URI GELLER

Actividad paranormal, fenómenos inexplicables, apariciones, misterios de la mente humana, y todo lo que está más allá.

Moderador: Arkantos

URI GELLER

Notapor Venus Imperial » Lun Ago 13, 2007 7:07 pm

EL FENOMENO URI GELLER A EXAMEN

Después del éxito obtenido en Alemania, parecía que por fin Uri Geller había sido aceptado como un auténtico psíquico. Sin embargo, en los Estados Unidos tuvo que afrontar serias acusaciones de fraude.

Uri Geller llegó a Munich en junio de 1972 e inmediatamente dio muestra de su talento publicitario, cualidad que le convirtió en el más famoso -y rico- psíquico del mundo. La visita había sido organizada por un agente llamado Yasha Katz, quien se preocupó de que Geller fuera recibido por multitud de reporteros. Uno de ellos le preguntó: «¿Qué podría usted hacer que resultara realmente sorprendente?» Geller respondió: «Sugiera usted algo». «¿Qué le parecería parar un teleférico y dejarlo suspendido en el aire?» Tras pensarlo un momento, Geller respondió: «Por supuesto, por qué no.» Y entonces la multitud de reporteros, con ojos asombrados, le siguieron hasta la línea del funicular de Hochfelln, en las afueras de Munich.

El teleférico salió para dirigirse hacia la cima de la montaña, y Geller se concentró profundamente. No sucedió nada. Bajó de nuevo y tampoco pasó nada. Siguió subiendo y bajando. Para entonces la confianza en Geller había desaparecido y los reporteros empezaban a perder interés. Pero de pronto, ante el asombro de todos, el teleférico se paró en el aire. El mecánico llamó al centro de control y le dijeron que el interruptor principal se había apagado repentinamente. Unos minutos más tarde, los reporteros corrían hacia las cabinas telefónicas más cercanas.

Inevitablemente, solicitaron que hiciera algo más. Alguien sugirió que parara una escalera mecánica en unos grandes almacenes. Esta vez pareció que Geller no tenía suerte: las escaleras subían y bajaban una y otra vez, hasta que en el vigésimo intento la escalera se paró.

Un científico alemán, Friedbert Karger, quiso que Geller se quedara en Alemania para someterse a un estudio, pero Uri ya había sido contratado por algunos de los más eminentes investigadores científicos americanos.

Por su parte, el joven estaba saboreando las mieles de la fama. Un empresario quiso incluso que actuara en un musical y a él le encantó la idea. Cuando Puharich se enteró por teléfono de todo esto se fue inmediatamente a Alemania y persuadió a la joven celebridad de que abandonara sus planes de convertirse en el primer cantante místico del mundo, y que le acompañara a Estados Unidos.

Uno de los hechos más extraños en la historia de Geller es que no consiguió alcanzar en los Estados Unidos la misma fama inmediata que había tenido en Alemania. Parece haber dos explicaciones. Una de ellas es que los americanos no son fácilmente influenciables y tienden a mostrarse escépticos ante esos «creadores de milagros». La otra explicación se basa en que la reputación de Geller le había precedido a él, y se encontró frente a una considerable «resistencia del comprador». Las historias acerca del nuevo protegido de Puharich ya habían llegado al mundo de las investigaciones de fenómenos paranormales de los Estados Unidos, un mundo en el que Puharich era considerado como un eminente investigador científico. Según los rumores, Puharich había resultado completamente engañado por este «mago-pop» israelí. Así pues, cuando Geller llegó a Nueva York en otoño de 1972, encontró una atmósfera más bien fría.

Desde un principio, estuvo rodeado por eminentes científicos, hombres tales como Ed Mitchell, el astronauta que fue a la luna, Wernher von Braun, el inventor del cohete V-2, o el físico Gerald Feinberg. Geller se sentía receloso y disgustado; sin embargo, sus poderes parecían estar dando excelentes resultados. En la oficina de Von Braun realizó una interesante variante del fenómeno de romper el anillo, aplastando el anillo de boda de oro que Von Braun sostenía fuertemente en su propia mano. Luego Von Braun descubrió que las pilas de su máquina calculadora se habían gastado aunque las había repuesto aquella misma mañana. Geller tomó la calculadora entre sus manos y cuando después Von Braun apretó el botón de encendido, descubrió que la calculadora funcionaba, pero que la pantalla mostraba números inconexos. Geller probó otra vez y consiguió que la calculadora funcionara normalmente. Era absolutamente imposible que alguien la hubiera manipulado; ni siquiera un ilusionista podría llegar hasta el circuito de una calculadora herméticamente cerrada. Von Braun concluyó que Geller podía producir extrañas corrientes eléctricas, suposición razonable y probablemente correcta.

