por Pep Guardiola » Mar Jun 22, 2004 5:50 am
Hace unas horas que acabo de llegar de Portugal (de la Eurocopa). ¡Qué pena por España! Todavía me duele haber caído eliminados en la primera fase. Pero bueno... Hablemos de lo que me ha llevado aquí.
Roberto:
Para mí, el hombre tiene una dualidad. Para que seamos libres hemos de tener la opción del bien y del mal. Si no hubiera opción al mal (o al bien), no seríamos libres. Si yo sólo tuviera la opción de conducir un coche y no de no conducirlo, no sería libre. El hombre, pues, para ser libre tiene implícitas esas dos opciones: una dualidad. Por tanto, la opción de tender al bien o al mal es propia de la persona por ser propia de la libertad.
Se refería Arkantos a las fuerzas del bien y del mal. No me gusta el término de "fuerzas" pero le doy toda la razón ya que yo dije que: "Siempre he creido que el hombre no es malo porque existan unas fuerzas del bien y del mal predeterminada" y en cierta manera me equivoqué en lo que dije ya que las fuerzas del bien y del mal se podrían interpretar de la misma manera que la libertad y la falta de libertad.
La condición de nuestra libertad sería reunir dos caracteres diferentes en una misma persona. El bien siempre ha existido, como lo ha hecho la opción del mal. En eso consiste la libertad. Si no existieran ni el bien ni el mal, podríamos robar, matar y hacer cualquier barbaridad sin que nos supusiera ningún cargo de conciencia. Con esto, podría decir que toda teoría admite dos principios antagónicos irreductibles el uno del otro. Como se observará, yo no soy monista ni pluralista pero sí dualista. Creo que el que yo sea dualista no es discutible, otros serán otra cosa.
A punto final, no creo que lo que haya dicho sea ningún pleonasmo ya que no veo nada artificial ni mal utilizado. Quizá el pleonasmo sea el que tú hayas utilizado la palabra pleonasmo. Menos aún es porque me refiera a la “quadrofenia” que intuyo, según dices, que puede ser un trastorno psicológico de errónea percepción mental. Nunca había oído esa palabra y unos amigos médicos a los que acabo de preguntar tampoco. Con esto no quiero decir que no exista, ni mucho menos, sólo que me alegra aprender palabras de enfermedades ya que es un tema muy interesante para mí.
Dices que:
“Difiero un tanto en la forma en que presentas tus ideas, ya que en el fondo admiro la seguridad como la que lo dices, un tanto unilateralmente”.
Ojalá pudiera estar tan seguro de lo que digo pero desde un principio he dejado claro que:
“De todos modos, diré que esto son simples suposiciones y que quizá no tengan nada que ver con la verdad”.
Hablando sobre la Sábana Santa, entiendo que el decir que para mí es un indicio de resurrección puede resultar un tanto extraño y pueda causar cierta polémica. Casualmente, el tema de la Sábana Santa es un asunto que he estudiado en profundidad y del que creo que, humildemente, puedo hablar. Por eso, el que la gente diga que el autor de tamaña obra maestra sea una persona del medievo no hace sino, que lance una pequeña sonrisa. Intentaré hacer un análisis del tema lo más breve posible ya que un solo signo de la Síndone nos podría llevar meses analizarlo.
Debido a mi falta de tiempo, he preferido copiar las palabras del escritor J.J. Benítez, que si bien no me parece un escrito muy completo, es lo suficientemente breve y explicativo. Aunque yo reconozca que este investigador no sea santo de mi devoción, he de reconocer que en ciertas cuestiones es muy profesional. Los datos hablan por sí solos. El libro se llama “mis enigmas favoritos”:
((“¿Y las recientes pruebas del Carbono 14?”... “La ciencia ha demostrado que ese paño de tela tiene un origen claramente medieval... “ “Los tres laboratorios que practicaron los análisis se han expresado sin titubeos: la Sábana Santa ha sido datada entre los años 1260 y 1390.”
Lamentablemente, el ser humano parece no tener o no querer tener memoria para su propia historia. Basta echar un vistazo a las cada vez más numerosas declaraciones de los científicos en torno a dicho sistema para intuir que en breve plazo puede correr la misma suerte que las “revolucionarias” hipótesis de Vignon o McCrone.
