Todo cuanto tiene su Ser dentro de la Creación, todo cuanto ha sido, Es y será, forma parte de un Único Suceso: El Sueño que el Eterno sueña; y en el que tú, y yo, somos personajes del sueño.
“El Todo es Mente, el Universo es mental”
-El Kibalyón-
Sin embargo, el gran secreto es que el personaje mismo (tú), no es otro que el Soñador Infinito, viéndose a sí mismo a través de una pequeña ranura de posibilidades, en apariencia finitas: Tu vida, mi vida, nuestras vidas.
“Si bien es cierto que todas las cosas están en el Todo, no menos lo es que el Todo está en todas las cosas; quien entiende esto debidamente, en verdad ha adquirido gran conocimiento”
-El Kibalyón-
Eres un “pequeño” fragmento del Innombrable, que se experimenta a sí mismo, que expresa sus infinitas posibilidades, a través del pequeño trozo de “realidad” al que llamas “tu vida”.
Lo interesante del sueño es que, mientras dura, el personaje se olvida de que Él es el Soñador mismo creando sus personajes; el personaje, en su adormilamiento, se cree y se ve a sí mismo como pequeño, frágil, incompleto e imperfecto; se olvida por entero de su verdadera Naturaleza y Dimensión, se olvida de Quién ES.
“En verdad os digo: Sois dioses”
-Jesús de Galilea-
Así, cuando despertamos, nos damos cuenta vívidamente, de que somos el personaje, pero también el Creador del personaje, y más aún, el Creador de Todos los personajes. Cuando despertamos descubrimos con sorpresa, que Todo Es UNO y el mismo.
El punto es, que nos hallamos tan involucrados y tan absortos en nuestra propia trama microscópica, que no somos capaces de ver que somos segmentos de un hilo sin fin que se teje en un telar mayor; no reconocemos que nos hallamos entrelazados a otras partes de ese mismo hilo que forma un tramado infinito. Por tanto, no percibimos el diseño, la forma y textura que su totalidad confecciona.
En este contexto, los sucesos que ocurren dentro de la trama de un sueño (una vida), nunca son aleatorios; nunca son aislados, ni inconexos, accidentales, fortuitos, casuales o circunstanciales, por más que lo parezca; o como dice Richard Bach: “Nada es Azar”.
Antes bien, Todo es a propósito.
Todo obedece a una lógica suprema y trascendente –aunque paradójica– que escapa a la percepción y a la comprensión de quien duerme en esta vida de ensueño.
Todo es parte de una misma secuencia, de una misma trama. Somos coros e instrumentos de una misma sinfonía infinita, de la cual no escuchamos sino nuestro propio sonido, que nos parece un simple ruido incomprensible y desarticulado, si no somos capaces de escuchar el resto de la sinfonía en su conjunto.
Cuando guardamos silencio, cuando callamos nuestro ruido interior, comenzamos a percibir los ritmos universales, sus cadencias, sus armonías, su lógica. Entonces nos dejamos llevar por su melodía, dejamos de luchar y de oponer tanta resistencia. Fluimos con ella, colaboramos con ella.
De pronto percibimos claramente que Todo está donde debe estar, y que Todo Es precisamente como debe ser; todo es correcto, todo es perfecto, todo cuadra, todo concuerda y encaja. En consecuencia, sentimos con nitidez cómo nosotros comenzamos también a encajar. O más bien, comenzamos a sentir cómo es que nosotros encajamos; puesto que, aún sin saberlo, siempre habíamos encajado, sólo que ahora lo notamos.
Al percibir la melodía y al comprender cómo encajamos, dejamos de resistirnos al curso de las cosas y nos alineamos con su flujo. Entonces empiezan a sucederse los “milagros”.
Súbitamente todo se vuelve fácil; todo ocurre sin esfuerzos. Casi sin mover un dedo se logra cuanto nos propongamos. Las personas correctas, los acontecimientos exactos, las informaciones precisas, los recursos justos, todo aparece espontáneamente en el momento y del modo perfecto.
