida fatal y a veces en un homicidio. Muchas cosas hace la humanidad, que son ridículas, inútiles y a veces fatales. Es encomiable el esfuerzo humano, por ejemplo, en el campo del transporte; pero ¿compensan las ventajas al enorme promedio de destrozos que ello ocasiona? Un país podrá ofrecer un automóvil a cada habitante, pero para ello: ¿Cuántos millones de toneladas de materia prima extraeremos de la tierra? ¿Cuántos millones diarios de toneladas de combustible, gases, carbón, petróleo, etc., arrancamos de sus entrañas? El peso de nuestro planeta es definido. ¿Soportará este peso una mengua indefinida? ¿A qué cataclismo llevamos nuestro planeta? ¿A qué consecuencias nos llevará la desintegración atómica? Invertimos millones de unidades de energía humana, millones de toneladas de materia prima para aniquilar materia y obtener como consecuencias sólo destrucción.
Habrá de producirse en nuestro planeta un desequilibrio tal que afectará forzosamente, por ley de compensación, el equilibrio de los otros planetas de nuestro sistema. Por eso se alarman justamente sus habitantes y vienen en nuestra ayuda para encauzarnos por otro rumbo. Dejemos de destrozar y enervar nuestro planeta y aprovechemos la maravillosa energía que transporta los astros y gobierna el Universo.
Por eso los marcianos tenían interés en llevarnos a conocer su casa, su gobierno, su vida y sus progresos.



ULTIMOS PREPARATIVOS

Los trabajos se hacían con celeridad. Habíamos logrado la comunión entre dos mundos. Los rápidos progresos nos llenaban de honda satisfacción y nos infundían alientos con el entusiasmo y el optimismo que comunica la seguridad del triunfo. Los marcianos dominaban la materia con destreza sorprendente y un conocimiento profundo de las propiedades cuyo alcance nosotros no habíamos logrado. La constitución física del planeta Marte es igual a la terrestre de modo que no hubo necesidad de engorrosas investigaciones. El calor y la fuerza motriz eran logrados con la concentración de los rayos solares por un receptor de vidrio en forma de cúpula. Durante los meses de arduo trabajo fueron frecuentes las inspecciones de jefes marcianos cuyas visitas eran ya rutinarias.
Tres poderosas máquinas estaban al fin prontas para cruzar el océano inmenso del espacio.
De forma completamente esférica, en el interior cada máquina consiste de una cámara dividida en dos secciones, una destinada al personal y otra a los instrumentos mayores. Esta cámara está protegida por cuatro corazas de extraordinaria robustez, separadas entre sí por tres cámaras, las dos externas de vacío absoluto y la última comunicante con el interior. En esta última, en su mayor parte transparente, están instalados varios equipos. La envoltura externa, de forma también esférica, constituye un poderoso colector de energía, dotada de puntas de un enorme poder electromagnético. Dos poderosas turbinas, que toman aspecto de torrecillas, en los extremos superior e inferior, le dan propulsión y otras tres minúsculas, distribuidas en la extrema superficie externa, le dan dirección. Poderosos y eficaces condensadores aseguran fuerza de emergencia. Un mínimo de esta fuerza es suficiente para asegurar al aparato un aterrizaje eventual el cual puede efectuarse en agua, previo enfriamiento de la parte externa, lo cual se consigue neutralizando el circuito magnético. Enormes reservas de oxígeno, alimentos concentrados y todo lo previsible eran instaladas en las naves. A los marcianos nada podría sorprender.
Tres meses de vuelos intensos por todas las latitudes y longitudes consagraron las naves para el histórico acontecimiento.
El viaje fue bautizado Expedición Colón en homenaje al gran genovés que dio luz al nuevo Mundo del cual se desprendería esta nueva epopeya cuyos alcances sólo están en poder de dios y de la historia. Las naves, bautizadas con solemne rito religioso (contaba nuestro instituto con dos eminentes sacerdotes), se llamaron Loga, Dogue, Cuni: Marte, Tierra, Alianza.
Exornaban el interior de las naves sendas efigies de oro del máximo embajador de los siglos a quien confiamos reverentes nuestra empresa: Cristo Rey.
Las circunstancias todas concurrieron a fijar la memorable fecha, por demás simbólica, 12 de Octubre para el primer viaje interplanetario. Los últimos preparativos inmediatos fueron hechos con la emoción que puede infundir un acontecimiento, el más memorable de la historia de la humanidad.
América debía ser la primera antena del nuevo mensaje. El día 28 de Octubre estaría el planeta Marte en oposición al Sol, hallándose la tierra entre el sol y Marte y la Luna entre Marte y la Tierra. El 12 de Octubre era por tanto aún astronómicamente la fecha precisa para el inicio del viaje.
El personal destinado a tripular las naves estaba listo. Las nueve personas, seleccionadas para satisfacer todos los requisitos, estaban prontas para cumplir su misión; un médico, un sacerdote (eminente astrónomo), cuatro técnicos físicos, dos peritos en sociología y ciencias metafísicas y el autor de este relato, como intérprete.
En previsión del sepulcral silencio en que serían envueltas las cabinas interiores de las naves durante el cuelo sideral, fueron equipadas convenientemente con especialísimos aparatos de reproducción musical, cintas magnéticas para reproducción de instrucciones y programas especiales, destinados a mantener alerta el sistema nervioso y potentes unidades para comunicación radial directa con la base. Estos aparatos que resultaron de alta eficacia, sensibilidad y fidelidad, fueron construidos especialmente.
El 9 de Octubre habían descendido al campamento siete aparatos marcianos, seis de los cuales traían misión de escoltarnos en el viaje. Ellos estaban listos y para nuestra sorpresa, cada nave venía equipada de un poderoso dispositivo electroimán con el cual podría en caso de grave emergencia, ser remolcada otra nave en el espacio.
Una poderosa estación de radio fue preparada especialmente para mantenerse en contacto con nosotros, estación sin duda la más poderosa que se haya construido hasta hoy. Los marcianos, que demostraron vivísimo interés desde el principio por nuestros sistemas de comunicaciones radiales, se esmeraron en ayudarnos a dejar las instalaciones con máxima efectividad.

