por Andres » Mar Dic 05, 2006 8:24 am
¿Puede el pensamiento resolver nuestros problemas?
El pensamiento nunca ha resuelto nuestros problemas, ni creo que jamás los resuelva. Hemos confiado en el intelecto para encontrar la salida de nuestras complejidades. Cuanto más astuto, repugnante y sutil es el intelecto, mayor es la variedad de sistemas, teorías e ideas. Y las ideas no resuelven ningún problema humano; ni lo han hecho, ni lo harán jamás. En la mente no está la solución; la senda de pensamiento no es, evidentemente, la vía de salida de nuestras dificultades. Y nosotros, a mi entender, deberíamos comprender en primer lugar el proceso del pensar y luego, tal vez, ir más allá, pues cuando el pensamiento cese, quizá nos será posible hallar algo que nos ayude a resolver nuestros problemas, no sólo los individuales, sino también los colectivos.
El pensamiento no ha resuelto nuestros problemas. Los intelectuales, los filósofos, los eruditos o los dirigentes políticos no han resuelto en realidad ninguno de los problemas humanos, es decir vuestras relaciones con los demás, o incluso conmigo mismo. Hasta ahora nos hemos validado de la mente y del intelecto para ayudarnos a investigar el problema y así poder hallar una solución ¿Podrá el pensamiento resolver nuestros problemas? No es el pensamiento, salvo en el laboratorio o en el tablero del dibujante, siempre un protector y un perpetuador de sí mismo? ¿No está siempre condicionado? ¿No es egocéntrica su actividad? ¿Y podrá alguna vez resolver cualquiera de los problemas que él mismo ha generado? ¿Puede la mente que ha creado estos problemas resolver lo que ella misma ha creado?
Lo cierto es que el pensar es una reacción. Si os hago una pregunta, respondéis a ella; respondéis según vuestra memoria, vuestros prejuicios, vuestra educación, el cima, el trasfondo de vuestros condicionamientos. Según sea todo eso, así contestáis y así pensáis. El centro de este trasfondo es el “yo” en su proceso de acción. Mientras no se comprenda este trasfondo, mientras este proceso del pensar, este “yo” que crea el problema, no sea comprendido y no se le ponga fin, tendremos forzosamente conflicto dentro y fuera de nosotros mismos, en los pensamientos, en las emociones y en las acciones. Ninguna solución de ningún tipo, por inteligente que sea y bien pensada que esté, podrá nunca dar fin a los conflictos entre los hombres, entre vosotros y yo. Y al comprender esto, al darnos cuenta de cómo y de qué fuente surge el pensamiento, formulamos la pregunta: ¿puede detenerse el pensamiento?
Éste es uno de los problemas, ¿verdad? ¿Puede el pensamiento resolver nuestros problemas? ¿Pensando en el problema, lo habéis resuelto? ¿Los problemas de cualquier tipo –económicos, sociales o religiosos- los ha resuelto alguna vez el pensamiento? En nuestra vida diaria cuanto más pensáis en un problema, tanto más complejo, irresoluble e incierto se vuelve. ¿No es eso así en la realidad de nuestra vida diaria? Puede que, al reflexionar sobre ciertos aspectos del problema, veáis con más claridad el punto de vista de otra persona, pero el pensamiento no puede ver la totalidad y la plenitud del problema, sólo puede ver parcialmente, y una respuesta parcial no es una respuesta completa y, por lo tanto, no es una solución.
Cuanto más pensamos en un problema, cuanto más lo investigamos, analizamos y discutimos, tanto más complejo se vuelve. ¿Es entonces, posible observar el problema en su total amplitud? ¿Cómo es eso posible? Porque ésa, a mi entender, es nuestra principal dificultad. Nuestros problemas se multiplican , hay inminente peligro de guerra y toda clase de perturbaciones en nuestra vida de relación. ¿Cómo podremos comprender todo esto de una manera total? Es evidente que tan sólo se podrá resolver cuando lo podamos observar como un todo, no en compartimientos, ni dividido. ¿Y cuándo es posible esta observación? Sin duda alguna sólo es posible cuando el proceso de pensar, que tiene su origen en el “yo”, en el ego, en el trasfondo de la tradición, del condicionamiento, del prejuicio, de la esperanza, de la desesperación, llega a su fin. ¿Podemos, pues, comprender este “yo”, no analizándolo, sino viéndolo tal como es, dándonos cuenta de él como un hecho y no como una teoría? No se trata de buscar la disolución del “yo” a fin de lograr un resultado, sino de ver la actividad del ego, del “yo”, constantemente en acción. ¿Podemos observarlo sin hacer esfuerzo alguno para destruirlo ni para alentarlo? Éste es el problema, ¿verdad? Lo cierto es que si el centro del “yo” deja de existir en cada uno de nosotros, con su deseo de poder, de posición, de autoridad, de continuación, de conservación propia, ¡nuestros problemas habrán terminado!