EL REGRESO DE LOS «ESPECTROS ESPACIALES»

A pesar de estos éxitos, Geller estaba tenso y desilusionado. Entre otras cosas, los «espectros espaciales» estaban actuando de nuevo. En una habitación de un hotel de Washington un cenicero se elevó por encima de la mesa, como movido por manos invisibles. Después, el magnetofón empezó a funcionar por sí mismo. Cuando Puharich, que estaba presente, hizo volver la cinta hacia atrás, habló de nuevo la extraña voz metálica que habían oído por primera vez en 1971, diciendo que la nave Spectra pronto aterrizaría en la Tierra, pero sólo para repostar. El «aterrizaje en masa» prometido en anteriores entrevistas iba a tener lugar más tarde. También dijeron a Puharich -para su mayor sorpresa e irritación- que en lo sucesivo se abstuviera de realizar experimentos con Geller y que no informara a nadie de estos extraños mensajes. Al acabar el mensaje, la cinta -según declaró Puharich- simplemente se disolvió por completo. Los mensajes posteriores que llegaron a través del magnetofón insistieron de nuevo en que Puharich renunciara a sus planes de realizar pruebas científicas. Como es lógico, Puharich se inquietó profundamente. Esos seres del espacio exterior -si es que venían de allí- estaban dando al traste con sus planes. Incluso Geller se mostraba inesperadamente escéptico; aseguró que los «seres del espacio» eran payasos que estaban gastándole bromas pesadas.

Todo esto culminó en un suceso muy significativo que Puharich menciona únicamente en un párrafo de su libro sobre Geller, pero que muy bien podría contener la clave del misterio.

UNA TORMENTA PSÍQUICA.

Cuando Puharich dijo a Geller que estaba decidido a ignorar a los «seres del espacio» y continuar con los planes sobre los experimentos, Geller perdió la paciencia y le arrojó un azucarero a la cabeza. Puharich se indignó. En aquel preciso momento, fuera se puso a soplar un viento muy fuerte que sacudía los árboles, y un reloj de péndulo cruzó rápidamente la sala y se hizo añicos. Fuertemente impresionado, pero todavía resuelto, Geller le rogó a Puharich que olvidara a los científicos. Pero él se mantuvo en sus trece y finalmente consiguió su propósito.

Parece ser que estos increíbles sucesos -suponiendo que Puharich los explique tal como sucedieron- confirman que ciertos poderes «sobrehumanos» entraron en juego. Sin embargo, todos los investigadores de fenómenos paranormales saben que los poltergeists pueden producir efectos muy semejantes. Y también están todos de acuerdo en que los poltergeists están estrechamente conectados con las mentes inconscientes de uno o varios seres humanos.

Si los «seres del espacio» realmente existieron, ¿por qué le ordenaron de repente a Puharich que abandonara las investigaciones científicas que anteriormente habían aprobado? Por otro lado, resultaría perfectamente comprensible si las extrañas manifestaciones se hubieran originado en la mente inconsciente de Uri Geller. Él quería ser famoso y (a ser posible) rico, y la idea de ser examinado por científicos escépticos le preocupaba. Significativamente, el único proyecto para el cual los «seres del espacio» dieron su consentimiento fue la filmación de una película sobre la vida de Geller.

Puharich cuenta cómo al día siguiente de la «tormenta», su cariñoso perro labrador de color negro de repente mordió a Geller en la muñeca. El día anterior este mismo perro había desaparecido repentinamente de la cocina ante sus propios ojos, y unos momentos después fue visto caminando hacia la casa a unos 65 metros de distancia: había sido teleportado misteriosamente por los hombres del espacio, según Puharich, para demostrar su poder. Pero quizá el perro lo supiera mejor que ellos. Quizá sabía intuitivamente que el verdadero culpable era el propio Geller, o, mejor dicho, un desconocido que vivía en la mente inconsciente de Geller.

Unos días más tarde empezaron las pruebas científicas. Se realizaron en el Instituto de investigación de Stanford (California) y fueron dirigidas por el doctor Harold Puthoff y Russell Targ. Tan pronto como empezaron las pruebas, Geller se dio cuenta de que no tenía nada que temer. A la mayoría de los psíquicos les resulta muy difícil actuar cuando se encuentran en un laboratorio; sin embargo, Geller no tenía tales problemas. Tan pronto como empezó a concentrarse para intentar doblar un anillo de latón, el monitor de televisión a través del cual estaba siendo observado empezó a deformarse, y las deformaciones se producían cada vez que la cara de Geller se torcía al concentrarse. Evidentemente, estaba provocando un efecto eléctrico misterioso. Al mismo tiempo, una computadora del piso de abajo empezó a estropearse.