La técnica de los expertos visitantes nos había prestado ayuda decisiva en la resolución del problema clave para el traspaso de las fronteras de la atracción terrestres. Para contrarrestar la fuerza de la gravedad sería invertida la energía eléctrica de modo que en lugar de sufrir resistencia serían rechazadas de su eje. Hallándose Marte al exterior de la órbita terrestre, nosotros seríamos trasportados por la energía solar en sentido directo al de su atracción.
Quedó comprobado definitivamente que la energía eléctrica no es más que una manifestación de la inmensa energía que gobierna la gravitación general.
Al contrario de la que sucedería con cualquier aparato terrestre de otro tipo, la atmósfera no constituye un medio para las naves energéticas sino mas bien un lastre y cuanto más rara la atmósfera mayor es la cantidad e energía aprovechable, menor la resistencia externa y menores los problemas del rozamiento atmosférico.
Como el planeta Marte es mucho más pequeño que la Tierra, menor su atmósfera y su fuerza de gravedad, los viajes de los marcianos a la Tierra y nuestro viaje de regreso resultan mucho más fáciles.
Previsto todo lo humanamente previsible y concluidos todos los preparativos, el 11 de Octubre de 1956 extendía ya sobre la Tierra la noche más memorable y para nosotros la más larga de todas las noches.
Un cúmulo de sueños, ideas, sentimientos, nobles esperanzas invadían las mentes y los corazones de todos, de los que permanecerían en tierra, pero especialmente de los escogidos que íbamos a emprender el camino de los astros.
¿Cuál sería la conclusión de tan extraordinaria aventura? Sin embargo no nos sentíamos aventureros; sentíamos la satisfacción, la emoción honda de la embajada, de la misión más grande cuyos resultados podrían tener consecuencias de alcances imponderables.
¿Coronaría el éxito nuestra misión? ¿Volveríamos a ver a nuestra amada Tierra? ¿Sus montes, sus mares, sus crepúsculos, sus auroras? Acostumbrados a sumirnos en la contemplación de las cartas celestes que nos mostraban la Tierra como un cuerpo insignificante entre los gigantes del cielo, la teníamos casi olvidada; pero hoy surgía para embargar nuestra mente y nuestro espíritu con todo el encanto de sus bellezas, de nuestros amores, de nuestros sueños y esperanzas. Sus horrores, sus guerras, sus pasiones, sus odios, sus insondables abismos, sus cumbres excelsas, la furia de sus mares, el terror de los huracanes, el retumbar de sus volcanes, sus aborrecidas luchas fratricidas, todo formaba en esos momentos un cuadro de sombras y luces, grato a nuestros corazones. Nunca habíamos sentido tanto, el amor por este bendito suelo. Al fin éramos de la Tierra y somos de tierra.
Nos alentaba en la partida la esperanza del regreso, pero, si en esa gloriosa jornada por los caminos del cielo hallásemos la muerte, ¿podría acaso llamarse muerte? ¿Es acaso muerte el perderse entre los astros del cielo? ¿Es acaso una tumba pesada el espacio inmenso?
¡Y qué grande! ¡Qué sabia! ¡Qué hermosa ha de ser esa inteligencia infinita que así ha dispuesto tantas maravillas, leyes tan precisas, para quien el mundo es un átomo y el átomo es un mundo. Era comprensible en esa noche memorable la exaltación de nuestras mentes, pero nuestra rendición, nuestro acatamiento, nuestra adoración al supremo Hacedor del Universo, eran más sinceras, más espontáneas, más naturales que nunca.
Y ya la aurora del nuevo día apuntaba en el cielo, que nos esperaba. Era el 12 de Octubre de 1956.