No aburriré al lector con las ya archisabidas y certeras argumentaciones que ponen en tela de juicio la fiabilidad de dicha fórmula de datación: notable “suciedad” de la muestra (se calcula que el diez por ciento del peso de la Sábana corresponde a materiales orgánicos añadidos con el paso de los siglos), presencia de una “radiación” desconocida que pudo formar la imagen y que, sin duda, alteró los genuinos porcentajes de carbono del lino, y factores como el incendio de
Chambéry, que llegó a fundir parte del arca de plata que contenía el lienzo y que, a todas luces, desequilibró la pureza de la muestra.
Pero quizá resulte mucho más elocuente recordar algunos de los estrepitosos y divertidos fracasos que ha llegado a protagonizar este “infalible método” del C14.
La verdad es que hablan por sí solos...
En 1988, la revista Science denunciaba que gracias a la datación por el
radiocarbono, algunos caracoles “vivos” sometidos a dicha medición habían arrojado una antiguedad de ¡26.000 años!
En otra oportunidad, el C14 había “fijado” la edad de una foca “recién muerta” en 1.300 años.
La revista Radiocarbon advertía de los peligros de este procedimiento y proporcionaba otro ejemplo significativo: un mamut que había existido hace 26.000 años “sólo” presentaba una antigüedad de 5.600.
¿Y qué pensar del “incidente” vivido por el director del laboratorio de Zurich uno de los encargados de la datación de la Sábana Santa cuando, al someter el mantel de su suegra al C14, comprobó con estupor que arrojaba una edad de casi cuatro siglos...? “La culpa -se excusa- la tienen los detergentes.”
Pero la anécdota del mantel es “cosa de niños” si lo comparamos con el grave traspiés sufrido por otro de los prestigiosos laboratorios especializados en radiocarbono. En esta ocasión, las “águilas” de Tucson llegaron a fechar un cuerno vikingo en el año ¡2006 después de Cristo!
¿Y qué decir de los análisis efectuados sobre los árboles centenarios existentes en Arizona y que, de acuerdo al C14, “aún no habían nacido”?
Pero volvamos a las fechas proporcionadas por los tres laboratorios, las cuales, según ellos, “explican” el misterio. A título de simple curiosidad se me ocurren algunas malévolas dudas...
Veamos. Si el lienzo que se conserva en Turin fue “confeccionado” o “manipulado” entre 1260 y 1390, ¿cómo aclarar lo siguiente?:
1. La imagen que aparece en el tejido es un “negativo fotográfico”. Que se sepa, el único descubrimiento relacionado con la óptica en los siglos XIII y XIV se debe al sabio inglés Roger Bacon quien, hacia 1249, desarrolló unas lentes convexas que dieron lugar a la aparición de los anteojos, “primos lejanos” de las gafas. ¿Es que el supuesto “artista” o “falsificador” se adelantó en seis siglos al hallazgo de la fotografía?.
2. Tanto de las fibras del lino como de la caja que lo contiene ha sido extraído más de medio centenar de tipos de polen diferentes. El palinólogo Max Frei fallecido en Suiza en 1983, llegó a identificar, con su microscopio, hasta 57 clases de polen, correspondientes a plantas de Europa, Turquía, Anatolia e Israel. Es decir, toda una representación de la flora de los países por los que había “peregrinado” la Síndone durante los primeros siglos, tal y como refieren infinidad de testimonios y documentos históricos. Y entre esos especímenes “enganchados” en la trama del tejido fueron halladas muestras de polen palestino fósil del fango del mar Muerto, del desierto del Neguev y de los estratos sedimentarios del lago de Tiberíades. Pues bien, la pregunta es obvia. Si el polen sólo puede ser identificado con el microscopio, ¿cómo pudo esparcirlos el “falsificador” de marras de los siglos XIII o XIV, si este aparato fue inventado en 1590? Y el bueno e ingenioso de Zacharías
Janssen no consiguió lo que nosotros entendemos hoy por microscopio, sino más bien un rudimentario sistema de aumento, basado en un tubo con dos lentes convexas en cada uno de los extremos. Fue menester esperar hasta 1650 para que otro holandés, Jan Swammerdam, ideara un microscopio que permitiera observar los detalles de las cosas vivas. Sinceramente, no consigo imaginar al “artista” allá por los años 1260 al 1390, rastreando Judea para localizar las dieciséis especies de polen de plantas halófitas que sólo prosperan en los suelos con alta concentración
de salinidad (caso del mar Muerto), para después dejarlos caer sobre la falsa Sábana Santa y confundir así a los hombres del futuro...
