Hola
Encontre otro articulo referido al tema.
Creo que da para conversar, mas que nada la cuestion de la Felicidad, de que la felicidad parece ser algo natural que ocurre cuando estamos absorbidos en una actividad o en la contemplacion de algo, en un momento que el yo psicologico esta adormecido, cuando el ego no esta al mando, cuando no hay preocupaciones, sino que estamos totalmente presentes en el momento presente.
El articulo estaba en ingles, y con el traductor del Google lo traduje, por lo que contiene algunos errores, pero se entiende, y es muy interesante:
Cuando despertamos por la mañana, hay este momento mágico en que estamos despiertos sin darnos cuenta aún de quién o que somos. Cuando simplemente nos relajamos y observamos el ambiente, dejamos que el mundo nos llegue sin esfuerzo de alcanzar hacia fuera con nuestros ojos y tratar de enfocar cualquier objeto o a cualquier punto en el campo de visión. Podemos decir que los ojos no están centrados en nada particularmente; solo dejamos nos volvemos concientes del campo de visión entero, dando a ninguna parte de ella más importancia que cualquier otra pare. Antes de que nuestra mente comience a interferir con lo que percibimos, estamos conectados inextricablemente con nuestro ambiente, sea las paredes de nuestro dormitorio o la cara de nuestro amante.
Hay momentos en nuestra vida en que realizamos que algunos conceptos que tomamos por verdadero no son tan seguros y obvios. Había muchos tales momentos especialmente en nuestra niñez, cuando estabamos totalmente absorbidos en lo qué estaba sucedíendo. Estos momentos limite son esas tiempos, por ejemplo, cuando estamos despreocupados, sentándose en el sol, (...)... Estamos sin pensamiento, absorbidos totalmente por nuestro ambiente: la hierba, los árboles, el viento, nuestros brazos, nuestras piernas, está conectado todo, todo es un mismo campo conciencia. Éstas son experiencias que tenemos en el borde de nuestras capacidades de pensamiento y de sensación.
Tambien como adultos, podemos tener momentos similares de estar absorbidos en el presente, momentos de fe ciega en lo que esta ocurriendo: por ejemplo cuando miramos fijamente en un fuego abierto, cuando nos hipnotizamos observando los colores y sonidos de una playa. Cuando nos dedicamos totalmente a un juego, cuando admiramos una puesta del sol, o cuando tocamos un instrumento musical, en verdad podemos perdernos a nosotros mismos. Luego, cuando reflexionamos en el momento, decimos, “Oh, yo no estaba allí” . Sin darnos cuenta en ese momento, estabamos absorbidos en un espacio sin fin donde todo parecía suceder sin esfuerzo. Nuestros procesos de pensamiento se calmaron y nos limitamos a una observación suave, un mirar sin juzgar.
Lo que es importante aquí es que tenemos que confesar que cada una de esas veces que éramos realmente felices, satisfechos de verdad, no había procesos de pensamiento en marcha. Había simplemente “lo que es.” La mente pensante surge solamente luego. Cuando no hay proceso de pensamiento que se enciende, no ni esperanza ni miedo, ninguna queja, ningún deseo y ninguna culpabilidad. O en otras palabras, no hay ningún “yo.” ¿No es esto sorprendente, ver que cada vez que hay felicidad verdadera, que no hay de hecho nadie allí? Ninguna separación, ninguna imagen de uno mismo, solo pura alegría. Hay solamente puro “Eseidad”(existencia) que no es disturbada por ningún concepto o pensamiento piensa de nuestro pequeño yo.
Cuando notamos la importancia de penetrar detrás de nuestra corriente continua de imágenes mentales, cuando volvemos a descubrir el Espacio en el cual este mundo está apareciendo, podemos encontrar a la vida más consciente y directamente. Apenas dejando que la velocidad de nuestra mente se desacelere, descubrimos una nueva dimensión; por ejemplo, ponemos en perspectiva nuestro anhelar continuo de nuevas sensaciones. Durante tales momentos, la vida se corre por sí misma. No esperamos nada, ni tenemos que ponerle etiquetas a nada y el interior, reina la paz.
Ésta es una presentación previa de cómo debe ser estar en contacto con nuestra Esencia, “volver a casa”. Todas las preocupaciones diarias que nos sacuden mueven un segundo plano. Y el Espacio que estaba en segundo plano se mueve a la delantera. Al ir más allá de la turbulencia de nuestro diálogo interno, al ir más allá del hábito de identificar con nuestra personalidad, podemos conseguir conectarnos con el infinito. Esto se combina a menudo con una pureza y una franqueza que no hemos conocido desde nuestra juventud temprana.