por HILDA. » Sab Dic 27, 2003 8:54 pm
En el comienzo era la oscuridad. Todo estaba sumido en las tinieblas.
La tierra era blanda y fria y nada crecía en ella. No había ni plantas, ni
animales ni belleza. Todo era desolación. No había hombres. Los unicos seres vivos sobre la tierra eran el dios NEMEQUENE, su mujer y su hijo.
Nemequene quiso crear la vida y la belleza sobre la faz de la tierra. Así, tomando un poco de barro blando y frio modeló las figuras de los hombres y de los animales. Trabajó muchos días en su obra, pero los muñecos que hacía no tenían vida. No podían moverse ni respirar. Pasaron años y más años, y todavía no había sobre la tierra más que Nemequene y su familia.
Por último Nemequene llamó a su hijo y lo envió al cielo para que iluminara la tierra. El hijo de Nemequene llegó al cielo y se convirtió en Súa, El Sol, para iluminar de pronto al mundo oscuro. Los brillantes rayos de Súa iluminaron la tierra. El frio barro se calentó. Comenzaron a crecer hierbas, árboles y plantas. En donde antes había habido desolación, hubo lozanía y verdor. Comenzó a correr el agua, formando rios y lagos.
Y el cálido sol puso vida en los muñecos de barro que Nemequene había hecho. Algunos de ellos se convirtieron en pájaros y anidaron en los árboles de los bosques. Otros se convirtieron en peces, que nadaron por las aguas, otros se convirtieron en animales y otros en seres humanos.
Sin embargo, las gentes creadas por Nemequene no eran del todo felices,
pues la luz y el calor que Súa les prodigaba les llegaban solamente unas horas. Cada noche, mientras Súa descansaba, volvía a reinar la oscuridad. Entonces las gentes acudieron a Nemequene y le pidieron ayuda.
Nemequene amaba a los seres que había creado y quería ayudarlos.
De modo que subió al cielo y se convirtió en Chía, La Luna. Así compartió la tarea de iluminar el mundo con su hijo Súa. Súa derramaba los rayos de luz sobre la tierra de día, y Chía de noche. Desde entonces, las gentes creadas por Nemequene quedaron contentas, nunca olvidaron de darle las gracias.
Además celebraban fiestas en honor de Súa y de Chía, y a veces dedicaban sus hijos al sol y la luna llamándolos " suachías" antes de darles nombres propios.
Así fue como se produjo la vida en el mundo, según lo recuerdan los chibchas, es decir, el pueblo de Nemequene.
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Cuando la espiritualidad sea cientifica,
la ciencia será espiritual.
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