3. Numerosos hematólogos han estudiado a fondo las manchas y coágulos de la Síndone, verificando que, en efecto, se trata de sangre humana. Una de estas investigaciones a cargo del profesor Baima Bollone arrojó un resultado sorprendente: las trazas sanguinolentas de la Sábana Santa pertenecen al grupo “AB”, un grupo sanguíneo muy extendido en las regiones del Líbano y de Israel. Y surge el interrogante: ¿cómo pudo “seleccionar” el “falsificador” o “falsificadores” de los siglos XIII o XIV este tipo específico de sangre para su “magistral trabajo” si el descubrimiento de los grupos sanguíneos fue obra del médico austríaco Karl Landsteiner en 1900?
4. Si la tradición pictórica nos ha mostrado durante veinte siglos a un Jesús crucificado por las palmas de las manos y portando una corona de espinas, ¿por qué en esos años, en los que se afirma ahora que fue falsificada la Síndone, se hizo una excepción, presentando las huellas de los clavos en las muñecas y, en lugar de la tradicional corona, las marcas de un “casco” espinoso que perforó buena parte del cuero cabelludo?
5. En noviembre de 1973, el profesor G. Raes, director del laboratorio de
Meulemeester de Tecnología Textil de la Universidad de Gante (Bélgica) detectó al microscopio entre las fibras de linc” algunos solitarios vestigios de algodón. Concretamente, la variedad Herbaceum, muy frecuente en el Oriente Medio, incluso antes del nacimiento de Cristo. Y aparecen las dudas. Si en Europa no se tejía algodón en los siglos XIII y XLV, ¿cómo se las ingenió el “falsificador” pára confeccionar un lienzo que incluyera en su trama este tipo concreto de Herbaceum?
Recordemos que en los siglos xv y xvi, los descubridores y conquistadores españoles quedaron asombrados al ver a los indígenas del Caribe y del Yucatán comerciando con ovillos de algodón...
6. ¿Y cómo “aclarar” el fenómeno de la “tridimensionalidad” que presenta la figura de la Sábana Santa? Han sido necesarios los más complejos ordenadores, mícrodensitómetros y analizadores de imágenes para dar con él. ¿Y cuál era el grado de desarrollo tecnológico de los años 1260 a 1390? He aquí algunos reveladores ejemplos:
· En 1269, el francés Pélerin deMaricourt tuvo la genial idea de perfeccionar la brújula.
· En 1291, los venecianos “inventan” el espejo.
· En 1298, Europa “recibe” de la India el “torno de hilar”, uno de los primeros artefactos mecánicos que aliviaría las pesadas labores de hilo mediante “rueca”.
· Y también en 1298, los galeses “descubren” el “arco largo”, de 1,80 metros de longitud y que permitía disparar las flechas a trescientos metros.
· En 1300, un alquimista llamado Geber hace la primera descripción conocida del ácido sulfúrico.
· En 1316, Mondino de Luzzi escribe el primer libro de anatomía.
· En 1335 se instala en Milán el primer reloj mecánico de la historia. Funcionaba gracias a la acción de la gravedad sobre unas pesas.
· En 1346, como uno de los grandes “hallazgos” del siglo, se utiliza el cañón en la batalla de Crécy.
7. Los microscopios han revelado la existencia en la urdimbre de restos de una variedad de carbonato cálcico que recibe el nombre de “aragonito”, muy frecuente en las cuevas de Jerusalén. Y yo me pregunto: ¿cómo pudo el “genial falsificador” del siglo XIII o XIV incluir semejante sutileza en la Sábana si este mineral fue descubierto en
1775?