NUESTRO VIAJE
12 de Octubre

Desde las primeras horas del amanecer el campamento bullía en movimiento. Nunca como ese día se había notado tanto espíritu de fraternidad entre todos los miembros del campamento, entre los marcianos y nosotros, inclusive los nativos que estaban a nuestro servicio desempeñando trabajos accesorios. A todos embargaba una extraña emoción.
A las diez de la mañana todo estaba listo y reinaba en el ambiente una calma y tranquilidad extraordinarias. Nos reunimos todos en un último acto cordial para dar expansión a nuestras emociones. El director de nuestros estudios, Martinelli, a la par del jefe marciano, Tage (pronúnciese la g a la italiana), vivamente alterado por la emoción, nos comunicó las últimas y mas bellas noticias. El jefe marciano manifestaba máxima complacencia por nuestros esfuerzos, que quería patentizar admiración por nuestra labor y sus fines y tenía fe cierta en el éxito por la hermandad y unión de los mundos. En prueba de ello solicitaba venia para instalar junto a nosotros una base marciana permanente, para fines de estudio y experimentos en comunión con nosotros. Los aplausos estruendosos que irrumpieron esta noticia impresionaron vividamente a los marcianos, cuyos rostros vimos por primera vez alterar emoción. Unos y otros éramos embajadores de una idéntica misión.

“Todos los presentes, desde el jefe al más humilde del campamento, tenemos la misma responsabilidad y el mismo mérito en ésta y en todas las empresas, continuaba Martinelli; en todo el mundo se brega, desentrañando de la Tierra medios para destrucción y muerte, nosotros nos dirigimos al cielo en busca de hermanos y de paz. Dios debe estar con nosotros, como siempre lo ha estado.”
El efecto de sus palabras fue culminado por Tage, quien, invitado a hablar, pronuncio sólo tres, que no necesitaron interpretación: “Sundi, Dogue, Loga: Dios, Tierra, Marte.”
Las últimas instrucciones fueron breves y una vez más revelaban el alto espíritu de cooperación de nuestros aliados. Vestiríamos el traje proporcionado por los marcianos y que hemos descrito al principio, el cual, además de ser sumamente liviano, es un aislador perfecto contra la electricidad.
La salida era fijada para las doce horas meridiano, elevándose las naves a diez mil metros de altura para dirigirse sobre el polo norte de donde se iniciaría el ascenso describiendo una elipse con destino directo a la Luna.
De la Luna saldrían a nuestro encuentro naves marcianas para aumentar la escolta a la base lunar, completando así la primera etapa.
Nuestras naves serían ocupadas por seis tripulantes, uniéndose a nosotros tres marcianos en cada una. Completarían el convoy las otras seis naves marcianos que cerrarían el círculo, formando en conjunto una estrella de nueve puntas que constituiría de eso modo un formidable circuito magnético, tal como se había efectuado dos meses antes en varias excursiones, en una de las cuales se habían llevado a cabo evoluciones sobre la cuidad de Washington.

La velocidad hasta la llegada al polo sería de seis mil kilómetros, al iniciarse el ascenso directo sería aumentada hasta treinta y cincuenta mil kilómetros por hora. La pausa en la Luna sería de seis horas. De la Luna a Marte la velocidad sería difícil de controlarse, siendo la mínima de cien mil kilómetros por hora.

Téngase presente que estos aparatos fuera de la atmósfera tendrían a tomar la velocidad de la luz; nuestro control, por tanto, no consistiría en darle impulso sino en el de frenarlo, lo cual sería conseguido efectivamente al entrar en los medios atmosféricos.

Del punto de partida hasta el polo terrestre serían gobernadas desde el campamento por control remoto; al iniciarse el ascenso paralelo al eje terrestre sería suspendido nuestro control y entrarían bajo el control de la base lunar.

A las once cuarenta y cinco minutos cada tripulante equipado al pie de su nave recibió la última despedida y ocupo su puesto. Nuestro director prodigo a cada uno un abrazo efusivo sin poder reprimir las lágrimas.

Tage, el jefe marciano, en un gesto de profundo significado ocupó una de nuestras naves, Dogue; y ese gesto infundió en todos seguridad y confianza. La despedida entre Tage y Martinelli fue el espectáculo más significativo: Martinelli colocó en la mano de Tage un precioso anillo que llevaba incrustado en el centro un diamante mayor, representando el Sol r incrustados sucesivamente otros ocho proporcionados al tamaño de los planetas más conocidos y dos esmeraldas representando a Loga y Dogue, con la inscripción en el reverso: Amitia et pax (Amistad y Paz).
Un abrazo efusivo coronó la escena en la que, en dos seres, se abrazaban don mundos. Eran las once con cincuenta minutos, las naves se aureolaron de un brillo fosforescente.
A las doce meridiano se elevaron. En el campamento reino el silencio más profundo mientras los ojos de todos escrutaban el cielo para inclinarse luego reverentes a contemplar la única bandera que señoreaba el campamento, un enorme pabellón blanco con un disco de oro en el centro.



