Pero
la erosión del viento y la arena se puede descartar por una ra¬zón muy sencilla. Se supone que la gran Esfinge fue construida por el faraón Kefrén, sucesor de Keops, en torno al año 2700 a.C.
Durante la mayor parte de los últimos 5.000 años ha permanecido sepultada por la arena hasta la altura del cuello, quedando, por tanto, completamen¬te protegida de los efectos de la arena arrastrada por el viento. Dentro de unos límites relativamente amplios, es posible calcular la cantidad de tiempo que lleva enterrada la Esfinge. Este cálculo tiene una impor¬tancia algo más que anecdótica.
La Esfinge y la arenaCuando Napoleón llegó a Egipto, encontró a la Esfinge enterrada en la arena hasta el cuello; el templo adyacente resultaba invisible. Caviglia excavó definitivamente la Esfinge en 1816.
En condiciones normales, el jamsin, el intenso viento del desierto que sopla desde el sur en el mes de abril, va depositando arena poco a poco sobre cualquier obs¬táculo que encuentra a su paso, y puede que hagan falta cientos de años para que alcance su nivel máximo. Por tanto, en circunstancias normales cualquier monumento o templo dados se verán sometidos a las fuerzas erosivas de la arena arrastrada por el viento durante largos períodos de tiempo.La Esfinge, sin embargo, está esculpida en una sola cresta de roca, y sólo la parte superior de dicha cresta queda por encima del nivel del suelo. Para esculpir la Esfinge, los constructores hubieron de cavar un hoyo en torno a la cresta de roca, lo bastante profundo como para permitir trabajar en el monumento. Como es lógico, la arena se precipita en un hoyo y lo llena mucho más deprisa de lo que tarda en cubrir un obstáculo situado en el nivel de la superficie; así, en 1853 la Esfinge se hallaba de nuevo cubierta de arena hasta el cuello. Esta vez fue exca¬vada por Mariette. En 1888 Maspero hubo de desenterrarla de nuevo. Y en 1916 Baedeker escribió en su guía de viaje que se hallaba cubier¬ta de nuevo. Así pues,
en un período de veinte a treinta años el hoyo en el que reposa la Esfinge se llena otra vez de arena. Esto significa que, sin una atención constante, la Esfinge se hace rápidamente inmune a la erosión de la arena arrastrada por el viento.Existen algunas pistas históricas concretas de épocas en las que la Esfinge estuvo libre de arena, lo que permite hacer nuevas deducciones con mayor o menor certeza.
Ni en el Imperio Antiguo ni en el Medio hay referencia alguna a la Esfinge. Ésta adquiere importancia histórica por primera vez a raíz de una lápida de piedra erigida entre sus patas por Tutmosis IV en torno al año 1400 a.C. La inscripción de esta estela cuenta cómo, en una visión, la Esfinge se apareció a Tutmosis, prometiéndole la corona de Egipto si veía retirada la arena que la cubría.
Tutmosis realizó la tarea y, posteriormente, se convirtió en rey.
Esto prueba que
en la época de Tutmosis la Esfinge estaba enterrada. Indica también que las excavaciones no constituían una labor habitual: si lo hubieran sido, Tutmosis no habría reclamado tanta atención para su hazaña.
Si retrocedemos ahora en la historia egipcia, hasta la fecha de la
supuesta construcción de la Esfinge por parte de Kefrén, 2700 a.C, encontramos que durante los cuatro siglos siguientes a este faraón Egipto siguió siendo políticamente estable; pero después entró en un período de caos, conocido como «primer período intermedio», que duró unos tres siglos. A éste le siguió el renacimiento representado por el Imperio Medio, que duró unos cuatro siglos, y tras el que so¬brevino otro período de caos, el «segundo período intermedio»; este último terminó con el establecimiento de la XVIII dinastía y el Imperio Nuevo.
Es razonable suponer que, a partir de Kefrén (quien tenía una conexión con la Esfinge, aunque no la construyó), ésta y su templo pudieron muy bien haber sido objeto de cuidados durante todo el período de estabilidad, e igualmente es razonable suponer que al iniciarse el primer período intermedio dichos cuidados se abandonaran, como sucedió con todo lo demás en Egipto. Dado que no se ha encontrado nada en los alrededores de la Esfinge que la relacione con el renacimiento del Imperio Medio, es bastante probable que durante estos siglos se la dejara enterrada en la arena, y que quedara así hasta ser excavada por Tutmosis. En consecuencia, de los 1.300 años transcurridos entre Kefrén y Tutmosis, probablemente la Esfinge pasó 1.000 enterrada.
Frente a la estela de Tutmosis había otra lápida, erigida por Ramsés II dos siglos después, lo que indica que durante todo este tiempo la Esfinge se mantuvo constantemente limpia de arena.
Después desaparece de los registros. Cuando Herodoto visita Egipto, en el siglo v a.C, se refiere extensamente a las pirámides, pero ni siquiera menciona a la Esfinge. Esto no puede ser un descuido. La Esfinge, de unos 70 metros de longitud y unos 20 de altura, es la escultura más espectacular del planeta. El hecho de no mencionarla sólo se puede deber a una causa: toda ella, salvo la cabeza, estaba enterrada bajo la arena. Dadas las maravillas arquitectónicas de Egipto
(en tiempos de Herodoto en mu¬cho mejores condiciones que hoy), la visión de una colosal cabeza ais¬lada en la arena no merecería necesariamente una mención. Y la sitúación de la Esfinge es tal que a un visitante situado en las pirámides es probable que la cabeza le pasara totalmente desapercibida.
