por Venus Imperial » Jue Ago 23, 2007 7:00 pm
LA OBSESIÓN DE COLON POR HALLAR LOS MONTES DE ORO DE OFIR Y CIPANGO
Esos montes que esperaba hallar en La Española, de cuya existencia le habrían hablado hombres blancos que lo precedieron, fueron la obsesión de Crsitóbal Colón desde que contempló, por vez primera, las playas de la isla Guanahanó, bautizada por él con el comprensible nombre de San Salvador. Sin duda ese trozo de tierra constituyó para el Almirante la isla de la salvación, porque apenas tres días antes, Martín Alonso de Pinzón, el hombre clave de su tripulación y su brazo derecho desde que arribó a Palos de la Frontera para preparar su escuadra descubridora, había logrado reducir un nuevo y serio motín a bordo de las tres naves. Logró así un nuevo plazo de apenas 36 horas para encontrar al famoso Cipango, ya que en caso contrario la armada emprendería de inmediato el regreso a España. Las vicisitudes que Colón y sus hombres vivieron en el transcurso de los 33 días que duró la singular expedición del primer cruce del Atlántico, las penurias físicas, el miedo a los insondables misterios del mar Atlántico, los amotinamientos que a punto estuvieron de frustrar el gran descubrimiento, todas esas angustiosas imágenes se borraron en contados segundos de sus afiebradas mentes cuando al amanecer de aquel 12 de Octubre de 1492 vieron aparecer ante sus desorbitados ojos las primeras siluetas de las tierras que perseguían, aunque las costas del Cipango colombino resultasen ser la isla de Guanahaní. Cuando Colón divisó la frondosa vegetación de esa isla (hoy totalmente desaparecida), y alcanzó, tras sortear sus arrecifes, sus idílicas playas, sus labios sólo pudieron articular palabras de agradecimiento para el Dios que le había protegido al punto de permitirle cumplir su magistral sueño. Un sueño un tanto curioso, según apuntan historiadores como Manuel Lucena, quien al referirse al objetivo de su viaje y a la mercadería que portaba en las bodegas de sus naves subraya: "Lo que desde luego sorperende bastante es que pensara vender a los chinos y a los japoneses objetos de tan poco valor como cascabeles y cuentecillas de vidrio, que luego regaló a los indios". Según su diario, reescrito por fray Bartolomé de de Las Casas, tropezó con unos individuos que le recordaron los guanches del archipiélago Canario, gente muy pobre de todo y hospitalaria, que andaban todos desnudos "como su madre los parió", incluidas las mujeres. Su frustración, añade Lucena, fue enorme, ya que después de tanto esfuerzo no encontró sedas ni marfiles ni perfumes ni nada refinado. En la madrugada del Descubrimiento, dice De Las Casas, el Almirante tuvo por cierto estar junto a la tierra, por lo cual rogó a todos que mirasen bien y "que al que le dixese primero que via tierra le daria un jubon de seda, sin las otras mercedes que los Reyes avian prometido, que eran diez mill maravedis de juro". Dos horas después el vigía confirmaba la presunción de Colón y por la mañana, "llegaron a una isleta de los lucayos, que se llamava en lengua de indios Guanahani. Luego vieron gente desnuda, y el Almirante salió a tierra en la barca armada, y Marton Alonso Pinçon y Vicentes Añes, su hermano, que era capitan de la Niña. Saco el Almirante la vandera real y los capitanes con dos vanderas de la Cruz Verde, que llevaba el Almirante en todos los navios por seña, con una F y una I, encima de cada letra su corona, una de un cabo de la + y otra de otro.
Puestos en tierra vieron arboles muy verdes y aguas muchas y frutas de diversas maneras. El Almirante llamo a los dos capitanes y a los demas que saltaron a tierra, y a Rodrigo d'Escobedo escrivano de toda la armada, y a Rodrigo Sanchez de Segovia, y dixo que le diesen por fe y testimonio como el por ante todos tomava, como de hecho tomo posession de la dicha isla por el Rey e por la Reina sus señores, haziendo las protestaciones que se requerian, como mas largo se contiene en los testimonios que alli se hizieron por escripto..." La toma de posesión, explica el investigador y catedrático Francisco Morales Padrón, es un fenómeno que esta íntimamente ligado al descubrimiento, un acto que seguía inmediatamente al hallazgo, una ceremonia simbólica y jurídica tan corriente que Colón, sin instrucciones expresas, es lo primero que hizo al desembarcar en Guanahaní. Ese acto, más o menos rudimentario, marcó de hecho, el inicio mismo de la conquista de América, con todas sus secuelas y consecuencias.
LA PRINCIPAL OBSESIÓN DE COLÓN FUE ENCONTRAR EL ORO.
Colón había conseguido el apoyo de los Reyes Católicos con la descripción de las riquezas que podrían obtener si financiaban su empresa. Por ello, ya en tierra, concluida la ceremonia de toma de posesión en nombre de la corona, su principal preocupación fue ubicar el oro del que "había hallado algunas muestras". Para ello, en este primer viaje recorrió seis islas de la región, deteniéndose más tiempo en la última, la que le pareció más importante y a la que bautizó con el nombre de "La Española". Fue frente a la costa norte de esta isla donde, en la Nochebuena de 1492, naufragó la Santa María. Con sus restos, Colón fundó el fuerte de La Navidad y alojó allí a 39 de sus hombres, a los cuales no podía llevar de regreso porque no cabóan en la Niña, única embarcación que le quedaba, ya que en esos momentos la Pinta se hallaba perdida. Los motivos de esa momentánea desaparición de la nave comandada por Martín Alonso de Pinzón significaron la irreparable enemistad entre el Almirante y aquel hombre al que tanto debía. Al comandante de la Pinta se le acusó de desertar para adelantarse en la búsqueda del famoso Cipango, tierra de la que sabía la exacta ubicación por haber tenido en sus manos, durante tres días, mientras cruzaban el Atlántico, la carta de navegación colombina.