A través de la tradición y de los Evangelios tenemos constancia de cómo discurrió la Pasión y Muerte de Cristo. Pues bien, comparemos esos datos con lo descubierto por los médicos en la imagen de la Sábana Santa:
1. Sabemos que Jesús fue “coronado de espinas”. En la cabeza del “Hombre” de la Síndone han sido descubiertas las huellas de las púas de un “casco espinoso” ¿Era habitual que los reos del siglo í recibieran este tipo de castigo antes de la crucifixión? Hasta el momento no se ha encontrado un solo testimonio o documento ni romano, ni asiático ni europeo que refiera algo similar. La probabilidad, por tanto, para dicho suceso debe ser estimada como muy baja. Y los científicos, curándose en salud, la han situado en uno contra cinco mil. (Ver estudio de Gruno
Barberis.)
2 Los especialistas en anatomía han confirmado que el “Hombre” de la Sábana presentaba importantes escoriaciones en las áreas de los hombros, como consecuencia de haber cargado un pesado tronco o madero: el llamado “patibulum”. Y de acuerdo también con esta fórmula romana de ejecución, se tiene conocimiento de que el reo sólo transportaba el brazo horízontal de la cruz. La “stipe” opalo vertical solía permanecer fijo en el lugar del suplido. Es muy probable, en suma, que Jesús fuera amarrado a dicho “patibulum”, caminando así durante una parte del recorrido entre la fortaleza Antonia y el Gólgota. Y a la hora de establecer el cálculo de probabilidad, los analistas tirando por bajo le han concedido una proporción de uno a dos.
3. Y ese mismo cálculo (uno a dos) es el establecido para el hecho de los clavos en muñecas y pies. El “Hombre” del lienzo de Turín omo ha sido demostrado hasta la saciedad presenta unas huellas inequívocas. Y aunque lo normal en las crucifixiones romanas era amarrar a los condenados y no malgastar los clavos, las computadoras recibieron la citada proporción de “uno a dos”.
4. Más insólito es el asunto de la “lanzada”. La costumbre establecía que, en el supuesto de que el crucificado no hubiera muerto y el descenso de la cruz tuviera que ser adelantado, el reo recibía una serie de violentos golpes en las piernas, acelerando así el fallecimiento por asfixia. Y rara era la ocasión en que resultaba alanceado. El “Hombre” que aparece en el lienzo no fue víctima de este quebrantamiento de los huesos y sí herido en su costado derecho, una vez muerto, tal y como revelan los Evangelios.
El cálculo matemático para tan inusual acontecimiento fue fijado en la proporción de uno a diez.
5. Según la costumbre, los cadáveres de los crucificados solían permanecer durante un tiempo expuestos “a la vergúenza pública”. Esta dramática circunstancia formaba parte del carácter ignominioso del suplicio. Y una vez descendidos del madero, lo normal era arrojarlos a una fosa común. En el caso de Jesús de Nazaret, como sabemos, el cuerpo fue depositado de inmediato sobre una sábana y trasladado a un sepulcro. Y esto fue lo que ocurrió con el “Hombre” de la Sábana de Turín. Y los científicos en un gesto de “generosidad” establecieron que “uno de cada cien crucificados” pudo recibir tan piadoso tratamiento.
6. También el “Hombre” de la Síndone presenta otra no menos extraña
característica, similar a la experimentada por el cadáver de Cristo: ese cuerpo fue sepultado sin recibir los obligados y tradicionales cuidados de lavado y uncion. Algo inexplicable dentro de los sagrados rituales judíos de la época. A no ser, claro está, que, como especifican los textos evangélicos, “razones de urgencia” obligaran a sus deudos y familiares a posponer estas operaciones. La rareza de este suceso compartida, como digo, en ambos casos conduce a una probabilidad de uno a veinte.
7. Y lo más desconcertante: el “Hombre” de la Sábana Santa “sólo” permaneció envuelto en dicho lienzo por un espacio no superior a las treinta y seis horas. De haber continuado más tiempo, la putrefacción habría arruinado la misteriosa imagen y la propia sábana. ¿Y qué dicen los evangelistas? Todos lo sabemos: el cadáver del Maestro “desapareció” del sepulcro en la madrugada del sábado al domingo. Verdaderamente es poco verosímil que los que se preocuparon de envolver el cuerpo del “Hombre” de la Síndone en un lienzo penetraran en la sepultura antes de las treinta y seis horas para cambiar de sitio al ajusticiado y retirar el paño de lino. Y las computadoras recibieron una más que “generosa”
probabilidad: uno contra quinientos.
¿Y cuál fue el resultado final?