El “yo” es un problema que el pensamiento no puede resolver. Debe haber una percepción que no sea del pensamiento. Darse cuenta, sin condenación ni justificación, de las actividades del “yo”, sólo darse cuenta, es suficiente. Porque si estáis alerta con el fin de descubrir cómo resolver el problema para transformarlo, para producir un resultado, entonces todo sigue estando dentro del campo del ego, del “yo”. Mientras buscamos un resultado, bien sea con el análisis, con el estar alerta, con el examen constante de cada pensamiento, seguiremos dentro del campo del pensamiento, es decir, dentro del campo del “yo”, del ego o como queráis llamarlo.
Mientras exista la actividad de la mente, sin duda alguna no puede haber amor. Cuando haya amor no tendremos problemas sociales. Pero el amor no es algo que podamos adquirir. La mente puede tratar de adquirirlo, como se adquiere una idea nueva, un nuevo artilugio o una nueva manera de pensar; pero la mente no puede hallarse en estado de amor mientras el pensamiento esté empeñado en lograr el amor. Mientras la mente trate de situarse en un estado de no codicia”, sin duda alguna seguirá siendo codiciosa, ¿verdad? De un modo análogo, mientras la mente anhele, desee o practique para lograr un estado en el que haya amor, con toda seguridad lo que será es una negación de ese estado, ¿no es verdad?
Cuando vemos este problema tan complejo de la vida y nos damos cuenta del proceso de nuestro propio pensamiento y comprendemos que en realidad no conduce a ninguna parte, cuando lo vemos con toda claridad, entonces ciertamente hay un estado de inteligencia que no es ni individual ni colectivo. Entonces el problema de las relaciones del individuo con la sociedad, con la comunidad o con la realidad cesa, porque entonces hay sólo inteligencia, que no es ni personal ni impersonal. Y únicamente esta inteligencia, a mi entender, es la que puede resolver nuestros enormes problemas. Y esto no puede ser un resultado; tan sólo surge cuando comprendemos este proceso total del pensamiento íntegramente, no sólo en el nivel consciente sino también en los más profundos y ocultos niveles de la conciencia.
Para comprender cualquiera de estos problemas debemos tener una mente muy tranquila, muy serena, para que pueda observar el problema sin interponer ideas ni teorías, sin ninguna distracción. Y ésa es una de nuestras dificultades, porque el pensamiento se ha convertido en una distracción. Cuando deseo comprender o examinar algo, no tengo que pensar en ello: lo observo. En el momento en que me pongo a pensar, a tener ideas y opiniones sobre el asunto, ya me hallo en un estado de distracción, desvío la atención de aquello que debo comprender. Así, cuando tenéis un problema, el pensamiento en forma de idea, opinión, juicio o comparación, se convierte en una distracción que nos impide observar y así comprender o resolver el problema. Desgraciadamente, para la mayoría de nosotros el pensamiento ha adquirido una gran importancia. Preguntáis: “¿cómo voy a existir sin pensar? ¿Cómo voy a tener la mente en blanco? Tener la mente en blanco es encontrarse en un estado de estupor, de idiotez, o como lo queráis llamar, y vuestra reacción instintiva es rechazarlo. Pero una mente silenciosa, una mente que no está distraída por su propio pensar, una mente abierta puede observar el problema de un modo directo y muy simple. Y esta capacidad de observar sin distracción nuestros problemas es la única solución. Para ello tiene que estar la mente silenciosa y tranquila.
Una mente así no es un resultado, no es el producto final de alguna práctica, meditación o forma de control. No surge tras ningún tipo de disciplina, compulsión o sublimación, ni por esfuerzo alguno del “yo”, del pensamiento; surge cuando comprendo todo el proceso del pensar, cuando puedo ver un hecho sin ninguna distracción. En este estado de tranquilidad de la mente, que está realmente en silencio, hay amor. Y el amor es lo único que puede resolver todos nuestros problemas.
JK