EN EL ESPACIO

De los tripulantes de las naves terrestres, dos eran de nacionalidad italiana, uno francés, un noruego, dos alemanes, un holandés, un belga y un inglés. De los italianos uno es sacerdote y eminente erudito en la ciencia termoeléctrica.
Las naves se elevaron perpendicularmente y a la altura prevista, tomaron rumbo al polo Norte. Las cabinas eran confortables; presión atmosférica, oxígeno y temperatura habían sido establecidos desde tierra. Nótese que con dos dispositivos especiales podía introducirse aire del exterior de modo que el oxígeno de reserva, acumulado en suficiente cantidad en estado líquido, se haría uso en el momento oportuno.
Un equipo completo de instrumentos para todas las investigaciones previsibles había sido acondicionado en las naves, alguna de ellos en contacto con el exterior. Aparatos especiales de grabación registraban todas las variantes de los instrumentos.

Sensación especial no percibíamos ninguna, ocupando nuestra atención particularmente en los panoramas del periscopio que pronto no mostraba más que el blanco reflejo del manto polar.



Durante este trayecto el movimiento de traslación lo efectuaron las turbinas por la energía dinámica. Llamaremos dinámica a la energía trocada en electromecánica y estática a la energía magnética solar mediante la cual las naves serían llevadas por el impulso inmanente como las ondas de la radio. Al entrar en contacto con cualquier medio atmosférico la energía electromecánica hacia accionar automáticamente las turbinas, las cuales, moviéndose en sentido contrario, proporcionaban el medio inmediato para la reducción de la velocidad.
Un silbido peculiar producido por las turbinas denunciaba instantáneamente el contacto con cualquier medio atmosférico, al igual que el silencio denunciaba su desaparición.

A las doce horas cincuenta y cinco minutos los instrumentos denunciaron cero grados paralelos. Estábamos sobre el Polo Norte. Las turbinas laterales o de dirección, fueron paralizadas e inicióse el ascenso. Después de breves minutos las turbinas verticales enmudecieron también. Todos los instrumentos mecánicos se paralizaron rápida y sucesivamente, excepto los relojes eléctricos. El ultimo vestigio de vida de los instrumentos de presión marco 41,000 metros de altura. ¿Qué velocidad estábamos adquiriendo? Sólo podríamos saberlo a la hora de llegada.
Ninguna impresión particular sentíamos, mas que la de hallarnos en un medio confortable y placentero. La respiración, normal. El anhídrido carbónico expelido por nuestros pulmones era absorbido y concentrado para luego ser eliminado. Ni siquiera sensación de movimiento. Era realmente sorprendente y maravilloso el sabernos transportados como átomos de luz.
La atención de todos convergía en la pantalla del periscopio, la que de vez en cuando nos deparaba sorpresas cautivadoras. Las películas logradas de esa pantalla y que pronto se darán a conocer al mundo, darán una idea clara de la sensación nuestra, que no era otra que la que puede percibir un espectador desde la butaca de una sala de exhibiciones.

Era impresionante ver aumentar por unos instantes el panorama terrestre ocupando toda la pantalla del periscopio hasta llegar a discernir el limite de las regiones heladas, mares y continentes, esfumarse sus contornos, convertirse en vaga nebulosa y a las quince horas doce minutos, ver marcados en los bordes extremos de la pantalla (de un metro de diámetro) los contornos de la esfera terrestre que seguían reduciéndose mientras en su centro se venían ensanchando los contornos de otra esfera, la Luna. (Téngase presente que el periscopio estaba dotado de doble lente, uno inferior y el otro superior, ambos convergentes en la misma pantalla).
A la reducción de la esfera terrestre correspondía igual aumento del circulo lunar. A las cinco de la tarde quince minutos los dos círculos se sobrepusieron exactamente. La Tierra había desaparecido.
Era tan cautivadora la visión del periscopio que nadie había despagado de el la vista. Mientras nosotros seguíamos la misma línea, la tierra giraba sobre su eje inclinado haciendo desfilar pausadamente ante nosotros Alaska, Rusia, Europa del Norte y el asomo de la costa norte de África.
Nos despertó del embeleso la voz mas nítida que produjera jamás un aparato. Tage invitaba a tomar la refección; la orden fue repetida en latín y en ingles. Cuatro comprimidos vitamínicos, dos barras de chocolate y un vaso de vino suave formaron nuestra dieta, la que consumimos rápidamente pues nos invitaba a hacerlo así la pantalla con luminosísimos puntos que describiendo un enorme circulo se alinearon para formar nuestra escolta.
Habíamos oído la voz clara de Tage impartiendo instrucciones y la seguíamos oyendo. Los marcianos de la base lunar llegaban a darnos la bienvenida. Estábamos a pocos minutos de nuestra primera etapa. El maravilloso convoy comenzó a describir un amplio semicírculo; íbamos a hacer contacto con la Luna por su parte opuesta a la Tierra.
Al inclinarse la nave para seguir el movimiento de la formación volvió nuestro periscopio a enfocar la Tierra: Esta fue la visión que jamás habíamos soñado. Un globo enorme, oscuro en el extremo norte, con suave acentuación luminosa que venia en aumento hasta destacar como anillo brillante los rebordes del sudeste. Con maravillosa esfumatura se distinguían perfectamente delineados los rebordes del continente europeo; más iluminados al sur, Inglaterra y las costas del sur del continente africano, que se esfuma en una oscuridad intensa por noroeste.
Estábamos bordeando la Luna a una altura de cuatro mil metros. Muchos de los aparatos volvieron perezosamente a dar señales de vida, marcando una leve presión. Las turbinas denunciaron la presencia de una atmósfera casi imperceptible; la velocidad fue reduciéndose rápidamente y las naves descansaron en la extensa y profunda llanura de un cráter gigantesco, profusamente iluminado.