Yo diría que escalofriante y rotundo: uno contra doscientos billones.
En otras palabras: sobre la posibilidad de doscientos billones de crucificados, sólo uno habría reunido las siete “circunstancias” mencionadas. Y ese “uno” tiene nombre propio: Jesús de Nazaret o, lo que es lo mismo, el “Hombre” de la Sábana Santa.))
Aquí se acaba la investigación de Benítez. Hay más pruebas que se han ido descubriendo en años posteriores pero creo que con esto es suficiente. Creo que queda demostrado que un artista del medievo no pudo hacer esto. Y cabe decir que la Iglesia no admite la Sábana Santa como prueba palpable de la resurrección porque ésta ha de creerse con la Fe.
Dices Roberto que:
“no debe ganarnos nuestra visión “occidental blanca y cristiana” del mundo”
Y yo te digo que a mí me gustaría que se quitaran ya todas las vendas de la doctrina y del prejuicio. Alguien que es un profesional de la rama arqueológica tiene sus conceptos condicionados a la tradicionalidad y el salirse de esos esquemas supone un quebradero de cabeza en sus esquemas. ¿Por qué ha de ser verdadero lo discutible? Hablando sobre fútbol, es poco probable que dos personas de equipos contrarios se pongan de acuerdo con la actuación arbitral si el equipo de uno de ellos ha perdido con un penalti en contra. Lo mismo sucede en el caso de un psicoanalista y un sacerdote: ninguno de los dos interpretará las inquietudes o vacíos existenciales de una persona de un mismo modo. Con esto quiero decir que un mismo tema tiene muchas interpretaciones.
Cuando los hombres del pasado afirmaban que todo lo que sabían se lo debían a los dioses caben dos interpretaciones: el simbolismo o la imaginación o, por el contrario, que la frase fuese realmente cierta. ¿Cuándo vamos a dejar de tratar a nuestros antepasados como simples personas supersticiosas y soñadoras? ¿Cuándo se va a dejar de hablar de mitologías, tradiciones y leyendas? ¿Por qué no hablamos de realidad? ¿Por qué nos ponemos barreras?.
Hablemos pues del Tassili o de la tribu Dogon de África.
¿Es casualidad que la tribu Dogon (una tribu aislada y anclada en el pasado y sin contacto con la modernidad) conociera hace más de 1000 años de la existencia de la órbita de Sirio B? Recordemos que no se ve a simple vista ya que se necesita telescopio. También sabían el tiempo que tardaba en dar la vuelta a Sirio A, su peso, la distancia de la tierra hasta él... ¿Cómo pudieron saberlo? ¿Casualidad? ¿Mitología? Lo dudo. Ellos dijeron que se lo contó el dios Nommo que bajó del cielo a la tierra. ¿Por qué no creerles? ¿Qué ganan ellos diciendo que existen los extraterrestres? ¿Qué ganaba Copérnico diciendo que la tierra no era el centro del universo sino su muerte? ¿Qué ganaba Darwin con su teoría de la evolución poniéndose en el centro de las críticas de sus colegas? ¿Qué gano yo diciendo todo esto?
Más claros son los dibujos grabados del Tassili. Y recordemos que los eruditos dicen que nuestros antepasados de esas edades tan lejanas pintaban lo que veían. ¿Un ser con escafandra, guantes, traje y botas hace 10.000 años es simple imaginación? ¿naves espaciales con su tren de aterrizaje? ¿de nuevo la tradición? Lo dudo.
Como dijo Reiner Maria Rilke en “Cartas a un joven poeta”
“Todo puede ser posible, aun lo inaudito. Éste, fundamentalmente, es el único coraje que se nos exige: tener valor ante lo más extraño, prodigioso e inexplicable que pueda ocurrir. Infinito daño ha hecho a la vida el que los hombres hayan sido tan cobardes en ese sentido... Pero el temor a lo inexplicable no sólo ha pauperizado la existencia del individuo; también las relaciones entre un ser humano y otro han sido limitadas por él, y, por así decirlo, desviadas del cauce de las infinitas posibilidades hacia un lugar yermo de la orilla, donde nada sucede”.