Uno literalmente siente como si el Universo moviera nuestras fichas en el tablero de juegos de la vida; como si Dios fuera nuestro cómplice incondicional. Todo sale bien, todo se logra, todo funciona. “Casualidades” imposibles de creer se producen una tras otra, a cada momento, todos los días y a todas horas. Eso es la “Sincronicidad”.
El autor de dicha palabreja, y el primero en describir este fenómeno, fue el célebre psicólogo suizo Carl Gustav Jung; por cierto, y para quienes se interesen en las artes adivinatorias, la Sincronicidad es la base de funcionamiento del famoso oráculo chino, el “I Ching” (que es excelente). Cuando uno lee el I Ching, lo que hace es leer los movimientos de las sincronías del momento presente (las mutaciones).
Pero bueno, volviendo al tema, la Sincronicidad es exactamente lo opuesto a eso que se conoce como la “Ley de Morphy”.
Piensas en alguien y un momento después, o al día siguiente, te lo encuentras o te llama o te escribe o te llegan noticias suyas.
Quieres un taxi y se para uno justo frente a tus narices a descargar pasaje.
Platicas con el taxista y de pronto te dice algo que te explica cosas que querías entender (a veces sin que esa misma persona se entere).
Abres un libro cualquiera al azar y encuentras la clave de una respuesta que buscabas.
Necesitas recursos y te tropiezas en la calle (casi lo tiras) con la persona perfecta para interesarse y apoyarte en un proyecto.
Incluso las cosas o eventos “negativos” se revelan al instante como grandes bendiciones; por ejemplo:
Te rechazan en un trabajo que de verdad querías y ese mismo día te invitan a uno mil veces mejor en todos sentidos.
Desde luego éstas son cosas que a todos nos pasan o nos han pasado alguna vez; pero cuando te hallas sincronizado con tu yo superior -o sea, despierto-, las “casualidades” ocurren con una frecuencia tan descarada, que destroza todas las reglas de la probabilidad y la estadística. Es inconfundible el estado de Sincronicidad. Sencillamente no hay manera alguna de dudar si uno está en sincronía; cuando estés en ella lo sabrás porque lo sabrás.
Y, finalmente, si este tipo de cosas te empiezan a ocurrir con deeeeeeemasiaaaada frecuencia (todos los días y a todas horas), es un signo claro de que te estás alineado con lo Infinito; y, por tanto, que estás despertando, o ya despertaste; aunque en este último caso tú serás el primero en saberlo sin lugar a dudas.
PARÁBOLA CHINA –Herman Hesse-
“Un anciano llamado Chunglang, que quiere decir «Maese La Roca», tenía una pequeña propiedad en la montaña. Sucedió cierto día que se le escapó uno de sus caballos y los vecinos se acercaron a manifestarle su condolencia.
Sin embargo el anciano replicó:
—¡Quién sabe si eso ha sido una desgracia! Y hete aquí que varios días después el caballo regresó, y traía consigo toda una manada de caballos cimarrones. De nuevo se presentaron los vecinos y lo felicitaron por su buena suerte. Pero el viejo de la montaña les dijo:
—¡Quién sabe si eso ha sido un suceso afortunado! Como tenían tantos caballos, el hijo del anciano se aficionó a montarlos, pero un día se cayó y se rompió una pierna. Otra vez los vecinos fueron a darle el pésame, y nuevamente les replicó el viejo:
—¡Quién sabe si eso ha sido una desgracia! Al año siguiente se presentaron en la montaña los comisionados de «los Varas Largas». Reclutaban jóvenes fuertes para mensajeros del emperador y para llevar su litera. Al hijo del anciano, que todavía estaba impedido de la pierna, no se lo llevaron.
Chunglang sonreía.”
Fuente: http://www.vidalucida.com/contenido/sin ... ertar.html
Saludos
