Fuente: http://foster.20megsfree.com/112.htm
Esta percepción de la proximidad o lejanía que los héroes solitarios tienen en relación con el Espíritu Invisible o alejado, nos lleva a iniciar la reflexión sobre la cualidad heroica. En efecto, hay campeones en exceso brutales, de un barbarismo muy primitivo, que tienden a manifestar o enseñar que la fuerza sobrehumana que poseen reside en su "naturalismo" físico o muscular, como son los casos de Conan y de Tarzán. Y, en cambio, tenemos a héroes más delicados, de una barbarie más refinada, cuya fuerza, también sobrehumana, es intangible, sutilmente espiritual. Es la potencia de quieres no tienen rostros fieros ni curtidos, ni brazos de acero, sino semblantes encendidos, como los elfos, como Gandalf... La imagen del Dragón se presenta, ante unos y otros, de forma bien distinta. Así podemos ver a las monstruosidades con las que Conan se enfrenta y que son destrozadas por la descomunal espada, o aplastadas, desencajadas o ahogadas por la maza de sus puños y brazos. Mientras que, por ejemplo, los Dragones que nos presenta Tolkien ante sus héroes hobbit pueden llegar a ser derrotados o burlados por el vigor del ingenio. Es la doble vertiente heroica del "lobo" y del "zorro". Conan tendrá un poco de zorro, pero su peculiaridad de "fuera de la ley" solitario, enfrentando a la civilización y saqueando las ciudades, serán de lobo. Y como Ham, el perro lobo enviado por los Ainur, ambos sabrán vencer derramando la sangre con sus dientes. En cambio, Egidio, el granjero tranquilo del Pequeño Reino, será ante todo un "zorro" que vencerá al Dragón con astucia, llegándolo a domesticar y ponerlo a su servicio. Vemos, por tanto, que el Dragón requiere en su combate, dos tipos de héroes: uno exterior y otro interior; uno fuerte para matar o aplastar a la serpiente y otro sutil para quebrar sus alas, porque el dragón es eso: Serpiente alada. Esto quiere decir que su aspecto fiero está en relación con su inteligencia envolvente y que sólo un héroe que en sí mismo reúna ambas dimensiones: fuerza y astucia espiritual, estará en condiciones de vencerlo verdaderamente. Pero a esa victoria del "lobo" y del "zorro", a fin de no quedar en una sacralidad predominantemente horizontal, se le incorpora, además, la verticalidad de la pura mansedumbre del "cordero", dando a tal victoria una absoluta trascendentalidad. Por eso, tradicionalmente, es San Jorge el vencedor del Dragón por antonomasia mítica y religiosa, esto es: el héroe cristiano que, asumiendo en sí a la barbarie de la brutalidad sin cortesía y a la barbarie del antiguo y primitivo paganismo del Bosque, del Mar y de la Cueva, lo funde todo ello al espíritu dulce y delicado, a la inteligencia pura y a la misericordia. Confluyen en él, de este modo, una vez más, los elementos célticos y cristianos para proponernos la síntesis final del Caballero perfecto, ideal de la Edad Media, el tiempo que fue, como se ha dicho, verdadera alquimia y punto de unión de los contrarios. Y es este el ideal que salta hasta nosotros, pasando por las novelas de lo fantástico de manera nocturna, callada, y que nos invita, como lo hace Tolkien, a ver nuestro mundo actual como una "tierra media" y donde, sin casi saber cómo, podemos volver a encontrar al Dragón cultural: aquel que ha encubierto su fealdad y fiereza bajo sus envolventes alas. Redescubrir este mundo como prueba y no como falso paraíso es una de las principales aportaciones de la literatura fantástica contra esta civilización ennegrecida.