Como ves, no hablo de las líneas de Nazca, el astronauta de Palenque o el triángulo de Paracas, entre otros, porque pueden tener más de mil interpretaciones. Yo soy el primero en leer la versión científica pero si no me convence, trato de encontrar otra respuesta. Muchos científicos se han equivocado y no por ser sabios en su ciencia no van a poder errar. La arqueología no es una ciencia exacta.
También has comentado que:
“Dentro de este tipo de afirmaciones temerarias esta el de afirmar que la aparición en una astronave de Elías y Moisés (que fueron llevados en el Antiguo Testamento hacia el cielo mediante una astronave) no me parecen casualidades. Esa es una muy particular interpretación de una descripción bíblica, no la verdad”.
Puede ser que sea difícil ver esta imagen pero recordemos que los testigos OVNI de la actualidad ven también “nubes que se mueven” “columnas y cilindros de humo” etc. Y no olvidemos que el ejército de aviación de México ha reconocido un incidente que tuvieron sus aviones por causa de los OVNIS. Hablo de un ejército sumamente cualificado y no de personas con ultraligeros ni locos con alucinaciones. Es la primera vez que un organismo oficial reconoce la existencia OVNI. De todas formas creo que en los escritos de la India queda más clara mis postura al respecto. Simplemente redactaré uno como pequeña muestra:
Dice el Ramayana:
"Rama subió al carro que va a cualquier sitio a voluntad y se parece a una brillante nube del cielo. Bajo el mando de Raghira, el excelente carro se elevó a lo más alto del espacio y Rama, desplazándose a su placer, halló gran deleite.
El carro celeste que posee una fuerza admirable, dorado en su forma y en su esplendor, ascendió por encima de la colina y del valle boscoso... Alado como el rayo, fatal como el relámpago en el cielo, envuelto en humo y destellos flameantes, rápida proa circular.
Las vimanas tenían la forma de una esfera y navegaban por los aires a causa de la rasa (mercurio) que levantaba un fuerte viento propulsor.
A bordo de las vimanas, los hombres podían cubrir grandes distancias en un espacio de tiempo sorprendentemente corto.
El conductor de las vimanas las movía a voluntad, volando de abajo hacia arriba, de arriba hacia abajo, hacia delante o hacia atrás, según la disposición del centro propulsor y de su inclinación".
Como se observará, esto más que un texto "mitológico" es un texto descriptivo. La palabra "carro" que se untiliza no significa sino "transporte" o "vehículo". Las personas de la antigüedad se movían con carros en el suelo y lo único que hicieron para designar a una nave espacial fue llamarla "carro celeste", "carro de fuego"... De todos modos, ellos le pusieron un nombre propio: "vimana".
Hemos leído relatos de África y Oriente. Veamos pues, "mitologías" o "leyendas" de otras partes del globo sin extendernos en demasía:
Los indios hopi (de Norteamérica) afirman que sus antepasados fueron visitados por seres procedentes de las estrellas que se desplazaban en escudos volantes o pajaros tronantes, y dominaban el arte de cortar y transportar enormes bloques de piedra, así como de construir túneles e instalaciones subterráneas. Estos salvadores eran los "katchinas", que significa "sabios, ilustres y respetados.
En América del Sur, por poner un ejemplo me referiré a Tiawanaku:
Los cronistas españoles de la conquista, escribieron que los nativos les contaron que "sus antepasados volaban en grandes naves doradas que se impulsaban y mantenían en el aire por medio de sonidos".
Y volviendo a la Biblia, la nube que siguió a Moisés y a su pueblo por el desierto, les acompañó nada más y nada menos que ¡cuarenta años!. Vaya nube más fiel...
Hay, desde luego, muchos más casos en más culturas. Me quiero referir con todo esto a que la similitud en la descripción de "carros o naves celestes" es muy similar en todas las "mitologías" por lejos que estén unos pueblos de otros. ¿Es todo esto casualidad? Si lo es, yo me rindo.
Acabo diciendo que me gusta debatir esta cuestión porque me estimula más a seguir investigando. Por eso Roberto, me alegra tu posición al respecto de estos temas.
Gracias Andyz por tu recomendación del "Libro de los muertos". Intentaré conseguirlo.
Yacer en el suelo, habiendo sido atravesado en la lid por el agudo bronce, es decoroso para un joven, y cuanto de él pueda verse, todo es bello, a pesar de la muerte. (Homero)