EN LA LUNA

La distancia de la Tierra a la Luna es de 384,000 kms. Habíamos salvado esa distancia a una velocidad media de 65,000 kms. Por hora.
La conocida voz invito a todos a vestir la máscara especial que llevábamos reservada al efecto para salir de las naves, provista con reserva de oxigeno. La atmósfera era casi insignificante y no habría sido suficiente para nuestra respiración.
Fue el primero en pisar el suelo de la Luna, Tage, siendo rodeado por los veinte marcianos de la base que acudieron luego inmediatamente a tendernos. Acto seguido nos dirigimos a la orilla del cráter, en donde los marcianos habían aprovechado una amplia cavidad convirtiéndola en confortable refugio con atmósfera de aire acondicionado. Reunidos todos y removidas las máscaras, disfrutamos por unos minutos de franca camaradería comentando el viaje, no como una pesadilla sino como una maravillosa experiencia. Jamás habíamos imaginado la posibilidad de la hazaña como el viaje más natural del mundo. ¿Cómo podríamos haber imaginado una cena en la Luna después de almorzar en la Tierra?
Vueltas a ajustar las caretas abandonamos el refugio e iniciamos un recorrido alrededor del cráter que mediría unos ciento cincuenta kilómetros de diámetro. A diferencia de los volcanes terrestres, sus bordes superiores, que formarían una circulo de unos ciento ochenta kilómetros de diámetro, eran tan perfectamente delineados que daban la impresión de ser artificiales. La llanura del fondo del cráter era poco accidentada excepto por numerosos conos menores diseminados en ella disformemente y enormes grietas de profundidades inalcanzables. La profundidad del valle interno, del fondo al extremo borde superior, podría calcularse de unos cinco mil metros.
Su composición física no demostraba más que escoria de lavasen una sola señal de vida. La Luna era un astro muerto, con un clima intensamente frío que calculamos no superior a los 40 grados centígrados bajo cero. Todo su aspecto denotaba que su formación resultaba de un rápido cataclismo por el cual su masa era lanzada al espacio explotando luego en una violenta erupción de su calor interno por mil distintas partes, para enfriarse inmediatamente. La atmósfera casi imperceptible daba a nuestros cuerpos una extraña sensación de ligereza por la cual nuestro peso parecía reducido a un diez por ciento. Mas bien que caminar parecíamos transportados sobre la superficie. Todo el conjunto daba la impresión casi ilusoria de un sueño. Era un medio sumamente extraño.





Reservando ulteriores datos y observaciones sobre el satélite para la otra publicación, seguiremos nuestro itinerario. Reunidos nuevamente en al campo de aterrizaje fuimos invitados a abordar un gigantesco disco, igual al dejado por los marcianos en nuestro planeta. Subimos a bordo 26 personas. Elevose inmediatamente y sobrepasando el cráter, tomó rumbo alrededor del satélite continuando la curva que habíamos suspendido al descender, en sentido inverso al movimiento de traslación de la Luna.
No tuvimos tiempo de fijarnos en el panorama de la superficie que dejábamos bajo nuestros ojos y desfilaba en la semioscuridad, porque a los pocos minutos se presento ante nosotros otro encanto: nuestro globo terrestre, que contemplábamos, no ya por los lentes de un periscopio, sino por las numerosas mirillas de la nave.
Una inmensa esfera de líneas resplandecientes, con la parte occidental esfumándose de penumbra a oscuridad intensa para terminar del lado opuesto despidiendo vivos reflejos de un rojo púrpura. El resplandor del Atlántico daba resalte al nítido diseño de las costas de dos continentes cuyas elevadas montañas, oscuras al pie, se auroleaban en las cumbres nevadas con un vago reflejo de penumbra.
Imagínese el lector que esta contemplando la luna cincuenta veces más grande de cómo la ve de ordinario y tendrá la idea exacta del tamaño con que se presentaba a nuestra admiración la Tierra. Coloque detrás de esa esfera un enorme reflector de modo que sus rayos se derramen por todos sus bordes y tendrá una idea del espectáculo.
Las películas obtenidas transportaran pronto a nuestros lectores a contemplar esa visión.
Por la falta de atmósfera no podía el enorme disco avanzar lentamente, de modo que, después de dieciséis minutos, descansábamos nuevamente al lado de nuestras naves.

Acto seguido fueron inspeccionadas las naves que habían sido ya revisadas minuciosamente durante nuestra ausencia. Reverentes enviamos un emocionado mensaje a nuestros colegas de tierra notificando la llegada al satélite y la inminente partida a nuestro destino final. No sin un estremecimiento de emoción oímos nítida, como solo en el espacio silencioso, silencio del cielo, podía oírse la voz de Martinelli transportada a nosotros por el genio de Marconi y en el idioma universal.

