A mí también me pareció que la película estaba muy bien hecha. Aunque se elimina toda la mitología (al estilo de Troya), el argumento funciona, y transporta al espectador a la época y a la figura del Rey Arturo.
Otra pelí que funciona muy bien, muy conocida, es la de Excalibur. Y la de Walt Disney, "Merlin el encantador".
A nivel esotérico, algo he visto, creo que lo llaman Arcturo, un guía o maestro, no sé si por una constelación o una estrella que se llama así.
Repasando la Historia, fueron "películas" como el Quijote, o Tirante el Blanco, en el siglo XVI, las que terminaron de rematar las figuras míticas medievales. El Renacimiento los enterró. Pero hoy vuelven a nosotros, con o sin mito.
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En efecto, es en la Edad Media donde de una forma veraz confluyen, llegando a una fructífera alianza, los residuos visibles de la era mítica-pagana con la realidad del Cristo crucificado: no muerto, sino invisibilizado por la acción de rechazo del hebraísmo oficial, ayudado por la ignorante indiferencia del también oficial paganismo romano. Si la sangre del Cordero cae sobre los judíos y sobre el Templo, rasgando el velo y agostando la Tradición mosaica, también hace arrasar el Imperio de Occidente con los bárbaros, y no duda en aceptar su unión, con ellos, tendente a preparar -siempre envuelto en el fragor del gran combate cósmico- una nueva Edad, enlazándose con el Celtismo: la forma más pura y frecuente de paganismo que haya existido de entre todos los pueblos europeos (Yeats). El símbolo definitivamente claro de tal alianza pagano-cristiana lo tenemos, ante todo en la leyenda del Graal medieval y artúrico. Leyenda céltico-cristiana en la cual, un misterioso recipiente, custodiado en una Fortaleza, ya visible, ya invisible -arquetipo del Paraíso Terrenal-, contiene la sangre de Cristo: luminosa y vivificante. Tras el Graal toda la Caballería andante se pondrá en camino: Sir Gawain, Sir Lancelot, Parsifal... Igualmente céltico-cristiana es la tradición de San Jorge y el Dragón. Gracias a este prodigio histórico volverán a aparecer con frecuencia los duendes y las hadas, en una época en que los cristianos respetan a sus Santos y los caballeros combaten inspirados en la pureza de María Santísima. Es la Edad Media en la que San Columba, el evangelizador de Irlanda, eleva sus plegarias al cielo desde los centros sagrados del paganismo celta, en la seguridad de que sus oraciones llegarán así antes a Dios. Es el Tiempo en el que todavía es localizable el Purgatorio en la tierra. Es la Época de la discreción de espíritus, de la viabilidad libre de las Apariciones y de la búsqueda y señalamiento del Diablo, que retrocede... El Celtismo y el Cristianismo, de esta suerte, hicieron nacer la Edad más genuinamente europea que haya existido desde los tiempo prehistóricos: Media, en cuanto centro difícil entre los extremos; Media, en cuanto punto de estrechamiento, acopladamente tranquilo entre Oriente y Occidente. Esta es la Europa, en definitiva, centrada en sí misma y que de preferir algún lejano acuerdo de los precedentes escogerá antes a Grecia que a Roma.
Esta llamada Alta Edad Media que los tratadistas, como Le Goff, preferirán llamar también, no sin falta de razón, Antigüedad, con lo que, entre una y otra expresión, podríamos decir o rebautizar: Antigüedad Media, en virtud del símbolo que para nosotros tiene esta segunda palabra... esta Alta Edad Media, como decimos, comienza a ser desplazada por la Baja Edad Media, y aunque en ella se conserva todavía mucho del antiguo espíritu, comenzará entonces a incubarse los gérmenes renacentistas y de la modernidad. Para empezar, el espíritu caballeresco decae y, si en el siglo XIII, el Purgatorio se manda definitivamente al más allá post-mortem y a partir de este tiempo el llamado Purgatorio de San Patricio, situado en la sima de una Isla del Condado de Donegal, en la céltica Irlanda, decae en un simple foco de atracción de peregrinos. En este mismo siglo XIII decrece el interés por la lectura del Libro del Apocalipsis de San Juan, todo un síntoma. Se ensombrece el acceso al Paraíso terrenal y se va reduciendo su población a dos personajes: Enoch y Elías, hasta que poco después ya casi nadie sabe dónde se encuentran esos dos; Dante apenas hablará ya del Paraíso Terrenal en La Divina Comedia... Y con el Renacimiento, el mundo se prepara para una descristianización y despaganización real. En verdad, no renace nada del espíritu antiguo, sino que con el humanismo el hombre comienza a dar más importancia a su "yo" individual y a su protagonismo en el mundo llegando a desdivinizar el trueno y el rayo (Meyrink). La Ciudad, el Comercio y la Corte eclipsan al Monasterio, al Castillo y al Bosque. Ya el pensamiento comienza a concebir las modernas utopías científicas del racionalismo. De nuevo, la naturaleza de las cosas se violenta, surgiendo otra era de ceguera o de invisibilización. La literatura fantástica, después de los años, se opondrá a este signo de los tiempos, fiel a sus orígenes fundamentales, míticos y religiosos aquí expuestos. En ella predominará la esperanza del nacimiento de una nueva Edad Media, remontándose al interés por el Apocalipsis. Y con él, asumiendo, no sólo el retorno de Cristo -el Sol Invicto-, sino viniendo junto a Él, también, todos los Reyes legendarios que esperan en el Paraíso y Arturo, el Caudillo celta, oculto e inmortal...