En algún momento entre Ramsés II y Herodoto, la Esfinge se des¬cuidó y quedó cubierta por la arena. De nuevo es posible hacer una suposición razonable. En el año 1085 a.C. se inició otro período de caos, el «tercer período intermedio». En torno a esta época podemos suponer justamente que la Esfinge se dejó a merced de los elementos, quedó rápidamente cubierta de arena y permaneció así hasta que los Tolomeos la desenterraron de nuevo.
Aunque no existen inscripciones que señalen la fecha, se sabe que la Esfinge fue excavada de nuevo, y durante la época tolemaica o roma¬na se emprendió la labor de reparación —bastante torpe— de las patas delanteras. Por las hileras de piedra que se conservan de la parte inferior parecería que originariamente se proporcionó una nueva cobertura a todo el cuerpo.
Admitiendo la posibilidad máxima (y, seguramente, siendo dema¬siado generosos), podemos decir que la fecha más antigua de excavación de la Esfinge debió de ser alrededor del año 300 a.C, mientras que la última fecha en la que fue objeto de cuidados debió de ser el año 300 d.C, dado que en el 333 el cristianismo pasó a ser la religión oficial y exclusiva de Roma, y la antigua religión egipcia se declaró ilegal. En cualquier caso, la religión egipcia llevaba ya varios siglos languideciendo, y resulta poco probable que en una fecha tan tardía como el año 300 d.C. se siguiera prestando atención a la Esfinge.
Pero si admitimos que pudo haber pasado, podemos estar absolu¬tamente seguros de que los cristianos, y los musulmanes que los reemplazaron tres siglos después, mostraron únicamente un interés destructivo en los monumentos egipcios. No cabe duda de que entre los años 300 d.C. y el 1800 d.C. la Esfinge permaneció sepultada en la arena. Con un posible margen de algunos siglos de más o de menos, no creo que ningún egiptólogo discutiera seriamente este razonamiento.
Al suponer que el viento y la arena son los responsables del desgaste de la Esfinge, los egiptólogos pasan por alto varios factores más. El primero es que los geólogos coinciden en señalar que sólo un viento de suficiente velocidad como para arrastrar arena consigo puede producir una erosión apreciable. En otras palabras, los vientos normales de Egipto, que predominan durante once meses al año, producen efectos insignificantes.
La erosión debida a la arena arrastrada por el viento sólo se puede producir en el mes durante el que sopla el jamsin (por otra parte, de manera intermitente). El jamsin sopla únicamente desde el sur, y, en sus lados sur y este, la Esfinge se halla eficazmente protegida de la fuerza de este viento por el conjunto de sus templos, así como por el propio hoyo en el que reposa. Esto significa que, aunque la Esfinge se hubiera mantenido limpia de arena ininterrumpidamente durante los últimos 4.700 años, los efectos de la erosión de la arena arrastrada por el viento serían mínimos, y cabría esperar que los muros exteriores del templo exhibieran los peores efectos. Pero no es así. Aparte de esto, y debido a factores tales como la turbulencia, la ero¬sión fuerte por el viento y la arena suele producir efectos irregulares y a menudo espectaculares, como las extrañas figuras, de aspecto casi extraterrestre, de las mesetas americanas. Y debido al peso de la arena arrastrada, los geólogos reconocen que, independientemente de la fuerza del viento, la erosión se limita en gran medida a una altura de unos dos metros desde el nivel del suelo. Es este tipo de erosión la responsable de las espectaculares torres de piedra que, en sorprendente equilibrio, aparecen excavadas o «vaciadas» en su base, pero intactas en su parte superior.
La Esfinge y sus templos no muestran evidencia alguna de estos efectos típicos. El desgaste es muy marcado, y, a simple vista, presen¬ta un aspecto uniforme. Sólo en un lugar hay evidencias de la típica erosión debida a la arena arrastrada por el viento, y se trata de una zona en la que esto se podría prever razonablemente: la nuca; puesto que, como ya hemos visto, si se abandona a los elementos, el cuerpo de la Esfinge y los templos que están junto a ella desaparecen rápidamente bajo la arena. Sólo el cuello y la cabeza permanecen al aire libre. Dado que la erosión de la arena arrastrada por el viento se limita —como hemos dicho— a los dos metros de altura desde el nivel del suelo, cabría esperar que fuera el cuello, y sólo el cuello, el que mostrara los efectos de este tipo de desgaste. De hecho, el cuello, especialmente la nuca, aparece excavado o «vaciado» en su base: el resultado típico de la exposición a las arenas arrastradas por el jamsin.
Este efecto apenas resulta evidente, ya sea a simple vista, ya sea en fotografía. En comparación con el dramático deterioro del resto del cuerpo parece insignificante, y sólo se hace manifiesto si se busca expresamente. Cuando uno se da cuenta de que no puede ser el resul¬tado de casi 5.000 años de constante exposición al jamsin, sino de más del doble de esa cantidad (es decir, desde que Egipto se convirtió en un desierto), se corroboran los efectos relativamente menores de la erosión de la arena arrastrada por el viento, a la vez que se hace mucho más inexplicable el deterioro del cuerpo, expuesto sólo 1.400 años de los últimos 4.700.
Esto nos lleva al segundo factor condicionante fundamental. Si en sólo 1.400 años el viento y la arena han reducido a la Esfinge a su actual condición, entonces cabría esperar que se hallaran evidencias similares o, al menos, un deterioro comparable en otros monumentos egipcios construidos con materiales parecidos y expuestos al jamsin durante un período de tiempo similar.
Fuente
La serpiente celeste
John Anthony West
Los enigmas de la civilización egipcia
Paginas 189 a 201