Mente vos et comitamur,
hic, illic et ubique universorum
regi laus et Gulielmo.


“Os acompañamos con la imaginación y el corazón. Aquí. Allá y en todos los astro, loor al rey del Universo y a Guillermo.”
¿Estábamos soñando? Era demasiado grande la realidad. Presentes, y en dos mundos distintos. ¿Quién podía olvidar en esos momentos al gran maestro?
Se repitieron las últimas detalladas instrucciones. Cada uno ocupó su puesto. Diez naves más se unieron al convoy; los marcianos estacionados en la Luna regresaban con nosotros a su patria. Las naves se iluminaron y se elevaron.
Eran en nuestros relojes las veintidós horas.









DE LA LUNA A MARTE

De aquí en adelante nosotros abandonaríamos las naves a merced de la maravillosa energía a la cual eran sensibilísimas. La velocidad no tendría por parte nuestra ningún control. Rechazadas por la fuerza centrípeta de la Tierra su velocidad seria de un décimo de la velocidad de la luz o sea de 30,000 kilómetros por minuto en la oscuridad. Al ser afectadas por la luz solar su velocidad seria duplicada para tornarse indecisa en la frontera entre la atracción de la Tierra y la atracción de Marte.
Al llegar bajo la influencia de Marte seria cortado el circuito de repulsión y dejadas a merced de la atracción marciana.
Nótese aquí que pudo comprobarse definitivamente que la fuerza centrípeta de cada astro es energía negativa y su fuerza centrífuga energía positiva. Esto establecido, muchos problemas dejaron de ser tales y el campo abierto inmenso.

Nosotros debíamos abandonarnos a una completa relajación nerviosa y posiblemente, al sueño. Las 19 naves formaban un enorme circulo energético, de 18 unidades en la circunferencia y una en el centro como núcleo de un sistema celeste, sencillamente un cometa cuya trayectoria seria controlada por al gravitación de dos planetas.
El gigantesco convoy inicio la rápida ascensión. Abandonamos el cráter verticalmente y después de describir una breve curva tomamos el rumbo al planeta en línea recta. La Luna, envuelta en suave penumbra era reflejada en la pantalla del periscopio con líneas indecisas. A los pocos minutos fueron reproducidos sus contornos con progresiva reducción de su circunferencia mientras venia introduciéndose nuevamente en el panorama la esfera de la Tierra que a los veinte minutos era mayor que la de la Luna. Cuajaban la pantalla numerosísimos astros como puntos brillantes con vivo destello. Obturamos el reflejo del lente superior para admirar sin interferencias la Tierra y la Luna cuyos discos iban paulatinamente reduciéndose entre un mar de destellos de otros cuerpos a su alrededor. Sin embargo su figura no presentaba detalles pues el hemisferio que contemplábamos estaba ya envuelto en la oscuridad. La Luna no era más que una mancha oscura.
Eran en nuestras naves las veinticuatro horas. Habíamos recorrido tres millones de kilómetros. En el espacio comenzaba a vislumbrarse una vaga claridad.
De la nave de gobierno, Tage invitó a la refección formada con la misma dieta que la anterior. Fuimos exhortados a conciliar el suelo alternando en vigilia dos cada dos horas. A las dos de la mañana el resplandor era más vivo y nuestra velocidad iba en aumento. A las cuatro horas el cielo era claro y la Tierra iba desvaneciéndose. Estábamos ya a la distancia de siete millones de kilómetros de la Tierra. Las naves tomaban más y más impulso. A las siete de la mañana, envueltas en un sol brillante y cálido las naves eran transportadas con una velocidad de ochenta mil kilómetros por minuto. Nos separaban ya de la Tierra veinte millones de kilómetros.
Nuestras naves eran exteriormente puntos de una fulgurante luminosidad condensando una carga de energía de intensidad incalculable. La visión hacia el exterior era ya imposible por que la luz externa que difundía el casco magnético la interceptaba. Cegamos las mirillas y obturamos el periscopio.
Las transmisiones radiales en cambio podían efectuarse más nítidamente que nunca. La enorme carga eléctrica de la nave comunicaba a las ondas una potencia que solo nuestra base ecuatorial estaba en capacidad de captar. Para muchas otras estaciones terrestres no causaría más que serias perturbaciones.
Tanto con la tierra como en Marte la comunicación era periódica: Cada hora. A las siete de la mañana habíamos enviado el último mensaje y recibido la última respuesta. La respuesta, como todas, rebosaba júbilo.



