El Dios del Fuego
Era conocido en México con vario nombres, entre ellos:
Tata (Nuestro Padre).
Huehueteotl (el Mayor de los Dioses)
Xiuhtecutli (El señor del Año). Está representado con el color del fuego, con la cara negra, un tocado de plumas verdes y a la espalda una serpiente que representa la naturaleza serpeante del fuego.
Huitzilopochtli (Vislipuzli)
Dios de la guerra y las tempestades en la mitología azteca. Su origen es oscuro, pero el mito referido a él es diferente en originalidad y carácter:
Cuenta cómo bajo la sombra de la montaña de Coatepec, cerca de la ciudad Tolteca de Tollan, habitaba una piadosa viuda llamada Coatlicue, la madre de la tribu de indios llamada Centzonuitznaua, y que tenía una hija de nombre Coyolxsauhqui; la madre diariamente subía a una pequeña colina con la intención de ofrecer oraciones a los dioses con un espíritu penitente de piedad. Un día mientras rezaba, sorprendió una bolita brillántemente coloreada con plumas cayéndole encima. Le gustó la brillante variedad de colores y se la metió en el seno, con la intención de ofrecérselo al dios Sol. Algún tiempo después se dio cuenta de que iba a tener otro hijo. Sus hijos, cuando lo oyeron, la insultaron incitados por su hermana Coyolxsauhqui a humillarla de todas las formas posibles.
Coatlicue vagó con miedo y ansiedad; pero el espíritu del aún no nacido bebé vino, le habló y le dió palabras de aliento tranquilizando su turbulento corazón. Sus hijos, sin embargo, decidieron borrar lo que consideraban un insulto para su raza matando a su madre, y acordaron asesinarla. Se vistieron con atuendos propios de los guerreros y se colocaron el pelo como para entrar en combate. Pero uno de ellos, Quauitlicac, se apiadó de ella y confesó la deslealtad de sus hermanos al nonato Huitzilopochtli, que le dijo: "Oh, hermano, escucha atentamente lo que te voy a decir. Estoy totalmente informado de lo que va a ocurrir." Con la intención de asesinar a su madre, los indios fueron en su busca. A la cabeza iba la hermana Coyolxsauhqui. Iban armados hasta los dientes y llevaban un fardo de dardos con los que darían muerte a la desafortunada Coatlicue.
Quauitlicac trepó a la montaña para avisar a Huitzilopochtli de que sus hermanos se acercaban para matar a su madre.
"Dime exactamente dónde están", dijo el dios niño. "¿Hasta qué lugar han avanzado?"
"Hasta Tzompantitlan", Respondió Quauitlicac.
Más tarde volvió a preguntar Huitzilopochtli: "¿Dónde están ahora?"
"En Coaxalco" y aún una vez más pregiuntó donde se encontraban.
Después de un momento Quauitlicac informó a Huitzilopochtli que los Centzonuitznaua estaban bajo el liderazgo de Coyolxsauhqui. Cuando llegaron los enemigos, salió Huitzilopochtli blandiendo su escudo y una lanza de color azul. Él estaba pintado, tenía la cabeza tocada con un penacho y la pierna izquierda cubierta de plumas. Destrozó a Coyolxsauhqui con un destello de luz de serpiente y dio caza a los Centzonuitznaua, a los que persigió durante mucho rato. No intentaron defenderse. Muchos perecieron en las aguas del lago contiguo, adonde se habían lanzado en su desesperación. Todos murienron excepto unos pocos que se escaparon a un lugar llamado Uitzlampa, donde se rindieron a Huitzilopochtli y le entregaron sus armas.
El nombre Huitzilopochtli significa "Colibrí en la izquierda"
Ixtlilton
lxtlilton (El Negrito) era el dios mejicano de la medicina y la curación y por esto se le consideraba frecuentemente hermano de Macuilxochitl, el dios del bienestar y la buena suerte. Podemos concluir de la narración del aspecto general de su templo un edificio de tablones pintados que se había levantado partiendo de un tenderete primitivo o un albergue de un médico o hechicero. Contenía varias jarras de agua llamadas tlilatl (agua negra), cuyo contenido se administraba a los niños enfermos. Los padres de los niños que se beneficiaban del tratamiento ofrecían una fiesta a la deidad, cuyo ídolo se traía a la residencia del agradecido padre, donde se hacían bailes ceremoniales y oblaciones ante él. Se creía que entonces Ixtlilton bajaba al patio para abrir las jarras frescas de licor de pulque, que se habían preparado para la fiesta, y se acababa el entretenimiento con un examen que hacía el esculapio azteca de las jarras de pulque dedicadas a su servicio, que debían permanecer en el patio para su uso diario. Si estaban en unas condiciones sucias, se entendía que el propietario de la casa era un hombre de vida perniciosa, y el sacerdote lo presentaba con una máscara para esconderle la cara de las burlas de los amigos.
Izpuzteque
Demonio con espolones de gallo.