El diluvio...
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Así fue convenido...
Entonces Nintu lloró como un...;
La divina Inanna entonó una lamentación para su pueblo
Enki tomó consejo de sí mismo.
An, Enlil, Enki y Ninhursag...;
Los dioses del cielo y de la tierra
pronunciaron los nombres de An y de Enlil.
Entonces Ziusudra, el rey, el pashishu de...,
Construyó un gigantesco...
Humildemente, obediente, con respeto, él...;
Ocupado cada día, constantemente él...;
Trayendo toda clase de sueños, él...;
Invocando al cielo y a la tierra, él...
... los dioses, una muralla...;
Ziusudra, de pie a su lado, escuchó.
«Mantente cerca de la muralla, a mi izquierda...;
Cerca de la muralla, yo te diré una palabra, escucha mi palabra;
Presta oído a mis instrucciones:
Por nuestro..., un Diluvio va a inundar los centros del culto
Para destruir la simiente del género humano...
Tal es la decisión, el decreto de la asamblea de los dioses.
Por orden de An y de Enlil...,
Su realeza, su ley, le será puesto término.»
Seguidamente, el poema (final de la cuarta columna) debía de extenderse largamente sobre las instrucciones dadas por el dios a Ziusudra: este último construiría un navío gigantesco, el cual le permitiría salvar la vida. Pero esta parte del texto (sin duda correspondiente a una cuarentena de líneas) está destruida. La continuación (en lo alto de la quinta columna), que se ha conservado, relata cómo entonces las aguas del Diluvio sumergieron la «tierra», y cómo se desencadenaron con fuerza, ininterrumpidamente, durante siete días y siete noches. Después de todo lo cual, el dios del sol, Utu, reaparece, dispensando de nuevo su preciosa luz. Ziusudra se prosterna ante él y le ofrece sacrificios:
Todas las tempestades, de una violencia extraordinaria,
se desencadenaron al mismo tiempo.
En un mismo instante, el Diluvio invadió los centros del culto.
Cuando, durante siete días y siete noches,
El Diluvio hubo barrido la tierra,
Y el enorme navío hubo sido bamboleado
por las tempestades, sobre las aguas,
Utu salió, el que dispensa la luz
al cielo y a la tierra.
Ziusudra abrió entonces una ventana de su navío enorme,
y Utu, el Héroe, hizo penetrar sus rayos
dentro del gigantesco navío.
Ziusudra, el rey,
Se prosternó entonces ante Utu;
El rey le inmoló un buey y sacrificó un carnero.
Al llegar aquí, la rotura de la tablilla interrumpe, una vez más, el texto. Faltan aproximadamente unas treinta y nueve líneas de esta penúltima columna. Las que subsisten de la sexta y última describen la deificación de Ziusudra. Prosternado ante An y ante Enlil, Ziusudra recibe «la vida como un dios» y el «soplo» eterno; y luego es transportado a Dilmun, «el lugar donde sale el sol»:
An y Enlil pronunciaron: «Soplo del cielo, soplo de la tierra»,
por su... él se tendió,
Y la vegetación, surgiendo de tierra, se elevó.
Ziusudra, el rey,
Se prosternó ante An y Enlil.
An y Enlil cuidaron de Ziusudra:
Le dieron una vida como la de un dios,
Un soplo eterno como el de un dios,
hicieron descender para él.
Entonces, Ziusudra, el rey,
Salvador del nombre de la vegetación
y de la simiente del género humano,
En el país de paso, el país de Dilmun,
allí donde sale el sol, ellos Je instalaron.
No tenemos el final del poema, que debía contener también otras 39 líneas. Ignoramos, pues, de momento, lo que pudo acontecerle a Ziusudra después de su transfiguración en la patria de los inmortales.