Dentro de breve tiempo llegaríamos a la frontera terrestre o sea, al lugar del espacio en donde termina la fuerza de atracción e influencia terrestre para entrar al reino de Marte, o sea, en el área de su atracción y gravitación. Un instrumento especial, con el cual los marcianos habían dotado nuestras naves, señalaría con exactitud esta demarcación. Un cuadrante por cuya esfera gira una aguja magnética que en tierra descansa en el extremo izquierdo y procede con movimiento ascendente hasta el límite opuesto. El punto de transición esta marcado con un pequeño campo neutral en el cual la aguja sufrirá una serie de vibraciones oscilatorias, para recobrar en el nuevo campo magnético un movimiento estable progresivo. Todos los instrumentos marcianos, inclusive los relojes, proceden en sentido inverso al de los nuestros. O sea, de derecha a izquierda; en este caso, por lo tanto, la aguja caminaba de izquierda a derecha, a la inversa para los marcianos.
A las diez de la mañana las naves procedían ya con su máximo impulso estable. Teníamos recorridos catorce millones y medio de kilómetros.
A las doce horas veinticinco minutos la aguja del instrumento, que hoy ocupaba por entero nuestra atención entro en el campo neutral sufriendo violentos movimientos oscilatorios, pasando del campo rojo (terrestre) al campo amarillo (de Marte). Después de tres minutos quedo estable en el campo amarillo. La posición marcaba un espacio neutral de unos doscientos mil kilómetros. También las naves sufrieron notables sacudidas pero pronto recobraron firme estabilidad.
Estábamos en otro cielo. La voz de Tage nos dio cortés bienvenida que fue inmediatamente retransmitida a la Tierra. Recibimos respuesta, pero era patente que las ondas de radio sufrían ya serios desequilibrios. Si bien las ondas llegaban a nuestros receptores eran sin embargo confusas e ininteligibles. Esto ya lo suponíamos de modo que no ocasionó preocupación alguna. En lo sucesivo la comunicación clara y directa con la Tierra seria casi imposible, pero era suficiente con las señales de vida de nuestros aparatos.
Iba asimismo desapareciendo un leve amodorramiento que en las últimas dos horas se venía posesionando de nosotros.
Las naves seguían ya inalterable su curso y a los dos de la tarde teníamos recorridos cincuenta y seis millones de kilómetros en el espacio. Otros nueve millones nos separaban de Marte.
Oíamos claramente las instrucciones de Marte y las respuestas de Tage. La velocidad seria reducida, podríamos dar acceso a la luz por las mirillas y hacer uso del periscopio.
A los diez minutos fue disminuyendo la intensidad del brillo externo de las naves y al mismo tiempo aclarándose la visión en las pantallas. La velocidad iba reduciéndose: sesenta, veinte, diez mil kilómetros por minuto. A las catorce horas, cinco millones de kilómetros nos separaban de Marte. A las quince horas treinta minutos, doscientos cincuenta mil kilómetros se interponían entre nosotros y el planeta. La velocidad fue reduciéndose a tres mil por minuto, dos mil y finalmente mil por hora.
La visión en las pantallas era clarísima. Eran las seis de la tarde. Imposible describir la impresión y emociones que nos embargaban. No pensábamos con lucidez y no era efecto del miedo; era la mente, el corazón, era el espíritu que no soportaba la grandísima realidad que los sentidos le imponían.

¿Era realidad todo aquello?

¡La Tierra! Era un astro de primera magnitud el más fulgurante del cielo. Nuestro querido planeta, un punto luminoso, confundido entre miles, entre millones de otros puntos brillantes. Y la Tierra sin embargo estaba habitada.

¿Estaría habitado el planeta Marte?
¿Estaría habitada la Tierra? Eran las preguntas que por miles de años habían inquietado a los dos mundos.
Los marcianos ya lo sabían. Hoy conoceríamos nosotros la respuesta. ¡Qué pequeñas, qué mezquinas somos a veces las criaturas! Creíamos que el mundo terminaba tras las columnas de Hércules. Los romanos ampliaron el horizonte: Había más tierras, nuevas islas y habitantes en esas tierras y en esas islas. Y otra vez creíase fijado el nuevo límite del mundo.
Cristóbal Colón volvió a borrar confines y escribió en el globo nuevos continentes, nuevas islas y encontró millones de seres en ellas.
Marconi invadió los espacios, unió mares, islas y continentes y abrió el camino a nuevos mundos.
¿Y dudamos que en otros astros haya habitantes? ¿Qué es la Tierra? Un grano de polvo en la inmensidad del espacio.
¿Por qué había de ser exclusivo de la Tierra el privilegio de la vida? ¿No habrá alcanzado el hálito divino a esparcir vida, espíritu e inteligencia en los otros mundos? Mucho hemos de temer que el no creerlo así no nos otorga la exclusividad de la vida, pero, sí, la prioridad entre todos de escasez de evolución; ésta es por lo menos la impresión nuestra recabada del contacto con los marcianos.

¡Sune! ¡sune! ¡cuni orin, nañi tale sori!