ASÍ COMENZÓ LA CONQUISTA.
Cuando los primeros habitantes de Guanahaní contemplaron extrañados a aquellos extraños seres llegados de allende el mar, lejos estaban de imaginarse que 500 años más tarde, en 1992, aquellas tierras de las que Colón contó maravillas, de su entorno vegetal y animal, y de su raza, no quedadróa absolutamente nada. Colón, fue el primero en dar fe de que los habitantes de Guanahanó no mostraron temor antes los hombres blancos: "los unos nos trian agua, otros otras cosas de comer; otros, cuando veian que yo no curava de ir a tierra, se echavan a la mar nadando y venian y entediamos que nos preguntavan si eramos venido(s) del cielo... venid a ver los hombres que vinieron del cielo, traedles de comer y de bever... Vinieron muchos y muchas mugeres, cada uno con algo, dando gracias a Dios echandose al suelo, y levantavan las manos al cielo y despues a bozes nos llamavan que fuesemos a tierra". Eran pacíficos, no portaban armas, no las conocían: "les amostre espadas y las tomavan por el filo y se cortavan con ignorancia... Vide algunos que tenian señales de feridas en sus cuerpos, y les hice señas que era aquello, y ellos me amostraron como alli venian gente de otras islas que estavan acerca y les querian tomar y se defendian. Y yo crei e creo que aqui vienen de tierra firme a tomarlos como captivos...", características que le llevaron a deducir que serúan buenos y dóciles servidores y fáciles de convertir al cristianismo. Influenciados por los mismos conceptos, aseguró a sus soberanos que esos indígenas podían ser tomados y llevados a Castilla o "tenellos en la misma isla captivos, porque con cincuenta hombres los terna(n) todos sojuzgados, les haran(n) hazar todo lo que quisiere(n)". La simplificidad y bondad de sus habitantes y la belleza de las islas que descubrió, cautivaron al Almirante, pero no al punto de disminuir su urgencia por encontrar el sitio en que estaban las minas de oro que perseguía; por ello, una vez más, se hizo a la mar en busca de esas riquezas: "Yo mire todo aquel puerto y despues me bolvi a la nao y di la vela, y vide tantas islas que no dabia determinarme a cual iria primero"... De esa forma, el paisaje dejó lugar a la materia y Colón luego de recorrer las tres islas más próximas, las que denominó sucesivamente Santa María de la Concepción, Fernandina e Isabella, Comenzó a impacientarse porque las fabulosas riquezas continuaban sin aparecer. Finalmente, tras un nuevo intento, topó con La Española, y tras muchos titubeos, dedujo que había llegado a su Cipango.
SU DIARIO CONSTITUYE UNA PIEZA CLAVE.
Entre tanta tarea, Colón no descuidaba su diario. Esas anotaciones de su puño y letra -que a su regreso entregó a los Reyes Católicos-, aunque alteradas por las sucesivas copias e interpretaciones, y por la pérdida de que fue objeto el texto original, significa, aún hoy, un documento clave a la hora de evaluar los acontecimientos que condujeron a la primera toma de contacto entre los dos mundos, así como las consecuencias que de estos hechos se derivaron. Porque sus observaciones, cada uno de los detalles que Colón confió a sus páginas, constituyeron el hilo transmisor de su pensamiento y de su posterior accionar. De esa forma y merced a su existencia, hoy, 500 años después, podemos tener una idea, lo más aproximada posible a la realidad, acerca de cómo se gestó nuestra iberoamericaneidad, estudiarla y debatirla, aunque ya no podamos modificarla. Nos permitió saber que las personas que habitaban las tierras descubiertas, eran dóciles y hospitalarias, y que "todo lo davan por cualquiera cosa que se los diese", aunque a tenor de lo que él mismo registro en su diario, la contrapartida de los "hombres llegados de las aguas", no fue precisamente muy desprendida: "y todo lo que yo le di no valia cuatro maravedies..." La filosofía con que Colón encaró esos primeros contactos fue la que prevaleció durante toda la conquista Española; época en la cual no se trabajó con el objetivo de establecer un intercambio respetuoso y equilibrado, sino que por el contrario se llevó a cabo, de forma sistemática y autoritaria, un expolio económico y cultural.
"Yo, dice Colón, porque nos tuviesen mucha amistad, porque conocí que eran gente que mejor se libraria y convertiria a nuestra sancta fe con amor que no no por fuerça, les di a algunos d'ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponian al pescueço, y otras cosas muchas de poco valor, con que ovieron mucho plazer y quedaron tanto nuestros que era maravilla... y estava atento y trabajava de saber si avia oro, y vide que algunos d'ellos traian un pedaçuelo colgado en un agujero que tienen a la nariz. Y por señas pude entender que, yendo al Sur o bolviendo la isla por el Sur, que estava alli un Rey que tenia grandes vasos d'ello y tenia muy mucho. Trabaje que fuesen alla, y despues vide que no entendian en la ida..." Y así, merced a las pistas que le proporcionaron los indígenas de Guanahaní, Colón pudo llegar a La Española, isla en la que le habían asegurado que hay "mucho oro, y que lo traen en los braços en manillas y a las piernas y a las orejas y al nariz" e insiste "y pues estas dan asi estas señas, que lo traen a los braços y a las piernas, yo tengo, no puedo errar con el ayuda de Nuestro Señor que yo no le falle adonde nace".
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