Seguidamente, se le realizó una prueba de percepción extrasensorial. Su éxito entonces fue espectacular. Se colocó un dado en una caja cerrada y se movió para que rodara; entonces le pidieron a Geller que adivinara qué lado contenía el número más alto. Acertó en todos los casos. Más tarde pusieron diez latas vacías boca abajo sobre una mesa, y escondieron un pequeño objeto debajo de una de ellas; entonces Geller fue conducido a la habitación y le pidieron que adivinara qué lata contenía el objeto. De nuevo sus aciertos fueron increíbles -doce de catorce intentos. También se le pidió que duplicara dibujos colocados en sobres cerrados y dobles; una y otra vez sus respuestas fueron sorprendentemente correctas. Sin embargo, cuando se escogieron unos determinados dibujos al azar de entre un montón que habían sido trazados por muchas personas que se encontraban en el edificio -de forma que ni los propios científicos tenían idea de lo que había en el sobre- los aciertos de Geller se redujeron al mínimo. Esto sugiere que su éxito en los experimentos de los dibujos depende mucho de la telepatía o «lectura de la mente», pero no puede explicar los experimentos con el dado, que ponían de manifiesto auténtica PES sin telepatía.


LOS ESCÉPTICOS DESAFÍAN A URI GELLER.

A medida que parecía que Geller superaba las pruebas más difíciles y que demostraba la autenticidad de sus poderes, su visita a América empezó a ir mal. Se le pidió que se presentara en las oficinas de la revista Time, pero el «fotógrafo» que concertó la entrevista era, de hecho, un mago profesional llamado Charles Reynolds. Puharich sospechó que los magos americanos estaban tramando «linchar» a Geller, y tenía razón. James Randi -uno de los ilusionistas más célebres desde Houdini- estaba convencido de que Geller era un farsante, y estaba decidido a desenmascararlo. Puharich no tenía ninguna intención de permitir que Geller fuera puesto a prueba por esa caterva de magos de farándula; sin embargo, Geller se daba cuenta de que su negativa sería considerada como un indicio de culpabilidad. Así pues, el 6 de febrero de 1973 él y Puharich se presentaron en las oficinas de Time.

Geller estaba comprensiblemente nervioso, ya que tenía que enfrentarse con la manifiesta hostilidad de dos magos y dos editores de Time. Sin embargo, consiguió demostrar sus poderes telepáticos al duplicar un dibujo que se encontraba en un sobre cerrado. Después de esto, dobló un tenedor frotándolo suavemente con su dedo; el tenedor siguió doblándose después de que lo hubiera soltado. Charles Reynolds le ofreció a Geller la llave de su propio apartamento -para asegurarse de que no hubiera ningún «cambio»- y Geller la dobló concentrándose; de nuevo, la llave continuó doblándose después de que Geller la hubo soltado.

En conjunto, Geller actuó de una forma muy satisfactoria y había razones para que esperara un informe favorable. No obstante, el artículo que apareció en Time unas semanas después era condenatorio. Los dos magos afirmaban que podían repetir fácilmente cada uno de los «trucos» de Geller, y que Randi de hecho lo hizo cuando Geller había abandonado la oficina. El artículo acababa afirmando -en contra de la verdad- que Geller había sido obligado a abandonar Israel de una forma vergonzosa después de que un experto en computadoras y algunos psicólogos hubieran repetido sus proezas y le acusaran de fraude.

Por lo que se refiere al gran público americano, el mito de Geller ya había desaparecido por aquel entonces; se había «probado» que era un mero estafador. Y puesto que Time tenía una circulación mundial tan inmensa, ni Geller ni Puharich pudieron hacer nada. A finales de marzo de 1973 parecía que la carrera sorprendente de Uri Geller estaba llegando a su fin, sólo unos 18 meses después de que hubiera empezado. Sin embargo, cuando Puharich se sentó en su despacho a escribir las primeras líneas de su libro: Uri: A journal of the mistery of Uri teller (Uri: Diario del misterio de Uri teller) experimentó una íntima convicción de que no todo había acabado allí. Por su parte, Geller estaba resuelto a actuar de tal modo que los escépticos tuvieran que tragarse sus palabras.



(Vean http://es.wikipedia.org/wiki/Uri_Geller)
http://www.lacoctelera.com/northia

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