¡Aló! ¡Aló! Loock at east. Aur satellite Sori
!Atención! Vista a oriente. Nuestro satélite Sori. Y efectivamente a sólo unos mil kilómetros de distancia proyectábase, gigantesco por la cercanía, el pequeño satélite de Marte. Bautizado por may con el nombre de Phobos.
Ya Marte abarcaba toda la pantalla multiplicando ante nuestros ojos mil detalles geográficos, mares, islas, continentes. De pronto fue interrumpido el espectáculo por una fantástica visión. Docenas, centenares, miles de naves esmaltaban las pantallas. Venían a nuestro encuentro los marcianos con un despliegue tal de grandeza, generosidad y poderío que difícilmente las potencias terrestres podrían igualar. ¿Y había razón para ello. No seria acaso éste el más grande de los acontecimientos que registra la historia del Universo?
A las seis y media de la tarde, a diez y ocho mil metros de la superficie, los instrumentos comenzaron a revivir, tornaron a evolucionar las turbinas y las naves a moderar su brillo. Estábamos en un medio atmosférico confortable. Las naves que surgían del planeta iban disponiéndose en gigantesco cortejo en el cual las nuestras constituían la cabeza. Discurrimos unos diez minutos a poca altura y tocamos tierra.
Eran las seis de la tarde cuarenta y cinco minutos; en Marte las siete de la mañana.


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Notapor Fenix » Dom Feb 27, 2005 1:39 pm

saludos EBE, ando haciendo en mis pininos aca en el foro... el relato me ha gustao soy fan de las novelas de ciencia fixion, aunq pues quien sabe si esto entra en el genero, porq el autor dice q todo fue real, me parece q lo deberian de leer y despues juzgarlo si estan de acuerdo en eso o no, he leido lo q has publicado, cuando lo termines de teclear me envias el archivo, va? o lo publicas aca...
posiblemente el grupo de cientificos del q se habla en el texto sea el grupo laberinto... alguien ha oido hablar de ellos?
Saber de donde venimos nos condiciona a donde vamos
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petición y saludo

Notapor edityn » Sab Dic 08, 2007 1:51 am

EBE escribió:aun no termino de transcribir el libro, pero en cuanto este listo, les mando el archivo en word al que me lo pida, yo les avizare cuando este terminado.

Saludos.
oye amigo te mando mi correo para veer si me puedes enviar directamente el material a esta dirección: edityn@hotmai.com....gracias
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Notapor EBE » Lun Mar 03, 2008 7:16 pm

bueno, como no tengo para cuando terminar de reescribir este libro, decidi el día de hoy que era momento de usar la tecnologia para lograrlo, asi que opte por scannearlo en PDF.

saludos y espero les guste.

Here is the link for the file you uploaded:
YO HE ESTADO EN MARTE
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Notapor JULIUS » Mar Mar 04, 2008 3:56 am

Gracias por el trabajo de escanearlo.

pero...jodddeerrr....19 MEGAS TIO !!.

Saludetes.
JULIUS
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Notapor Al* » Mar Mar 04, 2008 10:47 am

Esto supuestamente ocurrió en serio, o es un cuento?


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Notapor debora » Mar Mar 04, 2008 2:11 pm

Uno de los primeros autores en citar el libro de Genovese fue Robert Charroux. El Capítulo se llama La Central Eléctrica de Narciso Genovese, y se encuentra en "El enigma de los Andes" (1974):

Dice el investigador galo:

"Mario Rojas Avendaro escribió su relato "a partir de las declaraciones que le habría hecho un ex discípulo de Gugliielmo Marconi: el físico, filólogo y humanista Narciso Genovese, profesor de un instituto de la baja California.

Según N. Genovese, los discípulos de Marconi, a la muerte de su maestro en 1938, decidieron continuar sus estudios y sus experimentos sobre la utilización de la energía solar o cósmica, pero tomando todas las precauciones necesarias para que estas no pudieran servir a la guerra o a fines criminales."

Uno de los párrafos que más curiosidad me despierta del libro de Genovese es el siguiente: :twisted:

"Por el momento sólo declararemos que gozan de óptima reputación ante ellos los norteamericanos y las naciones del pacto del Atlántico, por sinceras en sus intenciones. No confían en el asiático y menos en Rusia que constituyen según ellos el peligro más grave para nuestra pacífica prosperidad. Por eso nos costó lograr convencerlos a establecer contacto con nosotros. Pero ya habíamos comprendido y perseguíamos el mismo objetivo."

Aquí de la probable realidad pasamos a los prejuicios humanos, y que descartan cualquier veracidad del material, salvo que los Marcianos tengan opiniones políticas ...!

El libro hace muchos años lo bajé de Internet. Hay que saber buscar. :wink:

Debbie
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Re: petición y saludo

Notapor edityn » Mié Mar 19, 2008 3:34 am

edityn escribió:
EBE escribió:aun no termino de transcribir el libro, pero en cuanto este listo, les mando el archivo en word al que me lo pida, yo les avizare cuando este terminado.

Saludos.
oye amigo te mando mi correo para veer si me puedes enviar directamente el material a esta dirección: edityn@hotmai.com....gracias


saludos nuevamente, se que es mucho pedir pero ya sabes q se te regresará, primero quiero darte infinitas gracias por hacer posible que me encuentre de nuevo con un libro dificil de conseguir asi como su información.....mi proxima petición es el segundo libro MARTE Y NOSOTROS, si sabes algo te lo agradezco y si yo se algo antes no dudaré en ponerlo a disposición de todo el q quiera ,hasta luego y gracias
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